Las ruinas de Pompeya, ciudad de la antigua Roma, fueron descubiertas en el siglo XVIII. En el año 79 d. C. la ciudad desapareció en el breve lapso de tiempo que transcurrió entre los días 24 y 25 de agosto (posteriores estudios arqueológicos apuntan a otoño). La causa no fue otra que la sepultura por la terrible erupción del volcán del monte Vesubio ubicado frente a la bahía de Nápoles. Diversos núcleos urbanos fueron sepultados además de Pompeya, entre ellos se encontraban las localidades de Herculano y Estabia.
Actualmente, Pompeya es uno de los yacimientos arqueológicos más conocidos del planeta. Los restos de la ciudad como sus edificios, mosaicos o frescos son documentos impactantes que han asombrado tanto a arqueólogos como visitantes desde el mismo momento en el que se descubrieron. Además, su historia es conocida por el drama de la destrucción que causó la erupción que devastó la ciudad. Los hallazgos arqueológicos no sólo documentan la vida de esa ciudad por sus edificios públicos y casas, sino que también evidencian el desastre y la muerte de los pompeyanos. El acontecimiento ha sido relatado por autores romanos como Plinio el Joven.
La celebridad del fatídico volcán ha llegado al punto de convertirse en la referencia de uno de los tipos en los que se clasifican las erupciones volcánicas. Una erupción de tipo vesubiano o pliniano (así llamada por el relato sobre la erupción que Plinio el Joven hizo en una carta a Cornelio Tácito) se caracteriza por sus violentas explosiones y la fuerte presión de los gases que expulsa. Las nubes ardientes que se generan acaban formando precipitaciones de ceniza que cubren vastas extensiones. Otro rasgo es la alternancia que se da entre el flujo piroclástico y las erupciones de lava, la cual conforma una superposición de estratos diferenciados. Una corriente de densidad piroclástica o nube ardiente es un producto de algunos tipos de erupciones volcánicas en los que se forma una mezcla de aire atrapado con gases y otros materiales sólidos volcánicos calientes. Estas nubes son particularmente peligrosas para la vida debido a sus altas temperaturas y a su velocidad, que puede llegar a alcanzar los 200 kilómetros por hora.
El magma de las erupciones vesubianas es de composición félsica, es decir, de elementos ligeros como el potasio, el silicio, el sodio, el aluminio y el oxígeno. Por este motivo, la lava es normalmente rolita (una roca félsica). El término félsico proviene de la mezcla de feldespato y sílice, y se opone a los minerales, rocas o magmas máficos. La emanación de gas volcánico de las erupciones vesubianas es de gran volumen y alcanza gran velocidad. Uno de los rasgos más característicos de este tipo de erupciones es la icónica imagen de la rápida ascensión del gas, las cenizas y otros materiales que forman una columna que puede alcanzar una altura superior a 30 kilómetros. Su cualidad más distintiva es la gran cantidad de plumita y de ráfagas de gas tóxico que expulsan los volcanes de este tipo. Además, debido a la acumulación de gases en la cámara de magma se producen grandes estruendos durante la erupción.
En el transcurso de las excavaciones se encontraron huecos en la ceniza que se debían a que fueron espacios ocupados por restos humanos. Dichos agujeros se rellenaron con yeso para obtener moldes de los habitantes de Pompeya en el último instante de sus vidas, los cuales son bastante precisos. Tales moldes de las víctimas son la expresión humana de la catástrofe.
Hasta las últimas investigaciones, se creía que la muerte de los pompeyanos fue por causa de la asfixia. Es decir, que la creencia era que murieron de modo agónico y prolongado. Sin embargo, ahora se sabe que murieron instantáneamente por las altas temperaturas del flujo piroclástico. Esta hipótesis fue confirmada por los estudios de Giuseppe Mastrolorenzo y Lucia Pappalardo, y de los biólogos Pierpaolo Petrone y Fabio Guarino que realizaron sobre los depósitos volcánicos.
Además, se analizó la situación con simulaciones informáticas basadas en los restos geológicos que dejó el suceso, los cuales revelan la naturaleza de la nube volcánica. Los pompeyanos sufrieron una muerte instantánea dado que fueron expuestos a temperaturas que se aproximaban a 300 grados centígrados. Dicho fenómeno se comprobó mediante la comparación de los efectos del calor sobre los restos óseos de Pompeya con muestras óseas expuestas intencionadamente a las mismas temperaturas. Los pompeyanos sufrieron una intensa lluvia de piedras, pero el suceso definitivo fue el veloz paso de la mortífera nube.
Las sucesivas transformaciones de los métodos de excavación e investigación han ido ampliando la cantidad de hallazgos y cambiando la perspectiva que los restos nos ofrecen sobre lo acontecido. La larga trayectoria de las excavaciones y los estudios de Pompeya se remonta al año 1748 cuando se descubrió el impresionante yacimiento.
Las primeras exploraciones oficiales empezaron con Roque Joaquín de Alcubierre, un ingeniero militar español al que el rey de Nápoles, quien posteriormente se convertirá en Carlos III de España, encomendó dicha tarea. Esta empresa arqueológica se inició en 1738 sobre la zona de Herculano, pero la lava volcánica solidificaba alcanzaba un espesor de 26 metros, por lo que se optó por ampliar la extensión de la búsqueda. Por este motivo se empezaron las excavaciones en el área de Pompeya en 1748, sin embargo, los restos no se identifican como la antigua ciudad romana hasta 1763.
A lo largo de la historia, el volcán ha estado en permanente actividad con sucesivas erupciones importantes. En tiempos recientes, la última gran erupción aconteció en el año 1944. Por consiguiente, esta actual etapa de calma ha sido la más duradera de los últimos 500 años. En 1944 el volcán asoló los municipios de la Ciudad metropolitana de Nápoles San Sebastiano al Vesuvio, Massa di Somma y una porción de San Giorgio a Cremano. En este episodio también se destruyó una escuadra completa de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de la Segunda Guerra Mundial compuesta por 88 bombarderos B-25.
Bibliografía
Berry, J. Pompeya. Ed. Akal. 2009: Madrid.
Mastrolorenzo G., Petrone P., Pappalardo L., Guarino F. “Lethal Thermal Impact at Periphery of Pyroclastic Surges: Evidences at Pompeii”. PLOS ONE. 2010.
“¿Cómo murieron los habitantes de Pompeya?”. National Geographic.
“Pompeya, la ciudad desenterrada”. National Geographic.