Los consejos o tips sobre cómo llevar un estilo de vida saludable y mantenerse en forma inundan internet y bombardean las redes día tras día.
Sin embargo, no debemos caer en el error de interpretar esos consejos como directrices, pues llevar un estilo de vida saludable implica realizar esfuerzos y sacrificios, tener una gran constancia, y terminar por convertir en hábitos todas esas nuevas acciones que incorporamos en nuestro día a día.
Debido a la complejidad implícita en el proceso, no es raro que surjan consejos que pretendan simplificar y allanar el camino, cayendo en ocasiones en mitos o medias verdades sobre cómo llevar una vida sana.
A continuación desmentiremos diez de los mitos más extendidos, y aclararemos qué hay de verdad en ellos.
El concepto de dieta saludable ha ido tornándose complejo con el avance de estudios e investigaciones. Tanto es así que ya no se puede afirmar con ligereza que exista un tipo de dieta genérica y aplicable a cualquier persona, basada en alimentos que por sus particularidades sean considerados sanos. Cada persona, en función de su gasto calórico y estilo de vida tendrá unas necesidades nutricionales distintas. Es importante adaptar la dieta al sexo, la edad, el ejercicio realizado y demás aspectos del modo de vida de la persona en particular.
Se trata de una afirmación que, pese a estar más clara en la actualidad, sigue teniendo sus defensores y sus detractores. Al igual que ocurre en otros mitos, éste está sujeto a las particularidades de la persona. No es lo mismo determinar el número de comidas que puede hacer una persona sedentaria, que alguien que realiza mucho ejercicio. No obstante, el hambre se experimenta gracias a un mecanismo de protección del cuerpo, por lo que no pueden pasar largas horas sin que nos alimentos. Comer cinco veces al día es lo óptimo, pero puede adaptarse a las singularidades del sujeto.
Este mito viene de un antiguo eslogan publicitario que se creó para promocionar un cuentakilómetros en Japón. Desde luego, caminar 10.000 pasos al día no afectará de forma negativa a la salud. Por el contrario, tendrá un impacto positivo en ella. Sin embargo, no se debe tomar la cifra como referencia, sino asumir que caminar, mantenerse en pie de forma activa, o cualquier tipo de actividad física cotidiana que implique movimiento, repercutirá favorablemente en nuestra salud.
La fruta es uno de los alimentos que ha de estar más presente en una dieta rica y saludable. Sin embargo, no debemos olvidar que el componente principal de la fruta es la fructosa; es decir, azúcar. Si abusamos de su ingesta, estaremos aportando una cantidad de azúcar notablemente superior a la recomendable. La fruta madura, además, contiene aún más fructosa, por eso sabe más dulce. La mejor hora para consumir fruta es siempre sin mucho alimento en el estómago; es más fácil digerirla. Consumir entre 3 y 4 piezas, en función del tipo de fruta que sea, es saludable. Pero no se debe exceder esta cifra.
Existen diversos mitos en torno al desayuno. El primero es la creencia de que se trata de la comida más importante del día. En realidad, la comida más importante del día es el almuerzo, en la que más cantidad calórica debemos aportarle al cuerpo. Además, existe la creencia en el mundo de la vida sana de propagar la idea de que haciendo ejercicio en ayunas quemarás más grasas. Esta práctica incrementa los factores de riesgo cardiovascular, debido a que se queman todos los depósitos de glicógeno tanto del hígado como de los músculos; así lo asegura la Fundación Española del Corazón.
A menudo, en el ámbito deportivo poco profesional se ha promovido la idea de que lo mejor para tonificar los músculos era utilizar poco peso, y realizar infinitas repeticiones. Este mito ha sido especialmente asimilado por el público femenino, ante el temor de desarrollar el músculo excesivamente. No obstante las mujeres, debido a sus niveles hormonales, tienen muy difícil muscular de una manera exagerada. Son muchos los profesionales deportivos que aconsejan realizar series de pocas repeticiones, con un peso algo más elevado.
La creencia en torno a la nocividad de las grasas se ha venido asumiendo durante los últimos años, especialmente propiciada por el incremento de problemas de obesidad, o meramente estéticos. Es importante saber diferenciar los tipos de grasas que existen, pues ese será el factor que determinará si debemos o no incluirlas en nuestra ingesta diaria. A grandes rasgos, podemos dividir las grasas en saturadas, no saturadas, y trans. Las grasas no saturadas, provenientes del pescado, los frutos secos y algunos frutos y vegetales poseen un importantísimo valor nutricional.
De nuevo, la edad y el sexo se convierten en parámetros imprescindibles para determinar qué cantidad de agua es recomendable en cada caso. Lo que es cierto es que no se puede afirmar de forma taxativa que 2 litros sea lo más saludable. Para desmentir este mito hay otro aspecto importante al que prestar atención. No solo se consume agua a través de la ingesta del líquido, existen múltiples bebidas y alimentos que poseen agua, y por tanto hidratan el cuerpo de igual manera. De hecho, en torno al 20% de la ingesta de agua debe provenir de la alimentación.
Hemos escuchado tantísimas veces que no debemos cenar copiosamente, y muchísimo menos si nos vamos a ir a dormir pronto, que es muy complicado asumir que es un mito. Sin embargo, las últimas investigaciones en nutrición indican que el problema no es la cantidad, sino la calidad de lo que ingerimos en la noche. La cena debe representar entre el 15 y el 25% del aporte calórico diario. Lo ideal es hacer una ingesta de carbohidratos complejos, a la que se puede llegar a sumar un poco de grasas no saturadas. Si la persona es deportista, es importante que tome proteínas para la recuperación muscular.
Otro de los mitos fraguados en las inmediaciones de gimnasios durante largo tiempo es el que hace alusión a separar por un lado el ejercicio cardiovascular, y por otro los ejercicios de fuerza. Se ha creído mucho tiempo que cada tipo de ejercicio podía realizarse de forma individual y aislada, para obtener así distintos beneficios. No obstante es imprescindible comprender que un buen hábito de ejercicio implica unir ambas corrientes, y realizarlas conjuntamente para obtener lo mejor de cada una de ellas de forma simultánea.