Putin, ¿el nuevo enemigo de Occidente?

Actualmente estamos asistiendo a una escalada militar por parte de la Federación de Rusia hacia algunos países de su entorno, especialmente Ucrania. Tras décadas de letargo después de la disolución de la Unión Soviética en 1991, el «gigante dormido» por fin se ha despertado. Pero, ¿es Putin el nuevo enemigo de Occidente?

Vladímir Putin. Fuente: dw.com

Nuevo orden mundial

A finales de 1991, se produjo la disolución de la Unión Soviética en 15 repúblicas independientes. Años atrás había tenido lugar el hundimiento paulatino del bloque del Este con la caída del Muro de Berlín como episodio más simbólico. Con el paso de los años, algunos países de la antigua órbita soviética fueron integrándose en la Unión Europea, en la OTAN o en ambas organizaciones internacionales, en contra de lo que se había prometido en un primer momento. Parecía que la Federación de Rusia iba a ejercer un papel secundario en el nuevo orden mundial con Estados Unidos a la cabeza como única superpotencia mundial. A su vez, la creciente hegemonía de China en su incesante expansión económica hacía presagiar el relevo de Rusia en la esfera internacional.

No obstante, el fatídico atentado del 11 de septiembre del 2001 contra algunos de los mayores símbolos financieros y militares de Estados Unidos dejó en entredicho el papel de la superpotencia norteamericana a la hora de ejercer ese supuesto liderazgo sobre el resto del mundo. Los recientes conflictos ocurridos en Oriente Medio como consecuencia de la lucha contra el terrorismo internacional (Irak, Afganistán,…), no han dado todos los frutos que se hubieran deseado. Por otro lado, tras la llegada al poder de Vladímir Putin en Rusia a finales de los años 90, un nuevo poder se ha ido gestando en las entrañas del gigante del este. La pérdida inicial de influencia de Rusia tras el final de la Guerra Fría, ha dado un giro radical en los últimos años.

Putin en su juventud. Fuente: actualidad.rt

Ascenso y pensamiento de Vladímir Putin

En los momentos previos a la disolución de la URSS, el joven Vladímir Putin se encontró en una de las mayores encrucijadas de su vida. En agosto de 1991, tuvo lugar un fallido golpe de Estado contra el gobierno aperturista de Mijaíl Gorbachov por parte del núcleo duro del aparato comunista. La pérdida de hegemonía del gigante soviético en Europa del Este había soliviantado a los nostálgicos de la «era Brézhnev«, la cual se había destacado por una intervención sin cortapisas en los países satélite de la URSS. Por aquella época, Putin era el presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Alcaldía de San Petersburgo.

Como miembro de la KGB, supuestamente estaba bajo las órdenes de Vladímir Kriuchkov, presidente de esta organización y uno de los principales miembros golpistas. Pero Putin supo jugar astutamente sus cartas al darse cuenta de que el golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov no tenía futuro. Por esta razón decidió apostar por Boris Yeltsin, líder de la resistencia contra el levantamiento. El joven Putin fue desempeñando diferentes cargos hasta que en agosto de 1999, se convirtió en primer ministro de Rusia. Después de una etapa caracterizada por la elevada conflictividad social, el auge de las mafias, los oligarcas y la guerra civil de Chechenia, Rusia había entrado en una nueva era de la mano de Putin.

Boris Yeltsin subido a un carro de combate durante el golpe de Estado de 1991

Irónicamente aunque no secundara aquel golpe de Estado de 1991, durante su largo mandado la añoranza que siempre ha sentido Putin por el poder del antiguo régimen soviético es más que manifiesta, según sus propias declaraciones: «fue un error permitir a las repúblicas dejar la Unión Soviética«. Además de lamentarse de los acontecimientos que siguieron a su disolución: «el colapso de la Unión Soviética supuso el saqueo de la riqueza de Rusia y dejó en una posición muy difícil al país«. En el año 2005, incluso llegó a proclamar que el colapso de la URSS fue «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX«. A su vez, las sucesivas ampliaciones de la OTAN hacia el este de Europa hicieron alertar al Kremlin.

Los intereses de Putin pasaban por consolidar el poder de Rusia como nueva potencia emergente, pero a la vez heredera de la URSS. En los últimos años ha mostrado un gran interés en lo que concierne a los eventos relacionados con la Segunda Guerra Mundial o como se la que conoce popularmente en Rusia «la Gran Guerra Patriótica«. Pocos meses antes del ataque sobre Ucrania, país que considera como parte irrenunciable de su esfera de influencia, volvió a insistir sobre esta idea: «para mí, la disolución de la URSS, al igual que para la mayoría de los ciudadanos, fue una tragedia«. Además Putin considera a Ucrania y Rusia como un solo pueblo, debido en parte a sus orígenes comunes en la Rus de Kiev. Un preludio de lo que estaba todavía por venir.

Intervención en Georgia (2008)

A principios de agosto del año 2008 estalló un conflicto tras la intervención rusa en las regiones prorrusas de Abjasia y Osetia del Sur, localizadas en Georgia. Estas zonas aunque pertenecían de iure a Georgia, mostraban ciertos anhelos de independencia. La nación caucásica de Georgia había alcanzado su independencia en abril de 1991 antes de la disolución de la Unión Soviética . No obstante, poco tiempo después se vio envuelta en una sangrienta guerra civil que desembocó en la independencia de facto de las regiones Abjasia y de Osetia del Sur, a pesar de no tener ningún reconocimiento por parte de la comunidad internacional.

La guerra volvió a golpear este territorio cuando el ejército de la Federación de Rusia se enfrentó a las tropas georgianas en 2008. La principal motivación para la intervención rusa estaba relacionada con la posibilidad de incorporar a Georgia en la OTAN, a cuya expansión en el este de Europa siempre se había opuesto Putin de forma tajante. Para impedir este ingreso, Rusia reconoció la independencia de las regiones rebeldes de Abjasia y Osetia del Sur, que sobre el papel seguían perteneciendo a Georgia. Tras la respuesta de la OTAN, a finales de agosto se acordó un alto el fuego quedando desde entonces como un conflicto post soviético congelado similar a los casos de Nagorno-Karabaj o Transnistria.

Mapa de Georgia. En color verde la región de Abjasia y en color fucsia, la de Osetia del Sur

Adhesión de Crimea y conflicto con Ucrania (2014-presente)

A finales de 2013, tuvo lugar en Ucrania el llamado Euromaidán o Revolución de la Dignidad, una serie de protestas de signo europeísta que ocasionaron la dimisión del presidente prorruso Víktor Yanukóvich del Partido de las Regiones. El motivo del descontento popular fue la anterior renuncia de Yanukóvich a los acuerdos suscritos con la Unión Europea tras la firme amenaza de Putin. Sin embargo, es de destacar que en aquel momento la nación ucraniana estaba virtualmente dividida entre los ciudadanos que apoyaban una asociación con Rusia (sobre todo en el sur y este) y los que preferían integrarse en la Unión Europea (en el oeste). Dentro de este complejo conflicto geopolítico, en marzo de 2014 se produjo la adhesión de la península de Crimea y de la ciudad autónoma de Sebastopol a Rusia (efectiva desde 2015) a través de un referéndum ilegal, hecho no reconocido por Estados Unidos ni por la ONU. A pesar de estos desencuentros, Putin no renunció a sus pretensiones expansionistas en Ucrania aunque esto conllevó la expulsión de Rusia del G8 (que a partir de entonces pasó a llamarse el G7) y la implantación de sanciones económicas. Pero, firme en su particular pulso contra la OTAN y Occidente, Putin no se amedrentó ante estos contratiempos.

Además de la anexión de la península de Crimea, la guerra estalló con toda su crudeza en abril de 2014 en la región del Dombás (extremo oriental de Ucrania), de mayoría prorrusa. Las milicias independentistas, con el apoyo tácito de Rusia, se hicieron fuertes en las provincias de Donetsk y Lugansk, logrando desestabilizar la región desde el año 2014. En ambas zonas se celebraron referéndums ilegales en el mes de mayo con el fin de proclamar su separación de Ucrania. Por su lado, el gobierno ucraniano trató de contrarrestar estas acciones mediante el uso de la fuerza contra los líderes de las regiones rebeldes. Uno y otro bando se acusaron mutuamente de ejercer la violencia contra el enemigo en función de sus intereses. Los intentos por llegar a una solución pacífica por parte de la comunidad internacional por medio del Protocolo de Minsk (septiembre de 2014) y el Acuerdo de Minsk II (febrero de 2015), fracasaron en reiteradas ocasiones, enquistándose el conflicto. Entre marzo y abril de 2021, tuvo lugar la mayor concentración de tropas rusas en la frontera ucraniana (unos 100.000 soldados) desde la anexión de Crimea, lo que provocó una severa crisis diplomática. Más recientemente, el 21 de febrero de 2022 en una hábil jugada, Putin reconoció la independencia de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, afines al gobierno de Moscú. El ataque ruso para la supuesta pacificación de Ucrania era inminente.

La reciente agresión rusa a Ucrania se ha justificado según las palabras de Vladímir Putin, por «proteger a las personas que han sido objeto de hostigamiento y genocidio por parte del régimen de Kiev«. Otro de los objetivos, en opinión de Putin, era desmilitarizar y desnazificar Ucrania. Sin embargo, en opinión de algunos analistas lo que busca realmente es retener cierta influencia en un territorio que le sirva como colchón a sus propias fronteras. Con el fin de evitar cualquier intervención, en un mensaje velado a Estados Unidos y a la OTAN, Putin afirmó que «nadie debería tener dudas de que un ataque directo a Rusia conducirá a la derrota y tendrá consecuencias nefastas para un agresor potencial«. Finalmente, el 24 de febrero de 2022, con la complicidad de Bielorrusia empezó la ofensiva militar de Putin en todo el territorio ucraniano por tierra, mar y aire. Como respuesta, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski cerró el espacio aéreo y pidió ayuda a la ONU para tratar de frenar la invasión. Sin embargo, hasta ahora no ha recibido ningún tipo de apoyo estrechándose el cerco ruso sobre Kiev, la capital de Ucrania. Putin ha reiterado que está dispuesto a iniciar negociaciones si el gobierno ucraniano depone las armas.

Conflicto ruso-ucraniano. En rosa, zonas bajo ocupación rusa justo antes de la invasión de febrero de 2022

Tibieza por parte de Occidente

Ante el desafío que se vislumbra en el horizonte, muchos analistas se preguntan cuál será la respuesta de Occidente. La OTAN, con Estados Unidos al frente, podría ejercer en teoría de muro de contención ante las provocaciones del gigante ruso. Sin embargo, la tibieza mostrada inicialmente por parte de la Unión Europea era un claro indicio de debilidad ante la Federación de Rusia. No en vano, muchos países como por ejemplo Alemania, dependen del suministro del gas ruso al haber iniciado la transición ecológica hacia energías más limpias en detrimento de la energía nuclear. A pesar de las posibles sanciones económicas que se están barajando emplear contra Rusia, estas medidas se pueden demostrar contraproducentes para el resto de Europa debido a su elevada dependencia energética de Rusia, que acabaría conllevando un aumento en los costes de vida. Pese a ello, parece que en esta ocasión la Unión Europea no va a dejar que Putin se salga con la suya, al menos no de forma tan impune.

Por otro lado, Putin ha sabido hacer buen uso de la propaganda a su favor. Los dirigentes europeos se enfrentan cada poco tiempo a corrientes de opinión y encuestas de popularidad, al contrario que el mandatario ruso. Existe además una cierta nostalgia por parte de algunos intelectuales hacia los tiempos de grandeza de la antigua Unión Soviética. A su vez, se han organizado campañas de desinformación destinadas a mejorar la precepción de Vladímir Putin o de sus aliados estratégicos entre la clase media europea y a desestabilizar gobiernos o procesos electorales (como los casos del Brexit en Reino Unido, la elección de Donald Trump o la crisis de Cataluña). Debido a estas campañas, un número creciente de ciudadanos europeos pone cada vez más en duda las libertades democráticas de sus respectivas naciones. Aún queda por ver cómo se desarrollará el curso de los acontecimientos, pero a pesar de la inicial actitud de equidistancia debido a los intereses geoestratégicos parece que el conflicto ruso-ucraniano le ha estallado de lleno a Occidente, ensimismado como estaba en su autocomplacencia.

Vladímir Putin, ¿nuevo desafío para Occidente?. Fuente: semana.com

Bibliografía:

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López, S. K. (2022). ‘Rusia, guerra y reconfiguración política’. Elliberal. https://www.elliberal.com/rusia-guerra-y-reconfiguracion-geopolitica/

Polidura, A. (2022). ‘Rusia comienza la invasión con la excusa de «desnazificar» Ucrania’. Eldebate. https://www.eldebate.com/internacional/20220224/rusia-invasion-ucrania-excusa-desnazificar.html

Sánchez Guadalupe (2022). ‘Nostalgia roja’. Theobjective. https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2022-01-25/nostalgia-roja-putin-rusia/?utm_medium=Social&utm_source=Facebook&fbclid=IwAR32QLEWYRlK1PADci3lRL6SXRKpsV8fMnMHlfD5PUzLmZWv8NQKCUxNTSM#Echobox=1643091895

Viana, I. (2022). ‘La verdad sobre el papel de Putin en el golpe de Estado comunista que quiso restaurar la URSS en 1991’. ABC Archivo. https://www.abc.es/archivo/abci-verdad-sobre-papel-putin-golpe-estado-comunista-quiso-restaurar-urss-1991-202202230221_noticia.html

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