Tras la evacuación del ejército franco-británico en Dunkerque y la posterior rendición de Francia el 22 de junio de 1940, el III Reich alemán tenía bajo su control o influencia a Europa occidental. El único país que quedaba al frente de la resistencia era el Reino Unido, todavía protegido por su condición de isla.
El III Reich contra el Imperio de Su Majestad
El 1 de septiembre de 1939, dio comienzo la Segunda Guerra Mundial con la invasión relámpago de Polonia por parte del III Reich alemán. La nación polaca esperó en vano la ayuda de sus aliados Reino Unido y Francia, que optaron por mantenerse a la defensiva. Una vez caída Polonia, los planes de Hitler se centraron en el oeste de Europa. Para mayor vergüenza de los aliados, durante este período tanto británicos como franceses permanecieron pasivos (drôle de guerre o guerra de broma). En abril de 1940, el führer atacó por sorpresa a las neutrales Dinamarca y Noruega. Posteriormente, en mayo de 1940 comenzó la ofensiva contra Luxemburgo, Bélgica, Países Bajos y Francia. Los franceses confiaron demasiado en su sistema fortificado a lo largo de su frontera con Alemania, la línea Maginot, que se demostraría inútil ante la imparable Blitzkrieg alemana (guerra relámpago). La ineficacia del ejército francés, unida a la dramática evacuación del ejército británico en Dunkerque, precipitaron la posterior firma del armisticio con Francia el 22 de junio de 1940. Ya sólo quedaba Reino Unido frente a frente contra el III Reich.
Hitler pensaba que una vez rendida Francia, no tendría demasiados problemas en doblegar a Gran Bretaña. Los aventajados británicos nunca se habían visto tan solos frente a una potencia continental del calibre del III Reich. Para su desdicha, Estados Unidos seguía permaneciendo neutral y la Unión Soviética había firmado un pacto de no agresión con Alemania el 23 de agosto de 1939 (conocido como el pacto de Ribbentrop-Molotov). En aquel entonces Reino Unido contaba con la marina de guerra más potente del mundo. Hitler llegó a ofrecer en reiteradas ocasiones un pacto de paz al Reino Unido pues por el momento prefería cerrar el frente occidental. No obstante, el primer ministro británico Winston Churchill se negó en rotundo tras profundas y largas reflexiones. Éste no se fiaba de las supuestas intenciones pacifistas del líder alemán y decidió emplear todos los recursos a su alcance para continuar la guerra, aunque Reino Unido se encontrase solo frente a la amenaza nazi (‘Jamás nos rendiremos’). Ante la negativa británica de alcanzar un armisticio honroso, se planeó una invasión anfibia al único país que todavía resistía al III Reich.
Plan Norte-Oeste (‘Noroeste’)
Si bien Hitler no tuvo noticia de dicha operación anfibia hasta mayo de 1940, la Kriegsmarine (la Armada alemana) ya la había estudiado en noviembre de 1939 en lo que se conoció como plan Norte-Oeste. Dicho plan planteaba una invasión a pequeña escala en las regiones de Yarmouth y Lowestoft mediante tres o cuatro divisiones de infantería, que sería seguida por una segunda oleada de divisiones Panzer y motorizadas. Se contaba con poder utilizar los puertos del Mar del Norte y el Báltico. Para entonces todavía no había empezado la campaña contra Francia y el Benelux entre mayo y junio de 1940. El alto mando de la Luftwaffe declaró en diciembre de 1939 que una invasión de Gran Bretaña solo podía contemplarse en condiciones de una superioridad aérea absoluta. Esto era debido a la incapacidad de la Kriegsmarine de poder ofrecer una escolta adecuada a los buques para la operación anfibia dada la supremacía incontestable de la Royal Navy.
Preparativos de la operación
El almirante y comandante en jefe de la Kriegsmarine, Raeder, planteó a Hitler la posibilidad de una invasión el 21 de mayo de 1940. En un principio, no tuvo especial interés por esta iniciativa, pero ante la negativa del gobierno británico a la propuesta de paz, se retomó el plan. El contraalmirante Fricke elaboró un informe llamado ‘Estudio Inglaterra’ sobre la base del Plan Norte-Oeste. En este informe se ponían de manifiesto las dificultades que entrañaba dicha operación, como la escasez de naves para llevar a cabo el desembarco. En la directriz 16 (del 16 julio de 1940) se cursaron las órdenes para iniciar la operación. Se consideró atravesar el Canal de la Mancha por el lado más estrecho del mismo. En el borrador de dicho informe aparecía la palabra ‘León’ pero el propio Hitler decidió apodarla finalmente como la ‘Operación León Marino’.
Condiciones para la operación
El plan pretendía organizar un ataque por sorpresa. Se había sugerido la posibilidad de ciertas acciones preliminares como la conquista de la isla de Wright o Cornualles. Para llevar a cabo la invasión con éxito primero era necesario cumplir una serie de objetivos:
- Destrucción del poder ofensivo de la Royal Air Force (RAF).
- Eliminación de minas enemigas en las rutas marinas y ulterior defensa de los puntos de desembarco (Dover, Aldernay y Portland) para evitar la entrada de fuerzas enemigas.
- Protección del cruce del Canal mediante artillería costera.
- Hostigamiento a las fuerzas navales británicas en el Mar del Norte y en el Mediterráneo con la ayuda de Italia.
La cadena de mando estaría al cargo de Brauchitsch, Raeder y Göring (tierra, mar y aire respectivamente). Las fuerzas de desembarco estarían comandadas por el mariscal Von Rundstedt. Se componían del 9º y 16º ejércitos organizados en tres oleadas. La primera oleada se compondría inicialmente de 6 divisiones (90.000 hombres) más el refuerzo de 7 divisiones más, sumando 260.000 hombres. En total el III Reich esperaba movilizar cerca de 1 millón de hombres en dicha operación. La Kriegsmarine se encargaría del transporte de tropas en los puertos de invasión. En cuanto a la Luftwaffe, su misión consistía en destruir a la RAF, proporcionar escolta a la flota de invasión y neutralizar las defensas costeras una vez producido el desembarco. Brauchitsch consideraba que la operación se completaría en un mes. Sin embargo, tan ambicioso plan se encontraría con la oposición firme de la Kriegsmarine, bastante más realista en cuanto al plan se refería. Por otro lado, Hitler siempre había considerado a la Operación León Marino una empresa demasiado arriesgada debido a la superioridad marítima del Reino Unido frente a Alemania. Además su verdadero objetivo siempre había la Unión Soviética, que esperaba a convertir en una gigantesca colonia de poblamiento alemán.
La Batalla de Inglaterra
A pesar de sus recelos iniciales, Hitler ordenó a sus generales iniciar la operación a principios de julio de 1940. Para que tuviese éxito era necesario que la Luftwaffe tuviera en todo momento la superioridad aérea en el sudeste de Inglaterra. Después, una unidad de paracaidistas establecería una cabeza de puente desde Dover para que la Kriegsmarine alemana comenzara con el transporte de las tropas terrestres por vía marítima. Herman Göring, comandante de la Luftwaffe, prometió a Hitler una victoria rápida sobre la RAF británica (Royal Air Force) que duraría solo unos pocos días. La estrategia se basaría en una aniquilación completa de las fuerzas aéreas británicas que permitiera posteriormente a la Wehrmacht iniciar el ansiado desembarco anfibio en suelo británico. Göring contaba para ello con tres flotas de la Luftwaffe que sumaban un total de 3.600 aviones frente a los escasos 871 aparatos de la RAF.
A principios del mes de julio, la Luftwaffe se dedicó a atacar convoyes británicos en el canal de la Mancha, así como instalaciones industriales cerca de Londres, aeródromos militares y estaciones de radar, sin atacar por ahora a la población civil. La batalla de Inglaterra había comenzado. A pesar de la supuesta superioridad numérica de la aviación alemana, Reino Unido contaba con la tecnología del radar, lo que le permitía una mayor rapidez de acción para detectar a los aviones enemigos y concentrar sus cazas allí donde más se necesitaran. También se fabricaron en masa los míticos cazas Hurricane y Supermarine Spitfire, que marcarían un antes y un después en la historia de la aviación. Parecía que a la ‘Pérfida Albión’ todavía le quedaban muchos cartuchos de reserva.
Ante los ataques alemanes, se suspendió el tráfico marítimo británico en el Canal de la Mancha. El 15 agosto de 1940, Göring decidió cambiar de táctica y combatir directamente en suelo británico, en lo que se conoció como ‘Operación Día del Águila’. Los objetivos cambiaron para centrarse en bombardear activamente a los aeródromos británicos, las defensas costeras y las redes de carreteras, para hacer más efectiva la posterior invasión. Ante esta situación, los británicos desarrollarían sistemas de camuflaje para hacer más indetectables sus aviones en el aire y además se crearon hangares falsos para que éstos fuesen bombardeados por la Luftwaffe en vez de los originales. Tras muchos encuentros en el aire, parecía que Alemania estaba doblegando a Reino Unido con la destrucción de sus aeródromos, pero un inesperado evento iba a cambiar el curso de la batalla.
Blitz: ataque sobre la población civil
Entre el 24 y el 25 de agosto de 1940, fue bombardeado por error el East End de Londres. Como respuesta, los británicos decidieron atacar el aeropuerto de Tempelhof y la factoría Siemens. También se llevaron ataques sobre Leipzig y Hannover aunque el objetivo principal era Berlín. El bombardeo sobre Berlín coincidió con la entrevista del ministro de Asuntos Exteriores soviético Molotov con su homólogo alemán Ribbentrop. En dicha entrevista Ribbentrop se jactaba de la inminente victoria alemana frente al Imperio Británico. Dicha entrevista se hubo de suspender por los ataques aéreos de la RAF, dejando en evidencia al presumido Ribbentrop.
Aunque los daños sobre Berlín no habían sido especialmente cuantiosos, Churchill provocó la ira de Hitler ordenando el führer el bombardeo sistemático de las ciudades británicas en vez de los aeródromos, como hasta entonces se había hecho. Esta táctica se conoció con el nombre de ‘Blitz’, teniendo lugar entre el 7 de septiembre de 1940 y el 16 de mayo de 1941, con el objetivo de sembrar el pánico entre la población civil británica. A pesar de sus demoledores efectos humanos y materiales, se había desviado el objetivo principal de los aeródromos, lo que permitió a Reino Unido reorganizar su defensa aérea y mantener a raya a la poderosa Luftwaffe. En esta ocasión, Hitler se dejó llevar por sus pasiones antes que por la estrategia militar.
Suspensión de la Operación León Marino
A pesar de los múltiples esfuerzos de la Luftwaffe contra la RAF, no se estaba consiguiendo el objetivo inicial de la operación, que era el de acabar con toda la aviación británica como requisito fundamental para llevar a cabo la Operación León Marino. Hitler decidió suspender la operación el 17 de septiembre de 1940 y emplear el bombardeo nocturno para así evitar enfrentamientos directos con la aviación británica. Por otro lado, la RAF empezó a recibir pilotos procedentes de todos los rincones del Imperio Británico. También contó con voluntarios procedentes de países que ya habían sido ocupados por Alemania como franceses, belgas, polacos o checoslovacos.
Ante la imposibilidad de seguir combatiendo en el aire eternamente, a finales de mayo de 1941 se suspendieron los ataques alemanes masivos sobre el Reino Unido. Ante este descalabro, las autoridades alemanas consideraron demasiado arriesgado llevar a cabo una invasión anfibia a Reino Unido. La RAF seguía manteniendo su poderío en el aire y la Kriegsmarine seguía siendo muy inferior a la Royal Navy, por lo que este país quedaría a salvo de una ocupación hasta el final de la guerra en 1945. No obstante, los británicos todavía sufrirían bombardeos a manos de las temibles V1 y V2 en los últimos años de la contienda.
Durante la heroica batalla contra Hitler, el primer ministro Winston Churchill pronunció una de sus más famosas frases: “Jamás en la historia de los conflictos humanos, tantos debieron tanto a tan pocos”. Posteriormente Hitler cometería el mayor error de su vida, ya que al no poder llevar a cabo la invasión del Reino Unido, decidió emplear todos sus recursos en la llamada Operación Barbarroja el 22 de junio de 1941 para invadir la Unión Soviética. Dicha operación conllevaría su derrota definitiva en la guerra al abrir un nuevo frente de guerra sin haber cerrado antes el frente occidental, paradójicamente en contra de los postulados esgrimidos en su obra Mein Kampf.
Bibliografía:
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