El verdadero significado de los términos puede que se diluya con el paso del tiempo, pero su esencia se encuentra siempre en el origen de los mismos. Por ello, para dar una definición al concepto de imperio debemos volver al origen, a Roma.
Roma como modelo
La influencia que tuvo el imperio de la Ciudad Eterna se extendió hasta el siglo XVI y muchos conceptos y leyes se basaban en el antiguo derecho romano. Por tanto, tomando a Roma como referencia podemos concluir que un imperio es un pueblo organizado que extiende su ley a otros pueblos que nada tienen que ver con él y les otorga igualdad legal. En este proceso de “acogida”, se extienden también su cultura y costumbres con apenas, o muy poca, resistencia. Con el paso del tiempo, aquellos que eran pueblos ajenos se convertirán en parte fundamental del Estado.
El imperio es una realidad integradora, no excluyente. Pretende engrandecer al Estado aumentando no solo la extensión territorial, sino también el número de sus miembros. Además, este engrandecimiento normalmente se lleva a cabo con un objetivo cultural: por ejemplo, en el caso de Roma la civilización de los pueblos o en el caso de España la evangelización. Por tanto, no es imperio cualquier otra realidad que, aunque sea muy extensa a nivel territorial, excluya y diferencie entre el pueblo dominante y el dominado y no tenga más objetivo que el beneficio económico. Esto último es el imperialismo, resultado de las necesidades insaciables del capitalismo (J.A. Hobson; Lenin). Tampoco es imperio aquella realidad que posee influencia sobre un número extenso de territorios, pero que no los controla militarmente, lo que entraría en la definición de imperio informal de Dandelet para la Edad Moderna, pero que se puede identificar con imperialismo a partir del s. XIX.
Debemos aclarar que en esta concepción no existen imperios malos y buenos (depredadores o generadores como afirma Gustavo Bueno), sino que, o hay imperio o no lo hay, porque nuestra referencia es el Imperio Romano. El imperio es una determinada realidad jurídica de origen romano y aplicada a un conjunto de pueblos. Además, su origen le otorga cierta exclusividad: hablar de Imperio Chino no es del todo justo, porque los chinos no asimilaron el legado romano. Sería más justo, tanto para ellos como para nosotros, hablar de Dìguó Chino, que es el término que hace referencia a los conceptos legales, administrativos y tradicionales que rigieron esa gran extensión de Asia.
Imperio en la Edad Moderna
Los principales líderes de la cristiandad intentaron reconstruir esa realidad que fue el Imperio Romano. La mentalidad medieval y moderna estaba construida sobre la base del legado romano. Sin embargo, las distintas evoluciones de los pueblos a lo largo de los mil años que duró el medievo, el afianzamiento de poder se sus gobernantes, la multitud de culturas y lenguas diferentes que surgieron… todo dificultaba esa unidad. Tan solo el cristianismo se presentaba como el elemento común de Europa frente la división y la amenaza de los infieles al otro lado del Mediterráneo y aun así no era sencillo, puesto que el enfrentamiento entre emperadores y papas fue constante. Sin embargo, cuando Carlos V tuvo en sus manos la más clara oportunidad para reunificar Europa, todo se frustró con la ruptura religiosa en 1521.
Observamos que el concepto de imperio es un término complejo que la historia, y los cambios que se han producido en ella, han ido cargando de diferentes definiciones y puntos de vista. Sin embargo, en las ciencias humanas es necesario aclarar los términos para poder comunicarnos con objetividad, hacernos entender y describir de forma precisa y justa las realidades con las que trabajamos. No es lo mismo imperio que imperialismo, al igual que no es lo mismo conquista que colonización o colonia que virreinato.
Imperio Español
La Monarquía Hispánica constituyó un Imperio, aunque no tuviera un emperador a la cabeza, pero la calidad de imperio no la da el título de emperador, sino el imperium que posee el gobernante y que en Roma era posteriormente ratificado por el Senado. El gobierno hispánico fue integrador y su objetivo, sin descartar el económico, era la evangelización de los pueblos de América. Esta misión fue conferida por el papa a los Reyes Católicos junto con el título que su nombre mismo indica, “católicos”. El testamento de Isabel expresaba este designio “imperial” que debían recoger sus sucesores, respetando a los habitantes del Nuevo Mundo, anunciándoles el Evangelio e integrándolos. Sobre esto también trataron famosos teólogos y juristas de la Escuela de Salamanca, cuyo principal referente tenemos en el dominico Francisco de Vitoria, quienes defendieron los derechos inalienables de los indios, sus propiedades, gobernantes, lengua y costumbres. Sin embargo, animaban a la evangelización, pues consideraban que todos los hombres tenían el derecho de escuchar el Evangelio y oponerse a que fuera anunciado era oprimir a los más humildes. De ahí se deducía la protección frente a gobernantes injustos. Otros pueblos se adhirieron voluntariamente a los europeos, como los tlaxcaltecas, por ejemplo.
Luces y sombras
También es cierto que no todo es bonito en la construcción de un imperio. Está claro que se cometieron abusos en muchos casos, algo propio de la condición humana que suele inclinarse hacia el poder, la ambición y la comodidad. Sin embargo, hemos visto necesario destacar algunos puntos puesto que muchas veces se compara el Imperio Español con el colonialismo decimonónico. Esto último solo obedece al error común de comparar presente con pasado y la tendencia a simplificar las realidades complejas. La palabra imperio posee una gran complejidad, pero ante las dificultades de utilizar o definir un término debemos hacer el esfuerzo necesario para darlo a entender sin que pierda su naturaleza original.
Bibliografía
Dandelet, T.J., La Roma Española, Crítica, 2002
Roca Barea, Mª Elvira, Imperiofobia y Leyenda Negra, Siruela, Barcelona, 2017
Jones, A.H.M., Studies in Roman Government and Law (1960)
Hobson, John A., Estudio del imperialismo, Madrid, Alianza, 1981