Roma, año 64 d.C., un gran incendio asoló la ciudad del Imperio romano; Londres, año 1666, el fuego destruyó la capital inglesa; Madrid, año 1734, las llamas arrasaron el Alcázar de la capital de España. El fuego tardó en extinguirse cuatro días y se llevó por delante medio millar de obras de Arte; Chicago y Peshtigo, año 1871, ambos incendios en EEUU se cobraron cerca de tres mil vidas humanas; Santander, año 1941, miles de santanderinos se quedaron sin hogar y su catedral, arrasada. París, año 2019, los bomberos lograron que la catedral de Notre Dame no se perdiera para siempre.
Son algunos de los incendios históricos a los que tuvieron que hacer frente hombres destinados para tal fin. En la mayoría de ellos se perdieron vidas humanas. En todos, edificios, hogares y patrimonio cultural. Sin los bomberos, los vigilantes del fuego en época romana, el desastre humano y material hubiese sido peor.
El trabajo de los bomberos implica riesgo, decisiones en milésimas de segundo y estrategias. Salvar vidas es su principal cometido en un incendio aunque en ello pongan la suya en peligro. Su primer paso por la historia está ligado a Roma, la ciudad más poblada de la antigüedad, donde el Emperador César Augusto creó allá por el siglo I de nuestra era el primer cuerpo de bomberos profesional de la Historia, los vigiles.
Las primeras máquinas contra incendios
En 2004, un grupo de arqueólogos alemanes descubrieron en el valle del Rin una bomba de agua de la época romana. Una máquina capaz de lanzar agua a 25 metros de distancia. Aquel artilugio era fruto de la mente ingeniosa de dos griegos: Ctesibius y Herón.
Cuatrocientos años antes de Cristo, Ctesibius creó la shipona, una bomba de doble acción, operada manualmente, y que lanzaba un chorro hasta el incendio. Doscientos años después, Herón inventó la jeringa,que consistía en dos pistones de bronce conectados a una sola salida. Los cilindros estaban ajustados a una base de madera que permanecía sumergida en el agua y así se conseguía lanzarla con mayor presión. Ambos ingenios se utilizaron en Grecia y Roma contra los incendios y sus características fundamentales se usan miles de años después. Con anterioridad a estas invenciones no se conoce ninguna máquina para combatir los incendios, solo el cubo de cuero. Se trataba de un aparato hecho con los intestinos y el estómago de los bueyes. Los intestinos se usaban como mangueras por su elasticidad mientras que el estómago servía de saco de lona, de tanque. El saco se llenaba de agua y los intestinos se estiraban hasta alcanzar las llamas. Varios hombres hacían presión sobre el saco obligando al agua a pasar a través de esas mangueras hasta el incendio.
Un cuerpo de bomberos romano
El primer cuerpo de bomberos de la Historia no fue un cuerpo de aficionados. Fueron entrenados, equipados y recibían un sueldo e incluso pensión. Dependían de un Prefecto que, a modo militar, velaba para que Roma luchara de manera rápida y eficaz contra los incendios. La ciudad se dividió en diez distritos y en cada uno de ellos actuaba una Compañía. Al frente de ésta había un tribuno, centuriones y vigiles. Unos transportaban el agua, otros la arrojaban al fuego con bombas de mano (siphos). Con lanzas provistas de ganchos, otros se sujetaban a los techos y paredes de los edificios en llamas. El resto se ocupaba de tareas de derribo y de auxilio de personas. Si algún ciudadano romano entorpecía la labor de extinción del incendio, el Prefecto tenía potestad para arrestarlo e imponerle un castigo a base de azotes. En total, unos diez mil hombres fueron los primeros bomberos profesionales de la Historia.
El olvido de los bomberos en la Edad Media
Con la caída del Imperio romano poco se sabe de grupos especializados en la extinción de incendios. Hay conocimiento del toque de campanas desde las iglesias avisando a la población, del requisito de la llegada de la noche para extinguirlos, de ordenanzas por las cuales se obligaba a sustituir las cubiertas de paja de los edificios por paredes de piedra y tejados de pizarra o teja, de serenos que avisaban de los incendios o de la obligatoriedad de disponer en las viviendas de agua reservada a posibles incendios como medida de colaboración con la comunidad. Hay que esperar casi al siglo XV para encontrar medidas de protección estatal contra incendios y el uso de diferentes instrumentos y aparatos para combatirlos.
Incendios de la Edad Moderna
Tras el incendio de Londres de 1666 se intensificó la organización de los cuerpos de bomberos y de las compañías de seguros. Poco a poco las bombas de agua ganaron en complejidad y altura. En la ciudad holandesa de Amsterdam en 1672 se ideó la primera manguera de extinguir incendios construida en cuero. Con ella los bomberos podían colocarse a mayor distancia de las llamas para su mayor seguridad y atacar el fuego en su base. En 1736 se funda la Union Fire Company, la primera compañía de bomberos voluntarios en EEUU. En Europa, en 1810 la Francia de Napoleón profesionalizó su labor y se organizaron con una estructura militar. En Reino Unido, Escocia contó con bomberos profesionales a partir de 1824 y Londres ocho años después. Con el inicio del siglo XX comenzaron a circular por las calles de las ciudades los modernos camiones de extinguir incendios.
Origen de los bomberos españoles
En 1497 en Valladolid los “moros llamados a matar el fuego” recibían tres mil maravedíes por su labor en la extinción de incendios en la ciudad. Se trataba de una treintena de moriscos, que armados con diferentes herramientas, se dedicaban a sofocar el fuego. En 1515 la reina Juana I de Castilla emitió una Cédula Real por la que se estableció lo que podríamos denominar el primer cuerpo de bomberos oficial. Pero aquellos primeros bomberos se vieron desbordados ante el gran incendio que sufrió Valladolid en 1561. El fuego destruyó el centro urbano y se propagó durante dos días. La colaboración ciudadana fue imprescindible para su extinción. Tras este gran incendio, Felipe II dotó a la ciudad de ocho vigilantes que avisaban a los vecinos con trompetas para que dieran la alerta ante cualquier indicio de incendio.
En 1577 la villa de Madrid acordó la necesidad de dotar a la ciudad de los materiales necesarios para poder sofocar los incendios que se diesen en la ciudad. Para ello se compraron jeringas, cubos de cuero, azadones, piquetes, escaleras… En 1771 Barcelona sufre un importante incendio y se obliga al ejército y a los gremios de albañiles y carpinteros a participar en la extinción de futuros incendios en la ciudad condal, y a las iglesias, a tocar las campanas para alertar de los mismos. En 1789, también en Madrid, por disposición real se vincula a los gremios en los trabajos de extinción, se les asignan tareas según su profesión y se les entregan las herramientas necesarias para tal fin.
En el siglo XIX algunas ciudades españolas publican sus primeros reglamentos de extinción de incendios y se constituyen los primeros cuerpos profesionalizados. Es en la ciudad de Granada donde podemos hablar del primero de esos cuerpos en 1821, la Compañía de Zapadores Bomberos. Estaba formado por 160 personas organizados en cuadrillas y asistidos por sanitarios y médicos. En años sucesivos se crean cuerpos semejantes en Madrid, Sevilla, Zaragoza, Barcelona… Poco a poco se fue especializando su trabajo reduciéndose el número de voluntarios y aumentando el de profesionales. A día de hoy, seguirán haciendo historia.
Referencias:
- www.historiasdelahistoria.com
- ww.bomberosperu.gob.pe
- www.curiosfera.com
- www.elnortedecastilla.es
- www.belt.es