Ulises y la engañosa jugada de Eolo

Todos los marineros del mundo antiguo se encontraban a merced de los vientos. Cualquier acción errónea, podía causar consecuencias fatales. Eso fue lo que aconteció al abrir el zurrón de Eolo: la flota de Ulises (Odiseo) se perdió en la profundidad de los mares. 

Dios del viento Eolo trae a Ulises a la desgracia, mitología griega, publicado en 1880.

Ulises y el regalo de Eolo

El atribulado Ulises se vio obligado a salir huyendo de la isla de los cíclopes para salvar su vida y la de sus hombres. Esta vez su parada fue la isla flotante de Eolo, el señor de los vientos. ¿Qué sorpresas les esperaban en su nuevo destino? Por el momento, todo parecía marchar bien. Ulises fue debidamente agasajado en la mansión de Eolo y el héroe le reconoció que los vientos no le habían sido del todo propicios. Debido a esta eventualidad, todavía no había podido regresar a su amada Ítaca, donde aguardaban pacientemente Penélope, Telémaco y su pueblo en espera de ser gobernado. Fue entonces cuando Eolo quiso ayudarles de una manera muy especial: les regaló un odre de piel de buey que contenía en su interior todos los vientos adversos.

Sin embargo, el señor de los vientos le hizo a Ulises una seria advertencia acerca de su uso. -Debes conservar este zurrón sin posibilidad de abrirlo. Mejor no le cuentes nada a tus hombres, no fuera a ser que cometiesen alguna insensatez. Yo me encargaré de brindarte los mejores vientos para que puedas retornar a tu hogar en un plazo de diez días- le dijo Eolo a Ulises. Nuestro protagonista siguió estas instrucciones al pie de la letra. Tras obtener el enigmático obsequio de manos de Eolo, se hicieron a la mar. Para que nada pudiese salir mal, Ulises no soltó en ningún momento el mencionado zurrón. Pero incluso fue más allá: se pasó en vela durante nueve días con sus nueve noches para que nadie aprovechara la tentadora oportunidad cuando se encontrara durmiendo. 

Eolo entrega los vientos a Ulises, por Isaac Moillon.

Pero a pesar del tremendo esfuerzo realizado, todas estas precauciones resultaron inútiles. Al décimo día, Ulises no pudo más y cayó en un sueño profundo. Su tripulación sintió lástima por su capitán y le dejaron dormir, pese a que en la lejanía ya se podían ver las costas de Ítaca. Faltaba muy poco para llegar. Sin embargo, como en otros tantos relatos de la mitología griega, la excesiva curiosidad desencadenó el mayor de los desastres. Los hombres de Ulises se habían estado preguntando qué demonios sería aquello que retenía con tanto celo. ¿Acaso sería algo valioso? ¿Oro, plata, o quizás piedras preciosas? Solo había una forma de averiguarlo. Mientras que su jefe se encontraba plácidamente en manos de Morfeo, el dios de los sueños, le quitaron el ansiado odre de piel de buey.

Al destaparlo, salió un violento torbellino que originó un fortísimo huracán. Ulises se despertó sobresaltado y ordenó arriar las velas, pero ya nada podía hacerse. Su tripulación había provocado una auténtica tempestad. En estas dramáticas circunstancias, a nuestro héroe aún le quedó tiempo para comprobar como las tierras de su añorada patria se iban alejando en el horizonte. ¡Maldición! Algunos hombres se lanzaron del barco a la desesperada tratando de llegar a nado, pero murieron a consecuencia del impetuoso oleaje. Como si de una terrible profecía se tratase, acabaron otra vez en la isla flotante de Eolo. Aunque Ulises trató de negociar con el señor de los vientos para que le permitiese volver a Ítaca sano y salvo, este se negó. No habría una segunda oferta. El deseo de los dioses era que Ulises y su tripulación permaneciesen errantes por los mares durante un tiempo más que considerable. 

Habían estado tan cerca y no obstante, ahora les tocaba navegar sin saber cuánto tardarían hasta alcanzar su destino. Eso sin contar todos los peligros que habrían de superar por el camino. Pero Ulises no era alguien que se rindiese tan fácilmente. Dispuesto a cambiar su suerte, intentaron tomar el mismo camino que les había llevado a las costas de Ítaca, pero un viento hostil les atrajo al país de los lestrigones. Escarmentado por lo que les había ocurrido en la inhóspita isla de los cíclopes, Ulises envió primero a un destacamento de dos hombres. Una vez en el misterioso lugar, encontraron a una joven cogiendo agua y esta les condujo hasta su padre, el rey Antífates. Pero los hechos siguientes se precipitaron. Resultó que el tal Antífates era un imponente gigante que procedió a devorar a uno de los exploradores de Ulises. Su asustado compañero pudo escapar, eso sí, perseguido por el ejército de Antífates. Corrió a dar la voz de alarma, pero solo el barco de Ulises pudo salir ileso. El resto de la flota fue hundida por las piedras que lanzaron los temibles lestrigones.

Ilustración de Griechische Heldensagen für die Jugend bearbeitet (Historias épicas griegas adaptadas para los jóvenes), de J. C. Andrä, 1902: Ataque de los lestrigones.

Reflexión del mito

No existe mayor desgracia para el ser humano que estar a punto de conseguir su objetivo y verlo escapar en el último momento. Al abrir el zurrón de Eolo, los hombres de Ulises cometieron una grave imprudencia. Habían estado a un paso de Ítaca pero ahora estaban condenados a deambular por los mares, visitando todo tipo de islas y enfrentándose a desafíos desconocidos. Al contrario que su tripulación, Ulises representa la prudencia, obrando de la mejor manera para evitar disgustos. Cualquier persona se hubiera rendido en aquel contexto tan adverso, pero él sigue perseverante y firme en llegar a su hogar, por muy difícil que sea. Se atreve incluso a desafiar la voluntad de los dioses, no hay nada ni nadie que le detenga. Lo vemos cuando trata de volver por el mismo camino tras el desastre ocasionado, aunque eso le suponga una visita nada agradable a la isla de los lestrigones. En este nuevo capítulo, después del impactante ataque de los gigantes solo se pudo salvar su barco, pero por desgracia para Ulises, aún no había empezado lo mejor. 

Bibliografía

Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.

Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.

Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.

Schwab, G. Leyendas griegas. Editorial Taschen

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