La increíble desecación del mar de Aral

Cualquiera que haya estudiado geografía hace años se llevará una monumental sorpresa si decide repasar la actual región de Asia central. Cualquier persona curiosa e interesada en la geografía notará una gran ausencia: ¿dónde está el mar de Aral? ¿Qué ha ocurrido con el cuarto lago más grande del mundo?

«Los hombres del Politburó consideraron que ese mar, allí, en mitad de la nada, que consumía el agua preciosa de los ríos Sir Daria y Amu Daria, era un error de la naturaleza, un recurso ocioso que la revolución podría poner en valor.» Fernando Díaz Villanueva

Los cambios geográficos suelen ser lentos, pero no hay inalterabilidad. Las modificaciones en la geografía política son frecuentes y comúnmente asumidas, sin embargo, las grandes alteraciones de la geografía física son más impresionantes, particularmente si se producen en un brevísimo intervalo de la historia y son el producto directo de la caprichosa acción humana. Este es el caso del mar de Aral. La terrible desecación del mar de Aral ha sido calificada como “uno de los más espantosos desastres” según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Mar de Aral en 1989 (izquierda) y en 2014 (derecha).

El mar de Aral, a pesar del nombre es un lago. No obstante, al ser un lago endorreico se produce una concentración de sales, pues lo característico de estos lagos es que no tienen salida fluvial. El drenaje es interno, es decir, por evaporación o infiltración y las sales se retienen. Por este motivo también se los llama mares interiores. Este lago se encuentra entre Kazajistán y Uzbekistán.

La disminución del mar de Aral es más que significativa. En cifras aproximadas, lo que en 1960 era un formidable lago (el cuarto más grande del mundo) cuya superficie cubría unos extensos 68.000 kilómetros cuadrados, pasó a ser un mero vestigio que llegó a ocupar alrededor del diez por ciento de lo que fue. Ha descendido hasta el decimoséptimo lugar en la lista de lagos más grandes del planeta. En 1998 el lago se partió en dos, los cuales tenían una superficie conjunta de 28.690 kilómetros cuadrados. En 2004 se dividió en cuatro lagos con una superficie conjunta de 17.160 kilómetros cuadrados, y ya en 2008 quedaban dos lagos (Norte y Sur) que cubrían entre los dos aproximadamente 6.800 kilómetros cuadrados.

Barcos abandonados en el antiguo lecho del fondo del mar de Aral, ahora desértico.

En 2010 el volumen total de los dos lagos era de 98,1 kilómetros cúbicos y se estima que en 2031 bajará hasta los 75,4 kilómetros cúbicos, de los 1.100 que tenía en 1960. La desecación no sólo afectó al mar de Aral, pues los 2.600 pequeños lagos nutridos por los ríos Amu Darya y Syr Darya se redujeron a 400 en 1985. Los bosques y carrizales de antaño son ahora el diez por ciento de lo que fueron. La biodiversidad ha quedado especialmente dañada.

Hay que decir que no se trata de la mera desaparición de un valioso elemento del planeta —lo cual ya es suficientemente grave— sino que es un desastre ecológico con un fuerte impacto en la vida social, económica y en la salud. En el lugar del antiguo mar de Aral ha ido ganando terreno a una velocidad vertiginosa el Aralkum, esto es, el nuevo desierto de suelo arenoso salino contaminado por los fertilizantes y pesticidas en su mayor parte. La aridificación se ha convertido en la fuente de dañinas tempestades de polvo. El fuerte viento transporta entre 15 y 75 millones de toneladas de arena contaminada al año. En las tempestades, las nubes de polvo y sal llegan hasta los 400 kilómetros de extensión y las partículas más pequeñas pueden llegar a trasladarse hasta una distancia de 1000 kilómetros.

Evolución del mar de Aral

Las zonas pobladas son las que sufren las terribles consecuencias de la aridificación. La agricultura y la ganadería se ven afectadas negativamente por las tempestades. Además, el frío invernal y el calor veraniego de la zona se han acentuado por la retirada del agua y la llegada del clima árido. Las concentraciones de polvo y sal han generado un notable aumento de los trastornos respiratorios y renales. La salinización ha afectado también al agua potable. La industria pesquera, que aportaba el 50 por ciento de los ingresos de poblaciones de la zona, se ha convertido en pobreza y desempleo por evidentes razones. La mala salud y la pobreza ha provocado una importante emigración. Las ciudades de Mo‘ynoq y Aral fueron grandes ejemplos de ello. Hoy sólo quedan barcos oxidados en el desierto.

“En Moynaq visité una fábrica procesadora de pescado abandonada. Hacía tiempo que la producción se había detenido, debido a que las pesquerías comerciales de la ciudad habían ido desapareciendo… La pérdida del mar de Aral ha dejado en seco a los qaraqalpaqs. Sin agua no tienen trabajo, ni ingresos ni futuro.”

(Galima Bukharbaeva, corresponsal de IWPR, Uzbekistán)

¿Qué ha causado la terrible desecación?

La causa fue el desvío de los recursos hídricos. El mar de Aral recibe su agua de los ríos Amu Daria y Sir Daria. Alrededor de 1960 la Unión Soviética realizó trasvases de agua de estos ríos para regar cultivos de algodón, y el algodón es un cultivo sediento. La producción intensiva de algodón de la URSS continuó tras su caída por parte de las repúblicas independientes de Asia central. Juliette Williams (2007), directora de la Fundación por la Justicia Ambiental, explica que “actualmente se utiliza para irrigación el 85% del agua disponible, principalmente para el cultivo de algodón, que consume casi 20.000 litros de agua por cada kilo de algodón cosechado. Poca de esa agua alguna vez llega al mar de Aral; peor aún, hay momentos del año en que el Amu Darya está seco mucho antes de alcanzar el delta”.

Barcos abandonados en el antiguo lecho del fondo del mar de Aral, ahora desértico.

La intención de la URSS era desarrollar cultivos de regadío con los que obtener productos como cereales. No obstante, el principal producto era el algodón. De hecho, actualmente Uzbekistán es de los países que más algodón producen a nivel mundial. Para ello se construyeron canales de irrigación a gran escala.

En 1954 se empezó a construir el canal de Karakum, el canal de irrigación más extenso. Los ingenieros jugando a ser Dios consiguieron desviar unos 13 kilómetros cúbicos anuales de agua del río Amu Daria atravesando el desierto de Karakum. Este inmenso canal sirvió para la promoción soviética del monocultivo de algodón. La producción de algodón fue en aumento, así como el volumen de agua para la irrigación. Esto implicó el descenso continuado del nivel del mar Aral. Hacia 1960 el Aral ya casi no recibía agua. Daba igual, era lo planificado por los hombres del politburó. Las aguas bajaban unos 20 centímetros al año, sin embargo a partir de 1975 empezó a aumentar a una velocidad mucho mayor, alrededor de un metro al año a principios de 1980, condenando a las localidades costeras a la ruina más absoluta. Muchas de estas comunidades hoy tienen penosas condiciones de salud. En Karakalpakstán las mujeres padecieron una pandemia de anemia, que golpeó a la pequeña república en los años noventa. Los médicos locales afirmaron que se debía a la contaminación del agua. El agua potable que consume la mayoría de las personas es agua de drenaje contaminada, saturada de sustancias químicas concentradas procedentes de los campos de cultivo de algodón y de sales.

Tras la caída del comunismo soviético, se realizaron trabajos para la conservación y restauración del mar de Aral y se ha logrado cierta mejora. Sin embargo, los esfuerzos no son suficientes y todavía sigue quedando muy lejos aquel inmenso lago endorreico anterior a 1960. Como dice el historiador Fernando Díaz Villanueva la Unión Soviética había colapsado «dejando moribundo el que fuera el cuarto mayor lago del mundo. Nadie, por descontando, se hizo responsable de la salvajada, y las organizaciones ecologistas occidentales, obsesionadas entonces con el agujero de la capa de ozono y el CFC de los desodorantes, no dijeron ni mu.»

Mar de Aral en agosto de 2017 

Bibliografía

Harriman, L. (2014). El futuro del mar de Aral reside en la cooperación transfronteriza. Boletín – Organización Meteorológica Mundial. Vol.63, N.1, pp. 6-9.

Williams, J. (2007). La desecación de un mar: de cómo el algodón dejó al Aral sin agua y sin gente. Ecología política. N. 33, pp. 89-92.

Díaz Villanueva, F (2013). Historia criminal del comunismo.

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