Viejos amigos: ruptura sino-soviética

La ruptura sino-soviética marca un largo período de enemistad ideológica, económica y geopolítica entre la República Popular de China y la URSS.

Antes de la ruptura, guerra civil china y relaciones sino-soviéticas

Antes de ahondar en la ruptura sino-soviética, conviene analizar el inicio de las relaciones sino-soviéticas, hay que irse a varios acontecimientos claves: las regulaciones del komintern, o Internacional comunista, sobre el Partido comunista chino y las instrucciones de colaborar, o al menos someterse a la dirección, del Partido nacionalista chino o kuomintang en razón de combatir los últimos vestigios monárquicos, a los señores de la guerra y asentar una China republicana unificada. En ese sentido, la postura soviética era de apoyo y reconocimiento total al kuomintang como gobierno legítimo.

En principio, cuando todavía se gestaba la Revolución de Octubre y se enfrentaban blancos contra rojos, el gobierno de los señores feudales autoproclamado Gobierno de Beiyang fue afín a la causa del Imperio Ruso, y tiempo después, a los reductos blancos durante la Guerra civil rusa. Es natural que el apoyo soviético, y su reconocimiento internacional, fuere directo hacia la Segunda República China, o al gobierno nacionalista presidido por el kuomintang con sede en Cantón.

La matanza de Shanghái de 1927 conduce a una inmediata división entre nacionalistas y comunistas —esto, además, es el final del Frente Unido—, siendo además el catalizador para la guerra civil china. A pesar de esto, Moscú vuelve a instruir a los comunistas chinos para que sigan colaborando con el kuomintang y pueda llevarse a cabo la Expedición del Norte, pues era necesaria la unificación del país para la construcción de un movimiento comunista sólido. La posterior Guerra de las Planicies Centrales estalla en 1930 y vuelve a desunir al kuomintang para luego verse la joven China republicana apretada en la intervención japonesa en Manchuria con el Incidente de Mukden en septiembre de 1931 que acaba por establecer el Manchukuo bajo un gobierno projaponés presidido por Puyi, quien habría sido el último Emperador chino.

Mao Zedong y Zhou Enlai en el último período de la Gran Marcha en Yan’an, 1936. Coloreada por Klimbim.

La postura soviética en la guerra civil

Los comunistas y el gobierno siguen enfrentándose cara a cara, ya que la política de Chiang Kai-shek, más allá de sus simpatías reaccionarias, era la de pacificar el país y eso incluía una política interior en contra de los comunistas. Estos últimos son forzados en la Gran Marcha a abandonar sus últimos reductos en el sur y a resguardarse en las montañas, hecho que marca el inicio del acoso de los guerrilleros comunistas y uno de los momentos clave para la guerra civil porque los soviéticos financian militarmente a los guerrilleros ante la obvia ruptura.

Hasta 1942, como lo demuestra la correspondencia secreta entre los comunistas chinos y la Internacional comunista, la postura soviética (la de Dimitrov) sería la de conciliar con el gobierno nacionalista como, de hecho, se ve en una carta dirigida a Stalin y Molotov del 13 de diciembre de 1941. Por este motivo, en junio de 1942 Dimitrov sugiere con gran énfasis que «se haga todo lo necesario para mejorar las relaciones con el kuomintang» porque el fin de esto era garantizar la unidad nacional contra un enemigo común (Firsov, Klehr & Haynes, 2014, pp. 137-138).

El kuomintang y el PCCh tenían una extraña alianza, o tregua, en la que, sin embargo, había fuego de uno y otro. En casi todos los casos, luchaban con métodos distintos y de forma separada. Esto había sido logrado gracias al incidente de Xi’an en 1936 que gracias al secuestro de Chiang Kai-shek se logró establecer una tregua. En vano, por supuesto.

Ante la imposibilidad de lidiar con el entusiasmo del PCCh para alcanzar el poder, y la negativa del kuomintang así como su progresiva alineación política a los Estados Unidos de América, en el curso de la Guerra sino-japonesa y la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos desisten con la estrategia de mantener la unidad. Plena reanudación de la guerra civil con la decadencia de la ocupación japonesa, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas al ocupar Manchuria en 1945 se dispuso a apoyar formalmente a los comunistas chinos para que estos pudieran, tras el paso de los años y con una formidable victoria sobre los nacionalistas, establecer un Estado socialista en 1949 que sería presidido, desde entonces, por Mao Zedong como Presidente de la República Popular y Zhou Enlai como Primer Ministro.

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Tropas soviéticas durante la liberación de Manchuria. Se les puede apreciar con banderas japonesas capturadas. Río Songhua, Manchuria, agosto de 1945.

Realismo político soviético en China

La postura ambivalente soviética atendía a la doble política exterior soviética, una formalmente salida del Kremlin y la otra desde la Internacional aunque ambas, por lógica, tendrían que ser afines a la geopolítica imperial de la Unión Soviética. En ese sentido, era necesario que el Kremlin mostrara compromiso con la unificación china y que, indirectamente, fuera un gobierno progresista y afín a la órbita soviética desde los comunistas chinos pero eran irreconciliables las posturas tanto del gobierno nacionalista como la de los guerrilleros comunistas. Este mismo comportamiento político fue el mostrado en España, en tanto el gobierno soviético colaboraba con el gobierno de la Segunda República pero también con el PCE y el PSOE.

La política soviética en Oriente, tanto como la que tenía en los países del continente europeo y americano, suponía la lucha por los regímenes democráticos y su asentamiento así como la imagen de que el Kremlin no estaba interviniendo directamente, ni tenía intenciones de esparcir el comunismo para no entrar en conflictos con lo que ellos denominaban los Estados capitalistas o burgueses que ejercían de poderes hegemónicos (el Reino Unido, el Tercer Reich, la República Francesa y los Estados Unidos). Así fue como Dimitrov aconsejó al gobierno soviético en un cable dirigido a Stalin, Molotov, Beria y Malenkov que aconsejaba no revivir, bajo ningún concepto, al Partido comunista de Irán porque no era lo suficientemente significativo y era débil, por tanto su activación daría excusas a los agentes británicos y alemanes para volver a la élite persa contra la Unión Soviética.

Nace la República Popular de China: la amistad sino-soviética

Si bien la Unión Soviética ya había suscrito tratados con la República de China, la creación de la República Popular de China supuso un nuevo Estado, y por tanto, una nueva personalidad jurídica que no le ataba a los tratados antes suscritos. Entre estos antiguos tratados se cuentan el de No Agresión de 1936 y el de Amistad de 1945. La República Popular de China es reconocida por la Unión Soviética en 1949.

Para finales de 1949, Stalin y Mao ya habían tenido una primera conversación sobre las relaciones entre ambas naciones y la consolidación de una alianza. En enero de 1950, Mao Zedong pide a Zhou Enlai viajar a Moscú para las conversaciones preliminares y la redacción del borrador para el próximo tratado que vería luz. La conversación entre Mao y Stalin permitió tocar temas tales como el futuro de las tropas soviéticas en Port Arthur (que yacía ocupada por las fuerzas soviéticas tras la derrota de Japón) y su permanencia con beneplácito de Mao, al menos, hasta 1955 así como concesiones soviéticas sobre la zona de Dalny ya que, a juicio de Mao, no podía explotarse económicamente sin asistencia soviética. Otro poderoso acuerdo crediticio fue discutido para fomentar la economía china y la articulación del ejército chino con armamento y equipamiento soviético.

Aquel tratado, el de Amistad, Alianza y Asistencia Mutua, fue suscrito el 14 de febrero de 1950. Era un tratado eminentemente favorable para la URSS en términos geopolíticos, en tanto mantenía su statu quo sobre Manchuria, Sinkiang, los puertos de Dalny, o Dalian, y Lushun. También, dentro del tratado y para 1952, se devolvería el ferrocarril transmanchuriano a la República Popular tras haberlo poseído el Imperio ruso hasta 1905, y luego el Imperio de Japón desde la ocupación de Manchuria hasta 1945. Irónicamente el tratado supondría un dolor de cabeza para los chinos durante la ruptura sino-soviética y los conflictos entre ambas naciones, sobre todo en el agudizamiento de la crisis fronteriza y las reivindicaciones chinas sobre los antiguos territorios usurpados por el Imperio ruso. El tratado, ciertamente, expiraría en febrero de 1979 cuando la peor crisis entre ambas naciones había sucedido y se encontraba Deng Xiaoping presidiendo la nación china. La tortuosa experiencia motivaría a Xiaoping a no renovarlo.

Nikita Jruschov, quien sería autor del discurso secreto y mayor promotor de la desestalinización en la URSS.

Desestalinización y ruptura sino-soviética

Es importante seguir haciendo hincapié en los distintos eventos que marcan la ruptura sino-soviética, de modo que pueden ser tomadas como disertaciones pero sin ellas no podría ser posible analizar correctamente la ruptura y ponerla en contexto. En este orden de ideas, es menester centrarse en la desestalinización, o deshielo, que comienza con el XX Congreso del PCUS del 25 de febrero de 1956 y que se da por la denuncia desde el discurso secreto o Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias de Nikita Jruschov, quien ya había estado moviendo hilos para imponer su camarilla y destruir cualquier remanente de la administración Stalin; de ahí se puede ver la salida de Gueorgui Malenkov, la detención, y evidente muerte, de Lavrenti Beria así como la caída en desgracia de Vaicheslav Mólotov.

En el discurso secreto se denuncia una tendencia que el mismo Jruschov había promovido cuando tenía puestos de importancia en el propio Partido comunista regional en Ucrania; el culto a la personalidad. De forma trapera también decide atacar el liderazgo de Stalin en los años previos a la Segunda Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las críticas recibidas por varios de los oficiales que sirvieron durante la Segunda Guerra Mundial tildando de ridículas las aseveraciones de Jruschov. La desestalinización supone un gran viraje político y la rehabilitación de un sinfín de cuadros comunistas purgados, así como oficiales del Ejército Rojo que no sobrevivieron después de los juicios de Moscú.

La disputa sino-soviética, en ese año, gira en torno a la defensa que hace Mao Zedong a Stalin, aunque de forma crítica, como respuesta al discurso secreto de Jruschov, al que tilda de haber abandonado al marxismo-leninismo por el parlamentarismo y al que acusa de virar a la traición de sus dos «espadas», Lenin y Stalin (Zedong, 1977, pp. 361-380) mientras que, fuera de lo ideológico, las disputas territoriales ya se hacían evidentes, muchas emanadas de las antiguas posesiones de los Qing sustraídas por el Imperio ruso y que la URSS, sin problema, conservó. Habría que reconocer, según Bueno (1991), que no hay garantía de paz perpetua entre Estados continentales y que estos Estados tenderán a enfrentarse o a cooperar contra otros Estados continentales, al punto de que, fuera de cualquier revestimiento ideológico socialista, no sería del todo determinante en estas situaciones (p. 260). Hoy día, por ejemplo, el tablero es distinto cuando dos Estados continentales como China y Rusia se enfrentan a los Estados Unidos. Mao, múltiples veces, acudió a la administración soviética para renegociar las consecuencias de años de los antiguos tratados desiguales.

En el XXII Congreso del PCUS de 1961, además de hablar de cruzar el umbral del comunismo en los años ochenta, Jruschov atacó a Enver Hoxha, mandatario albanés por lo que la delegación china se habría alineado a Albania junto al resto de los delegados comunistas de varios países asiáticos, de tal manera que el XXII Congreso marcó la ruptura definitiva entre la República Popular de China y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, así como la ruptura soviética con la República Socialista Popular de Albania.

Conflicto fronterizo sino-soviético

Habiendo sucedido la ruptura ideológica entre la República Popular y la Unión Soviética, pronto las relaciones diplomáticas llegarían a su punto más bajo con una serie de escaramuzas entre las fuerzas de frontera del lado chino y del soviético, recordando a enfrentamientos tan atípicos como el que tuvieron las fuerzas japonesas contra el Ejército Rojo en Jaljin Gol (1939) en cuanto nunca hubo declaraciones formales de guerra. Aún cuando en 1962 se renegoció la frontera con Mongolia, en reconocimiento a la República Popular, los chinos mantuvieron sus reivindicaciones sobre los antiguos territorios extraídos a los Qing por el Imperio ruso en los tratados desiguales de Aigun, Pekín y San Petersburgo.

Basándonos en Mustafa, a diferencia del gobierno nacionalista chino del kuomintang, cuya actitud en torno a las reivindicaciones sobre territorio soviético era débil, los comunistas guardaron un conveniente silencio por un tiempo para no romper la unidad internacional; al menos hasta que sucedió la muerte de Stalin y se precipitó el asunto, puesto que también implicaba el ascenso de otra camarilla menos conciliadora (1969, p. 326).

Desde 1960 comienzan a hacerse rutinarias las incursiones de civiles y partisanos chinos a territorio soviético, en la mayoría de los casos habiendo denuncias soviéticas y continuos llamados chinos a ocupar el antiguo territorio. El gobierno soviético que veía, en ocasiones, común el acceso de ciudadanos chinos para las explotaciones agrícolas, o los ríos conlidantes, comenzó a verlo luego como un peligro casi como los coreanos nacidos en Rusia cuando se acrecentaron las tensiones con Japón y comenzaron estos a ser trasladados a las repúblicas de Asia Central por temor a una posible amenaza interna, al espionaje y al saboteo. Las acusaciones, sin embargo, fueron mutuas y las violaciones territoriales de una y otra parte, frecuentes.

La situación se vería empeorada en 1969, puesto que los soviéticos denunciarían incidentes fronterizos propiciados por los chinos. Según la versión dada por sus medios de prensa, en la mañana del 02 de marzo por lo menos treinta militares chinos violarían la soberanía soviética de la isla de Zhenbao, también conocida como Damanski para los rusos (retornada a China en reconocimiento a su soberanía en 1991) mientras que la versión china denunciaba que las tropas soviéticas ingresaron a territorio chino con carros armados y otros vehículos lanzando un ataque sorpresa sobre los guardias fronterizos chinos y cobrándose varias bajas, siendo un ataque proveniente de Nizhne-Mikhailovk y Kulebyakinye (Mustafa, 1969, p. 322)

De acuerdo a Mustafa (1969) entre el 18 de marzo y el 8 de abril 1969, los medios soviéticos reportaron numerosos ataques y provocaciones desde el lado chino donde se contaban ataques con artillería, morteros y ametralladoras (pp. 322-333). Un día después de los incidentes más graves, el 03 de marzo, hubo una aglomeración de militares y civiles chinos frente a la embajada soviética de Pekín con mensajes y consignas antisoviéticas, hasta denunciándoles de imperialistas y usurpadores. El día 07, en represalia, los soviéticos repitieron un acto parecido en la embajada china de Moscú lanzando piedras, botellas y bombas de pintura. La burocracia soviética era definida, según los medios chinos, como el nuevo zarismo, y aquí precisamente era Jruschov el nuevo Zar según el Diario del Pueblo del 20 de marzo de 1969.

El asunto quedaría sin solución hasta 1991 que es cuando se firma el acuerdo fronterizo entre ambas naciones, año en el que irónicamente la URSS se despedazaría y caería, al menos formalmente, el comunismo soviético para surgir así el Nuevo Orden, o el statu quo, de los Estados Unidos de América; en este sentido, la imposición absoluta de la sociedad pletórica de mercado y el «fin de la historia» en coordenadas filosóficas. A pesar de no escalar a una guerra abierta, es posible que Jruschov, cuya política exterior fue aventurera, haya amenazado a los chinos con el uso de armas nucleares como lo confirma la bitácora periodista de cada país e, incluso, la prensa occidental. Estados Unidos, viendo el desequilibrio en la balanza y a la URSS como el principal enemigo, abogaría en favor de China amenazando a la Unión Soviética con una retaliación nuclear.

Acontecimientos posteriores y una conclusión

El resto fue en el tablero del movimiento comunista internacional, ya disgregado. Si bien Stalin había roto relaciones con Tito, y Yugoslavia, posteriormente retomaron las relaciones bilaterales. La ruptura con Albania, que también era enemiga de Yugoslavia, no parecía salir de ese estancamiento y los chinos seguían dirigiendo luchas coloniales, o Partidos comunistas, en oposición a los soviéticos; fue una auténtica guerra entre Imperios de cosmovisión socialista. Desde Angola hasta la India así como el incipiente continente africano estuvieron en una continua disputa entre los dos más grandes Imperios socialistas y los Estados Unidos de América en composición con los decadentes Imperios coloniales de Bélgica, Portugal, Reino Unido, etcétera.

Si hubiera de contar otro de los acontecimientos más álgidos, pero indirecto todavía, es el que surge en la Guerra camboyano-vietnamita de 1978 que termina con la Kampuchea Democrática, el sangriento régimen de Pol Pot en respuesta al continuo acoso de los Jemeres Rojos en la frontera camboyano-vietnamita. La Unión Soviética vio con entusiasmo el derrocamiento de los Jemeres, en tanto era un enclave importante para los chinos por la obvia orientación maoísta. A futuro (en 1989), se lograría la retirada de las tropas vietnamitas de Camboya y en 1993 la restauración de la monarquía camboyana acabando así con el gobierno provietnamita. Pero antes, los chinos habrían intentando intervenir tras el vencimiento del Pacto de amistad con los soviéticos y se enfrentarían con contundencia a los vietnamitas siendo, sin embargo, derrotados en la conocida Guerra sino-vietnamita de 1979, guerra cuya duración no pasa del mes. La República Popular de China vio, con esta intervención, una forma de imponer su statu quo en la región sin resultado alguno, pues las fuerzas vietnamitas (que ya habían logrado unificarse) estaban muy bien entrenadas, dotadas y guiadas por asesores soviéticos.

Esta enemistad tuvo sus consecuencias, y hasta llegó a manifestarse durante la intervención soviética de Afganistán donde los chinos, flagrantemente, colaboraron con los Talibanes proporcionándole armamento para hacerle resistencia al Ejército rojo tanto como los vietnamitas, en su momento, le hicieron resistencia a los norteamericanos. Los chinos buscaron alterar el peso de la balanza, y seguir dándose a conocer como la nueva vanguardia comunista, vanguardia que además decía tener mayor legitimidad por ser una respuesta al proceso de viraje y revisionismo soviético, una oposición al imperialismo soviético decían. Pero, al mismo tiempo, los comunistas chinos ejercían su imperialismo en tanto no habían dejado de ser un Imperio, ni dejaban de circular bajo esa lógica.

Sólo la debilidad de la camarilla Gorbachov, la caída de la URSS y el surgimiento de la Federación rusa lograron paliar estas diferencias, y permitir a la República Popular recuperar sus antiguos territorios, o una parte de ellos, terminándose así toda una época de disputas; primero con los Zares y luego con los burócratas soviéticos. La desmilitarización soviética de Mongolia, y la independencia de las repúblicas de Asia Central, llevó a aliviar a futuro las tensiones y a promover los acercamientos entre China y Rusia, países que hoy día colaboran de forma intensa como un solo eje contra el gran Estado continental que supone Estados Unidos.

Bibliografía:

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