A cien años del Desastre de Annual, la turbulencia de los últimos tiempos ha hecho desmemoria para con quienes sufrieron en sus carnes el mayor descalabro militar de la historia de la España contemporánea. ¿Cómo se llegó a aquella tragedia? ¿Por qué Annual? ¿Hubo quienes trataron de impedir la hecatombe?
Una situación delicada
27 de noviembre de 1912. Ante las presiones europeas, Francia acuerda con España la cesión del norte del protectorado en Marruecos que el país galo había fundado 8 meses antes. ¿El pretexto? Apoyar al sultán ante cualquier levantamiento armado para inaugurar un régimen que permita introducir reformas y asegurar el desarrollo económico del país (Tratado de Fez, 30 de marzo de 1912).
Nacía así el Protectorado Español de Marruecos. Un territorio agreste, casi carente de redes fluviales, con una orografía complicada y habitada por insumisas tribus bereberes llamadas cabilas, con las cuales España tenía un difícil reto por delante. Controlar, doblegar y pacificar las cabilas rebeldes no iba a ser tan sencillo como los acomodados políticos de la Restauración auguraban. Los rifeños eran gente de difícil trato, de espíritu hostil y belicoso, acostumbrados a las penurias y expertos en la supervivencia. Los pacos -como fueron conocidos entre los españoles por el sonido de sus fusiles- tenían buena puntería y conocían el terreno como la palma de su mano. Enaltecidos por los cadíes más rebeldes y apaciguados con el brillo de la peseta, los rifeños tan pronto estaban a bien con los españoles como practicaban el tiro al recluta.
En 1920, el Alto Comisario Berenguer apostó por el general Silvestre para dar un vuelco a la incendiaria situación del Rif prendida por Abd el-Krim
El gobierno (y en especial Alfonso XIII) lo tenía claro, había que consolidar la presencia española en el protectorado a toda costa y el Ejército tendría que encargarse de ello. Así, en diciembre de 1912 se crea la Comandancia General de Melilla, que hacia 1920 ocupará el general Manuel Fernández Silvestre, militar de carrera distinguido en Cuba y África y por quien se apostaba para dar un vuelco a la situación del Rif, cada vez más preocupante desde que en 1920 Abd el-Krim, antiguo funcionario del protectorado, venía llamando a los nativos a la rebelión contra los españoles y el sultán marroquí.
La ofensiva española
Para febrero de 1920 el plan del Alto Comisario Dámaso Berenguer era tomar la iniciativa ante las posiciones rebeldes. ¿El objetivo? Golpear de lleno la bahía de Alhucemas, principal foco de resistencia de Abd el-krim, y terminar definitivamente con la rebelión. Así fue como el 7 de mayo el ejército de Silvestre se dirigió hacia Dar Drius (oeste), dando comienzo a las operaciones. Siete meses después, en enero de 1921, el avance prosigue hasta Annual y para marzo de aquel mismo año ocupan la posición de Sidi-Dris. Se cerraba así un cinturón defensivo en torno a Annual, posición estratégica que a partir de entonces serviría como lanzadera del ataque definitivo.
En febrero de 1920 el Alto Comisario decidió poner fin a la insurrección de Abd el-Krim con un ataque directo a su núcleo de resistencia: la bahía de Alhucemas
Hasta aquel momento los movimientos del Ejército español parecían impecables: apenas había sufrido bajas en el incendiario Rif. Pero nada más lejos de la realidad. La inmensa mayoría de los avances se habían conseguido a golpe de peseta, comprando la sumisión de los jefes nativos y sin apenas dejar guarnición alguna que asegurara las posiciones recién tomadas. La fragilidad de la retaguardia de Silvestre era palpable, bastaba una chispa para consumar un desastre.
El preludio del desastre
Y así fue. El 1 de junio de 1921, el Ejército español se hizo con monte Abarrán, principal puesto de avanzadilla de Annual, a 9 kilómetros de la posición. Ese mismo día, a las 6 de la tarde, Abd el-Krim marcha sobre la posición y une a su causa a la policía indígena de la región y la harka de Tensamán, hasta aquel momento aliada de los españoles. La guarnición española de Abarrán, sorprendida, será devastada, perdiendo a gran parte de la tropa y a todos sus oficiales.
Abarrán fue el comienzo del preludio del desastre. Al día siguiente, enardecido por el éxito, Abd el-Krim se lanza sobre Sidi Dris, pero será repelido tras 26 horas de asedio. Lejos de desgastarlos, el fracaso de los rifeños sirvió para seguir sumando adeptos a la causa rebelde y orquestar el gran levantamiento.
Silvestre y Berenguer tomaron los ataques rifeños como sucesos aislados. Para cuando quisieron reaccionar, las harkas de Abd el-Krim estaban a un tiro de piedra de Annual
Fernández Silvestre y Dámaso Berenguer parecían ignorar la situación y tomaban los ataques sufridos por sucesos espontáneos y aislados. A partir del 5 de junio de 1921, con el beneplácito del Alto Comisario, Silvestre comienza a concentrar fuerzas en la posición de Annual con vistas al ataque decisivo sobre Alhucemas. En mitad de los preparativos, el 17 de julio, Abd el-Krim lanza la gran ofensiva contra las líneas españolas. Un ataque múltiple, nutrido por miles de guerreros rifeños y harkas de otras cabilas que hasta el momento habían sido aliadas de los españoles.
El primer objetivo de los rebeldes fue la loma de Igueriben, contigua a Annual. Dirigidos por el comandante Benítez y bajo la consigna de los de Igueriben mueren, pero no se rinden, los defensores del regimiento Ceriñola resistieron al cerco de los rifeños hasta el día 22 de julio. No aguantaron más. Para entonces los sitiados habían consumido toda el agua, el líquido de las conservas, la colonia e incluso sus propios orines.
Las noticias no tardaron en llegar a Annual. Los estremecedores relatos de la ofensiva mora corrieron como la pólvora entre una abultada tropa que por entonces podría oscilar los 5.000 hombres. La tragedia se mascaba. A esas alturas unos 18.000 rifeños avanzaban silenciosos e implacables, dispuestos lanzarse sobre los españoles con la misma brutalidad y eficacia con la que habían actuado en Igueriben.
El Desastre llega a Annual
El general Manuel Fernández Silvestre era consciente de la imposibilidad de resistir en Annual frente al envite de los rifeños: las municiones eran escasas, los víveres raquíticos y el aprovisionamiento de agua poco menos que una ilusión. La misma madrugada del día 22 el general Silvestre solicitó al Alto Comisario Berenguer la retirada, a lo que este se negó prometiéndole refuerzos desde Tetuán. Sobrepasado por la situación, Silvestre dudó en acatar las órdenes y para cuando quiso poner en marcha la evacuación ya era demasiado tarde: unos 6.000 rifeños estaban sobre la posición.
A las 11 de la mañana comenzó la retirada. Silvestre dio orden de que los soldados no porten más enseres que sus armas y municiones y dispuso marchar precipitadamente hacia Ben Tieb, a 18 kilómetros de Annual. La formación de la columna fue tan improvisada y caótica como la orden, y pronto lo sería aún más. La policía indígena, encargada de vigilar las lomas en torno a Annual, ejecutó a los oficiales españoles y acto seguido cambió de bando. Desde los altos comenzó a abrirse fuego indiscriminado contra los evacuados.
Para cuando Fernández Silvestre determinó abandonar la posición fue demasiado tarde. La policía indígena, con apoyo de los rifeños, ejecutó a sus oficiales y abrió fuego sobre los españoles de Annual.
El caos estalló entre la tropa española. Los oficiales se veían incapaces de controlar a unos soldados consumidos por el pánico. Al grito de “sálvese quien pueda”, los convoyes de huida se pisotearon y entorpecieron aún más la retirada, facilitando el trabajo a los rifeños. Muerte, sangre y horror fueron lienzo de la tragedia que pintaron los 687 cadáveres que yacieron aquel día sobre Annual, incluido el del general Silvestre, que perdido todo honor y esperanza -supuestamente- decidió poner fin a su vida con un disparo en la cabeza.
Pero también hubo quienes mantuvieron la compostura y a pesar de las circunstancias respetaron el orden de la formación o protegieron con su vida la retirada. Ejemplos como el de los Regulares del Comandante Llamas, que lograron mantener el pulso a los rifeños en el paso de Izummar. De no haber sido por ellos la masacre hubiese sido mucho mayor.
Y llegó Alcántara
La riada de huidos continuó dispersándose por toda la geografía, quedando a merced de la furia de los nativos que se alzaban brutalmente conforme observaban la desbandada. El general Navarro, al enterarse de la evacuación, se trasladó al frente y se hizo cargo de los supervivientes llegados a Dar Drius, donde procederá a organizar y efectuar la retirada hacia El Batel.
A la altura del río Igan se produjo una nueva estampida de oficiales y tropa. Justo en ese momento, cuando todo parecía perdido, tuvo lugar una pequeña pero heroica contraofensiva a la desesperada para dar un respiro a la columna.
Las cargas del regimiento de caballería «Alcántara» significaron una de las mayores gestas de la historia del Ejército español. Al finalizar el día, el regimiento dejó de existir.
«¡Soldados! Ha llegado la hora del sacrificio, que cada cual cumpla con su deber. Si no lo hacéis, vuestras madres, vuestras novias, todas las mujeres españolas dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos«. Así arengó y mentalizó el teniente coronel Fernando Primo de Rivera al aguerrido regimiento de caballería «Alcántara», que ante el olor de la masacre no vaciló en lanzarse a campo abierto y a pecho descubierto en auxilio de sus compatriotas. Cuatro cargas sucesivas acometió el Alcántara, cada vez con menos efectivos, y al final de la jornada, de los 691 jinetes que la iniciaron, tan sólo quedaron 83 que pudieran tenerse en pie.
La carga de «Alcántara» hizo ganar a la columna de Navarro un tiempo muy valioso que le permitió a alcanzar el fuerte de Monte Arruit.
La carnicería de Monte Arruit
Habían pasado 6 agotadores días de marcha y tan sólo quedaban unos 3.000 hombres. Navarro creía que aquella posición podría ser socorrida por refuerzos de Melilla, pero lo que no esperaba era que los rifeños tardaran tan poco tiempo en cercarlos por completo. Para el 29 de julio, mismo día de su llegada, los moribundos españoles quedaban incomunicados.
A pesar de los intentos frustrados de la aviación española por abastecer a los sitiados, la moral y el ánimo de la tropa estaba por los suelos. Sin víveres ni esperanza de auxilio por parte de los altos mandos, Navarro decidió entregar las armas y la plaza el 9 de agosto bajo el acuerdo de respetar y escoltar a los heridos y a los rendidos hasta Melilla.
A pesar de que Monte Arruit se entregó bajo el acuerdo de respetar y escoltar a los heridos y a los rendidos hasta Melilla, los rifeños pasaron a cuchillo a la guarnición
Nada de aquello se respetó. Cuando la tropa estaba dispuesta en formación, desarmada y mentalizada para una penosa pero feliz vuelta a casa, los rifeños apartaron a los oficiales españoles y se lanzaron implacables contra los soldados. No hubo piedad, los moros desvalijaron y pasaron a cuchillo a casi la totalidad de la guarnición. Tan sólo 60 hombres pudieron escapar de la muerte aquel día. 60 hombres y el total de los oficiales, por quienes los rifeños esperaban obtener un suculento rescate.
Un drama humano. Las consecuencias del Desastre
La victoria rifeña fue tan contundente que Abd El-Krim puso los cimientos de la llamada República del Rif, consolidada entre 1922 y 1923. Y a pesar de los esfuerzos españoles por restablecer el status quo anterior, hubieron de pasar 4 años, hasta el Desembarco de Alhucemas, para comenzar la pacificación definitiva de la región, cosa que no llegó hasta 1927.
Las noticias del Desastre dejaron en shock a la sociedad española. Annual se había cobrado unas 8.500 vidas. De la noche a la mañana España entera vestía de luto. Era rara la familia que no contaba con un pariente o conocido víctima de la tragedia. Los cadáveres de miles de jóvenes imposibles de identificar regaban el sendero de la muerte que comenzó en Igueriben y concluyó en Monte Arruit.
El drama de Annual sumió en el luto a España y sacudió los cimientos de la Restauración, provocando el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera
Los cimientos del régimen de la Restauración quedaron seriamente tocados y pronto se abrió una investigación para dirimir responsabilidades a cuyo cargo quedó el general Juan Picasso. El conocido Expediente Picasso no sólo señalaba de lleno a Fernández Silvestre, sino que también salpicaba a Berenguer, a buena parte del gobierno, de la clase política e incluso al mismo rey Alfonso XIII. Las supuestas repercusiones del expediente auspiciaron el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923.
La sociedad española nunca se recuperó de Annual, ni siquiera con el cambio de régimen y el advenimiento de la Segunda República. El luto por la masacre perviviría entre la gente mientras quedase alguien que rezara por uno de aquellos soldados para quienes un día «el orgullo del Sol fue (besarlos) en la frente».
BIBLIOGRAFÍA:
Javier Tusell. Manual de historia de España, s.XX. Historia 16 (1990).
Manuel Legueniche Bollar. Annual 1921: el desastre de España en el Rif (1996).
Juan Picasso González. El Expediente Picasso. Las sombras de Annual. Almena (2018).