Pocas figuras en la historia universal han tenido un ascenso tan meteórico como el de Teodora de Bizancio (500/501-548). De pertenecer a uno de los estratos más bajos de la sociedad, a convertirse en la emperatriz de Bizancio de la mano de Justiniano. Aquí repasamos su intrincada historia.
Inicios
Sobre la base de un antiguo asentimiento griego, en el siglo IV d.C. la ciudad de Constantinopla se convirtió en la capital del Imperio Romano de Oriente, más tarde rebautizado por la historiografía como Imperio bizantino. Al contrario que el lado occidental el cual sucumbió en el año 476, Oriente pudo sobreponerse a las invasiones bárbaras y sobrevivir durante más de mil años. Durante todo ese tiempo, grandes personajes fueron testigos de su auge y su lento declive. Aunque el papel femenino casi siempre se mantuvo en un segundo plano, hubo una mujer que destacó sobre las demás: Teodora.
Nacida en torno al 501 d.C. las pistas sobre Teodora hay que buscarlas en el Hipódromo de Constantinopla. Este era el lugar de entretenimiento por excelencia de la capital, pero también de pillaje y depravación. En este emplazamiento se criaron Teodora y sus hermanas Komito y Anastasia, cuyo padre era cuidador de osos de la facción Verde. Desde muy jóvenes, tuvieron que recurrir a la prostitución para subsistir. La muerte de su padre las condenó a la más absoluta miseria. Según el testimonio del historiador bizantino Procopio, Teodora era una pecadora malévola sin escrúpulos.
Este personaje no remilgó en detalles escabrosos a la hora de valorar la figura de la futura emperatriz, si bien es más que probable que exagerara ciertos datos por su declarada animadversión hacia ella. Entregada a todo tipo de prácticas para satisfacer los gustos varoniles más inverosímiles, a la edad de 15 años Teodora se había convertido en una de las prostitutas más populares de Constantinopla. Sin embargo, estaba decidida a abandonar aquella vida de oscuridad y violencia a toda costa. En aquellos momentos, Constantinopla presentaba una doble cara, esplendorosa pero a la vez miserable y cruel.
Tres años después, Teodora se comprometió por puro interés con un rico comerciante de nombre Hecébolo, quien recibió del emperador el cargo de gobernador de la remota provincia de Pentápolis (Cirenaica). No obstante, este destino tampoco fue de su agrado, por lo que regresó a la capital. Más tarde inició un periplo por Antioquía y Alejandría, en el que se familiarizó con el arte de la dialéctica y con el monofisismo, una doctrina religiosa que defendía que Jesucristo solo poseía naturaleza divina. Esta estaba respaldada por el emperador Anastasio I, aunque no por su sucesor Justino I.
Establecida en la capital como cortesana, en el 521 conoció al que sería su futuro marido, Justiniano. Él era un general de 39 años de edad con un porvenir muy prometedor. No solo era cónsul del Imperio y miembro de la guardia personal, sino que también era el sobrino del emperador Justino I y el legítimo heredero al trono. Ni el sombrío pasado de Teodora, ni los conflictos internos que sacudían al imperio consiguieron separar a la pareja, más bien lo contrario. Con solo 20 años, la joven Teodora se despedía para siempre de los bajos fondos de Constantinopla, yéndose a vivir con su apuesto Justiniano.
No obstante, no todos veían esta unión con buenos ojos. Tanto Vigilancia, la madre de Justiniano, como la emperatriz Eufemia, esposa de Justino I, se negaban a aceptar a Teodora. En aquel entonces, imperaba una ley que impedía los matrimonios entre oficiales y ex-actrices. Hubo que esperar hasta la muerte de Eufemia acontecida en el 524, para que dicha ley pudiese ser derogada. Poco después, Teodora y Justiniano contrajeron matrimonio. En unos meses, el Imperio bizantino iba a escribir una de las páginas más brillantes de toda su historia, aunque también con muchos desafíos imprevistos.
Reinado con Justiniano
En el año 527, Justiniano se proclamó emperador de Bizancio. Junto a él, Teodora se convirtió en la mujer más poderosa del imperio. Ahora era “Emperatriz de los Romanos, piadosísima y felicísima Augusta”, muy lejos de su antiguo puesto en el Hipódromo. Aunque su matrimonio con Justiniano había sido considerado un escándalo, Teodora supo ejercer su papel con sabiduría y energía, compartiendo el gobierno con su marido. A pesar de que Justiniano decidía sobre el Estado, la guerra y las leyes, la emperatriz actuó como una de sus consejeras más sólidas, especialmente durante los primeros años.
Muchos historiadores coinciden que Teodora fue vital para que Justiniano no perdiera el trono durante los disturbios de Niká de 532. La situación en la capital era dramática, pues la ciudad se había dividido en dos facciones totalmente opuestas, los Azules y los Verdes. Las elevadas cargas fiscales con las que había cargado el emperador a su pueblo, habían aumentado el descontento popular en todos los rincones de Constantinopla. Durante cinco días, la insurrección puso contra las cuerdas al mismísimo Justiniano, quien pensó en huir. Según Procopio, la intervención de Teodora fue crucial:
“Creo que en estos momentos la huida es inapropiada, incluso si lleva consigo la salvación. Todo hombre nacido a la luz del día debe morir antes o después. ¿Cómo podría permitirse jamás a un emperador ser un fugitivo? Que nunca me despoje de buena gana de mis ropas imperiales ni vea el día en que no se dirijan a mí por mi título. Si tú, mi señor, deseas salvar la piel, no tendrás dificultad en hacerlo. En cuanto a mí, acato la antigua máxima: la púrpura es la más noble mortaja”
Teodora de Bizancio
Este hecho provocó que Justiniano recuperara la iniciativa y ordenó a su general Belisario una sangrienta represión en el Hipódromo, origen de la revuelta, que se saldó con más de 30.000 muertos. Pero, ¿acaso fue Teodora una instigadora en la sombra? De lo que no cabe duda, es que tras este acontecimiento, Justiniano se entregó en cuerpo y alma a su proyecto más ambicioso: recuperar las tierras del antiguo Imperio romano que había quedado en manos de los reinos bárbaros. La actual Italia, el norte de África y el sureste de la península ibérica fueron devueltos a la autoridad imperial.
Así fue como el Imperio bizantino alcanzaba su cenit. Pero no solo ocurrieron conquistas militares durante este período. Una magna obra de construcciones también tuvieron lugar, de las que se destacan la reforma de la iglesia de San Vitale en Rávena, las cisternas del Gran Palacio y la joya de la corona, la basílica de Santa Sofía, la edificación más emblemática de todo el imperio. Pero Justiniano hubo de enfrentarse a otro problema añadido: entre 541 y 543 hubo un gran brote de peste que impactó de lleno en la población. Solo en Constantinopla se produjeron cientos de miles de muertes.
Ni siquiera el propio Justiniano se libró de sus consecuencias. El emperador enfermó y estuvo a punto de morir. Teodora siempre permaneció a su lado. Además, existía un dilema en el seno del imperio, la cuestión sucesoria. La pareja imperial no tenía hijos, así que se hacía necesario encontrar a alguien de confianza si se quería asegurar el trono. Teodora movió sus hilos para que la corona recayera en Justino, sobrino del emperador y miembro de la guardia real. Para él buscó una consorte hecha a su medida, su propia sobrina Sofía, hija de su hermana Anastasia. Así, todo quedaba bajo su control.
Últimos años y legado
A pesar de los logros conseguidos, toda gloria llega a su fin. A finales de junio de 548, Teodora de Bizancio exhalaba su último suspiro, víctima de un cáncer de mama. Fue enterrada en la iglesia de los Santos Apóstoles. Su marido Justiniano le sobreviviría 17 años más, hasta su muerte en 565. Aunque nunca delegó el gobierno en terceros, ya no volvería a ser el mismo. Se cerraba así la etapa de mayor expansión territorial de Bizancio, el cual tendría otros muchos momentos de crisis y de esplendor hasta llegar a su definitivo ocaso de la mano de los otomanos en 1453. Pero esa es otra historia.
La imagen de Teodora de Bizancio trascendió a su tiempo. Algunos afirman que estuvo detrás de todas las intrigas palaciegas durante su reinado compartido con Justiniano con el objetivo de mantenerse en el trono. Algunos de los personajes damnificados fueron Belisario, quien recelaba de su poder e influencia, su antiguo amante Hecébolo, el cual fue sometido a una castración que le provocó la muerte o Juan de Capadocia, miembro de la facción Verde y presunto culpable de la desgracia de su familia. Se cree que la emperatriz entretejió una red de espías por toda Constantinopla que operaba a su favor.
Pero no todo fue negativo en la vida de la gran Teodora. Al haber pertenecido a uno de los escalafones más bajos, decretó una serie de leyes que beneficiaban a la mujer. Por mediación de la emperatriz, se hizo una recopilación del derecho romano en cuyo capítulo dedicado a la familia y a la propiedad privada, condenaba la prostitución («un agravio a la dignidad de las mujeres») y estipulaba que los hijos extramatrimoniales pudieran tener los mismos derechos sucesorios que los legítimos. Por si fuera poco, también creó una institución benéfica a orillas del Bósforo para apartar a las mujeres de las calles.
Actualmente es considerada santa por la Iglesia ortodoxa, al igual que Justiniano. Su onomástica es el 14 de noviembre. Como ya hemos visto, su labor como protectora de las mujeres fue esencial y la más recordada: prohibió la prostitución forzosa cerrando burdeles que la permitían, promulgó la pena de muerte para delitos por violación, rescató a muchas adolescentes de un destino infausto… No obstante, la Historia Secreta de Procopio le dejó un papel un tanto diferente. Sea como fuere, lo que nadie puede dudar es que Teodora de Bizancio fue una de las mujeres más influyentes de la historia universal.
Bibliografía
Browning R. (1971). Justiniano y Teodora. Wombhousebooks.
Diehl, C. (1972). Theodora, Empress of Byzantium. Frederick Ungar Publishing
Ostrogorsky G. (1984). Historia del Estado Bizantino. Madrid: Akal editor
Romero, B. (2020). «Teodora de Bizancio, de víctima de maltrato a emperatriz». Lavanguardia. https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20200228/473797840969/teodora-bizancio-justiniano-emperatriz-cortesana.html
Ventura, D. (2019). «Teodora del prostíbulo», la mujer por la que Justiniano I cambió la ley del Imperio bizantino. BBC. https://www.bbc.com/mundo/noticias-47821489
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