El 9 de diciembre de 1931 quedó aprobada la Constitución de la República española de 1931. A pesar de las esperanzas puestas en el nuevo régimen democrático, el presidente de la República (1931-1936) Niceto Alcalá-Zamora detectó ciertos problemas en la Carta Magna que conllevaron diversos enfrentamientos entre la clase política. En este artículo se pretenden repasar algunos de sus defectos observados según la visión de este político conservador burgués.
Ideario político de Niceto Alcalá-Zamora
Niceto Alcalá-Zamora y Torres nació el 6 de julio de 1877 en la localidad de Priego de Córdoba. Se licenció en Derecho por la Universidad de Granada con tan sólo 17 años. Cinco años después consiguió el puesto de letrado del Consejo de Estado. Su primer cargo de relevancia fue el de ministro de Fomento, ejercido desde 1917 hasta 1918 durante el reinado de Alfonso XIII. Posteriormente ocupó el cargo de ministro de Guerra entre 1922-1923 durante el breve gobierno de Manuel García Prieto. Durante este período, sus tendencias políticas eran de tipo liberal y monárquico. No obstante, todo cambió con el Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera cuando Alcalá-Zamora fue apartado bruscamente de la vida política. Fue entonces cuando se mostró en contra de los desmanes de la dictadura y de la monarquía de Alfonso XIII, posicionándose hacia posturas en defensa de la República, inspirada en la Tercera República Francesa de corte burgués. Tras la caída de Primo de Rivera y el breve mandato de Dámaso Berenguer, el camino hacia el nuevo régimen se encontraba más próximo que nunca.
En el Pacto de San Sebastián del 17 de agosto de 1930, Alcalá-Zamora representó al republicanismo liberal-conservador junto con Miguel Maura en la Derecha Liberal Republicana. El 14 de abril de 1931 quedó proclamada la Segunda República española tras la marcha de Alfonso XIII. La caída de la monarquía se produjo como consecuencia de la victoria de las candidaturas republicanas en las principales capitales de provincia durante las elecciones municipales celebradas el 12 de abril. Niceto Alcalá-Zamora asumió el cargo de presidente del Gobierno Provisional. Este gobierno convocó elecciones a Cortes Constituyentes el 28 de junio de 1931 con el fin de elaborar una nueva Constitución que diera legitimidad al régimen. En estas elecciones triunfó la conjunción republicano-socialista, quedando la derecha y los partidos de centro (excepto el Partido Republicano Radical de Lerroux) relegados a un papel meramente testimonial. La Constitución republicana quedó aprobaba el 9 de diciembre de 1931. Sin embargo, durante su redacción Alcalá-Zamora presentó su disconformidad con algunos de sus artículos.
Defectos de la Constitución de 1931 según Alcalá-Zamora
Uno de los mayores defectos observados por Niceto Alcalá-Zamora en la Constitución de 1931 fue en el artículo 26 dedicado a la cuestión religiosa. Según la opinión de Niceto, la redacción de este artículo estaba claramente influenciada por la posición dominante de los partidos del primer bienio, partidarios de reducir la influencia de la Iglesia en todos los ámbitos. Alcalá-Zamora estaba en contra de impedir a las órdenes religiosas ejercer el derecho a la enseñanza. También se mostró disconforme con la nacionalización de los bienes de la Compañía de Jesús. Debido a estos desacuerdos, se precipitó su dimisión como presidente del gobierno provisional el 14 octubre de 1931. No obstante, le fue ofrecido el cargo de presidente de la República tomando posesión del mismo el 11 de diciembre. Es de destacar que Niceto sí defendía la laicidad del Estado aunque en su opinión la separación entre Iglesia y Estado debía llevarse a cabo de una manera menos brusca y más gradual. Para el político conservador, estas diferencias en el plano religioso propiciaron que las fuerzas monárquicas de derechas se posicionaran a partir de entonces en contra del régimen republicano.
Otro grave problema observado por Niceto Alcalá-Zamora fue la existencia de una única cámara de representantes (el Congreso). En su opinión esto supuso el origen de todos los males del parlamentarismo. Junto a esto, criticó la injusticia ley electoral que otorgaba una representación desproporcionada a las coaliciones ganadoras. Esta sobrerrepresentación ocasionó que los sucesivos gobiernos anularan la labor legislativa de los anteriores y que el papel de la oposición quedara totalmente despreciado. Así mismo, las mayorías parlamentarias se veían abocadas a los chantajes de los partidos regionalistas o aquellos de posturas más extremistas. Dentro de estas mayorías, predominaban las posturas más radicales de cada bloque político tanto de izquierdas como de derechas lo que empañaba el debate político. El centro político apenas sí tenía importancia dentro del Congreso. Niceto opinaba que la presencia de un Senado que mediase en las acciones del Congreso, hubiese ayudado a tomar posturas más centristas para consolidar al régimen republicano y evitar la excesiva polarización. Dicha polarización acabó llevando al enfrentamiento, como en los casos de 1932 (la Sanjurjada) o en 1934 (la Revolución de Asturias). Estos dos sucesos tan traumáticos erosionaron profundamente la puesta en marcha del proyecto reformista republicano.
El artículo 12 de la Constitución contemplaba la regulación de los Estatutos de Autonomía. Para Niceto Alcalá- Zamora, este fue uno de los principales puntos de fricción entre las distintas fuerzas políticas. Según la visión de este político, existía una cerrazón de las Cortes Constituyentes a la hora de abordar la reforma estatutaria a la vez que criticaba la fortificación en exceso del propio Estatuto. También lamentó el paso atrás que conllevó la suspensión del Estatuto de Autonomía de Cataluña en enero de 1935 tras los sucesos traumáticos ocurridos el 6 de octubre de 1934, aunque por otro lado destacó la compleja situación en la que se hallaba el gobierno republicano. Es de destacar que Niceto reconocía las singularidades políticas y sociales de Cataluña dentro de España, si bien criticaba la actitud del partido Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) al que acusaba de tener escasa prudencia y sentido de la realidad. Alcalá-Zamora veía con peligro que Cataluña utilizara su autonomía para ejercer su hegemonía sobre el resto de España, lo que supondría la destrucción del propio Estatuto de Autonomía. Ante todo, se hacía necesaria la consonancia entre el Poder central y el autonómico, algo que no fue entendido por el gobierno de la Generalidad presidido por Lluís Companys. A pesar de todo, Niceto siempre se opuso al centralismo y concedía cierto margen a las autonomías.
Otro aspecto que fue considerado por Alcalá-Zamora dentro de la Constitución de 1931 era el papel ejercido por el Tribunal de Garantías Constitucionales, contemplado en los artículos 19, 120 y 121. Este órgano estaba encargado, entre otras funciones, de regular los recursos de amparo de garantías individuales y los recursos de inconstitucionalidad de las leyes. No obstante, para Niceto sus funciones no podían sustituir a las de un Senado que fuera capaz de mediar ante el Congreso. A su vez, determinó que los recursos de amparo se podían resolver perfectamente en los tribunales ordinarios, lo que hubiera supuesto un tremendo ahorro en la prolongación de los litigios. A su vez, Niceto advirtió de la escasa imparcialidad presente en este Tribunal y la desproporcionalidad que existía entre los representantes de las diferentes regiones españolas (por ejemplo Andalucía presentaba la misma representación que Navarra, con mucha menor población). Una de las mayores preocupaciones de Alcalá-Zamora fue la reforma de la Constitución contemplada en el artículo 125. Las condiciones exigidas para la reforma (disolución de las Cortes y voto favorable de la mayoría de los diputados) la hacían casi imposible, ya que los propios representantes de los diferentes partidos políticos se mostrarían en contra por miedo a perder su escaño.
Vida después de la Segunda República
A pesar de su declarada disconformidad con algunos artículos de la Constitución, Alcalá-Zamora siempre trató que se respetara al máximo desde su cargo de presidente de la República, pues creía firmemente en su proyecto reformista. No obstante, después del triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 (algunos autores alegan un supuesto fraude), la situación para Alcalá-Zamora cambió drásticamente. El 7 de abril de 1936, fue destituido como presidente de la República Española, siendo su cargo ocupado por Manuel Azaña. Pocos meses después, estalló la Guerra Civil española sorprendiéndole durante un viaje por Noruega.
Durante la contienda, su vivienda fue asaltada por unos milicianos y sus memorias requisadas. Ya no regresaría a España, escogiendo Francia para fijar su residencia. Después del triunfo del general Francisco Franco, fue considerado por el nuevo régimen como unos de los principales responsables de la ‘sublevación roja’. Después de la ocupación alemana de Francia, se embarcó rumbo a Argentina. En sus últimos años de vida, vivió de la publicación de sus libros y de sus conferencias. Finalmente, el 18 de febrero de 1949 falleció en la ciudad de Buenos Aires el que había sido uno de los mayores protagonistas del que posiblemente sea el período político más apasionante de la historia de España.
Bibliografía:
Alcalá-Zamora, N. (1981). Los defectos de la Constitución de 1931. Tres años de experiencia constitucional. Madrid: S.L. Civitas Ediciones.
Casas Sánchez, J. L. (1992). Niceto Alcalá-Zamora: 1877-1949: una aproximación biográfica. Córdoba.
Cristina, V. (2008). ‘Los papeles de Alcalá-Zamora como objeto de trapicheo’. El País. https://elpais.com/diario/2008/12/13/cultura/1229122805_850215.html
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