La antimateria es, a grandes rasgos, todo lo contrario a la materia. Es un concepto difícil de explicar, cuya existencia actualmente se conoce gracias a que se ha conseguido emular artificialmente en algunos laboratorios.
Pero, ¿qué significa ser algo contrario a la materia? ¿Cómo se puede explicar que existan elementos formados por materia negativa, por antipartículas?
Todos los cuerpos que conocemos en nuestro planeta son materia, en cuanto que poseen unas características físicas y químicas propias, una masa específica y ocupan un espacio determinado.
Pues bien, la materia está formada por unidades indivisibles llamadas átomos, que se unen para dar lugar a los distintos compuestos que conocemos normalmente.
Estos átomos poseen una carga eléctrica y una estructura atómica y molecular propia: se subdividen a su vez en protones (carga positiva +) y electrones (carga negativa -), que giran alrededor de los neutrones.
Pero en el caso de la antimateria, las cargas eléctricas se invierten y los protones pasan a tener carga negativa y viceversa.
Si en algún momento materia y antimateria entraran en contacto físico, se liberaría una cantidad de energía pura al 100% tan poderosa que solucionaría para siempre todos los problemas energéticos actuales de la Tierra.
Pero dejando al margen su evidente poder destructivo, el hallazgo de la antimateria también ha traído consecuencias beneficiosas para la humanidad.
No obstante, en nuestro planeta no podemos encontrar antimateria de forma natural, porque desaparecería al instante. Y producirla en un laboratorio es tremendamente costoso: un gramo valdría el equivalente al Producto Interior Bruto mundial, y un miligramo, aproximadamente 74.000 millones de dólares, siendo mucho, mucho más cara y valiosa que el oro o los diamantes puros.
Actualmente, el satélite Pamela ha descubierto la existencia de antimateria en una amplia órbita formada por bandas de anillos concéntricos alrededor de la Tierra. Los astrofísicos que encontraron los primeros antiprotones dedujeron que su presencia se debía a la continua colisión de rayos cósmicos contra las capas más externas de la exosfera atmosférica.
Según Alessandro Bruno, profesor en la Universidad italiana de Bari y coautor de la investigación, se trata de la fuente de energía en forma de antimateria más cercana y «relativamente barata» a nuestro planeta.
Además, la antimateria no genera ni radiación ni ningún otro tipo de contaminación y una simple gota podría servir a una ciudad tan grande como Nueva York para autoabastecerse de energía eléctrica durante todo un día.
También se está probando su posible utilización en microscopios, facilitando la ampliación y calidad de imágenes exponencialmente superiores a las que poseen los actuales microscopios más técnicos y precisos; y su empleo revolucionaría el mundo de la investigación científica hasta un punto que difícilmente podríamos llegar a ser capaces de comprender hoy en día: viajes espaciales, poder calorífico, aleaciones desconocidas, mejoras de sistemas de seguridad (para evitar accidentes de tráfico, por ejemplo), avances en el campo del magnetismo o de la criogenización y otras muchas y prácticamente infinitas posibilidades.