Tanques sobre Praga en 1968 (Guerra Fría)

En enero de 1968 el Comité Central obligó al presidente Antonín Novotný, un viejo comunista checo de los tiempos heroicos, a abandonar el cargo y a retirarse también de la secretaría del Partido. En su lugar la troika dirigente colocó a Alexander Dubček, un eslovaco veinte años más joven que su predecesor y famoso en su región natal por ser amigo de reformas y modernizaciones. Dubček quería dirigir el Partido, no así el Gobierno, lo que suponía romper con la tradición comunista que fusionaba por la cumbre ambas instituciones. Para la presidencia de la república se trajo a Ludvík Svoboda, un veterano militante comunista que primero había combatido en la guerra con honores y luego fue purgado por Stalin. El tándem Dubček–Svoboda se fijó como objetivo trasladar el Nuevo Modelo Económico al terreno de la política. Aspiraban a “crear un nuevo modelo de sociedad socialista profundamente democrática y adaptada a las circunstancias checoslovacas”. Y en este punto llegó la sorpresa. La palabrería comunista tuvo por primera y última vez en la historia una aplicación práctica. El 5 de abril de 1968 se publicó el “Programa de Acción”, un ambicioso plan de liberalización que incluía libertad de prensa, de expresión, de asociación y de movimientos. Los checoslovacos iban a poder, por vez primera en veinte años, decir en público lo que les viniese en gana y, si no les gustaba el país, siempre les quedaba la opción de hacer la maleta e irse a Alemania, a Gran Bretaña… o a los mismísimos Estados Unidos. El Programa de Acción de Dubček sentó como un jarro de agua fría en Moscú. Leónidas Breznev se removió en el asiento. No podía creer que eso estuviese sucediendo delante de sus propias narices. Ni siquiera le llamó a capítulo en el Kremlin, le hizo llegar un mensaje a través del comunista húngaro János Kádár. “¿De verdad no sabes la clase de gente con la que estás tratando?”, le pregunto Kádár a Dubček en una reunión que mantuvieron poco después de anunciar el paquete de reformas. Habían pasado sólo doce años de la rebelión en Hungría y su amargo recuerdo estaba aún en la mente de todos los mandamases comunistas de Europa.

Guion de Fernando Díaz Villanueva

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