«El hijo de la moderna civilización occidental que trata de problemas histórico-universales, lo hace de modo inevitable y lógico desde el siguiente planteamiento: ¿qué encadenamiento de circunstancias ha conducido a que aparecieran en Occidente, y sólo en Occidente, fenómenos culturales que (al menos y como tendemos a representárnoslos) se insertan en una dirección evolutiva de alcance y validez universales? Sólo en Occidente hay ‘ciencia’ en aquella fase de su evolución que reconocemos actualmente como ‘válida’.»
Max Weber. La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
¿A qué nos referimos por Occidente?
Existe un video en YouTube, del marxista reformista, Santiago Armesilla Conde, en el que trata de defender y confundir temas que hacen referencia a la invasión rusa a Ucrania (algo por otro lado usual en él). En un video anterior había tratado de justificar la «desnazificación» de Ucrania por parte de Putin. Ahora, nos dice sobre Occidente, que «desde el siglo XVII hacia atrás se ha tratado de asociar la idea de Occidente con eso que se llama la cristiandad».
Mas adelante dirá: «y por tanto el padre de la idea de civilización occidental es Martín Lutero». Como siempre descarta lo que no conviene a su discurso, en este caso nombrando a Lutero, un monje agustino, y no menciona a San Agustín de Hipona o Aurelio Agustín de Hipona, llamado el «Padre de Occidente». San Agustín, escritor, teólogo y filósofo cristiano, nació en Tagaste el 13 de noviembre del 354, y murió en Hipona, el 28 de agosto del 430.
San Agustín, nació y murió en el norte del África, y aunque fue ciudadano romano, perteneció étnicamente a los bereberes. Eso no impidió que la Iglesia católica lo considerara Padre de la Iglesia latina o de Occidente. La Iglesia latina o de Occidente es la más grande de las veinticuatro Iglesias sui iuris integrantes de la Iglesia católica. Surgió en primer lugar en el Imperio romano de Occidente, donde dominaba el latín.
Se distingue de las Iglesias católicas orientales que utilizan alguna de las cinco tradiciones litúrgicas orientales, por lo que no todos los católicos son latinos. En el primer milenio, principalmente, fue también conocida como Patriarcado de Occidente, pero el papa Benedicto XVI abrogó ese título en 2006. La Iglesia latina, que se desarrolló inicialmente en la Europa occidental y África del Norte, está presente en todas las partes del mundo habitado.
Desde el siglo XVI en adelante, la Iglesia latina se derramó por otros continentes, por lo que añadió a Europa Occidental todas las nuevas tierras ocupadas por europeos occidentales, para formar el enorme patriarcado latino actual y cuentan además con dos patriarcados nominales: el de las Indias Orientales y las Indias Occidentales.
A partir del siglo XX el significado del término «Occidente» se enmarcó en un contexto cultural que no se refiere únicamente a Europa Occidental, sino que se extiende desde Norteamérica a Australia y Nueva Zelanda, incluyendo ocasionalmente a América Central y del Sur, para diferenciarse de este modo de otros contextos culturales. Es obvio que este significado del término «Occidente» no puede pretender describir un territorio eclesiástico, ni puede ser empleado como definición de un territorio patriarcal.
No nos vamos a detener en los logros y la contribución de la civilización occidental al mundo, ni en materia tecnológica, científica, económica, política (la Polis surgió en Grecia), ya que necesitaríamos escribir todo un ensayo. Pero para responder que es el Occidente, se recurrirá a un texto de Juan José Sebreli.
«Oriente y Occidente son conceptos históricos y no geográficos. Por Occidente entendemos una civilización, resultado de la confluencia de variadas tradiciones, la griega, la romana, la germánica, pero también tradiciones orientales como la hebrea, la musulmana y, a través de Grecia, la egipcia antigua. En los orígenes de la civilización occidental los límites con Oriente eran muy imprecisos. La cultura griega que nunca se difundió por toda Europa, tenía en cambio, una profunda influencia en Asia Menor. En el Imperio romano representaba un papel más importante el Asia Menor; Egipto y África septentrional que la propia Europa. Para Montesquieu y Voltaire, Turquía era Oriente, en tanto que Asia Menor y el mundo antiguo eran Occidente. Estas combinaciones impiden cualquier tipo de interpretación etnocentrista del occidentalismo. Occidente se identificó tardíamente con Europa y, a partir del siglo XVI, se extendió a América, aunque supuesta y, en muchos casos, en conflicto con supervivencias de las civilizaciones precolombinas que tenían rasgos asiáticos antes de ser occidentalizadas por la conquista. Oriente, por su parte, abarcaba civilizaciones como la china, la hindú, la persa, la turca, la egipcia, la de los países árabes, la semita, la de África del Norte, la de África negra.
Occidente no es, pues, solamente un lugar en el espacio ni un periodo en el tiempo con las limitaciones que esto implicaría, sino una concepción del mundo que, aunque haya tenido un origen contingente, aspira a ser válida para todos los lugares y todos los tiempos.
Por eso es inevitable que todos aquellos que en Occidente hoy se oponen a la modernidad y pretenden volver a alguna forma de tradicionalismo, busquen con frecuencia apoyo filosófico en Oriente. El irracionalismo del pensamiento oriental fascinó en todos los tiempos a los irracionales del pensamiento occidental».
El curioso caso de Japón
A pesar de que Japón está ubicado geográficamente en el Oriente, sin embargo, pertenece a la civilización occidental. Veamos el porqué de esta distinción defendida por algunos autores. En 1868, fue el fin del shogunato Tokugawa, que había gobernado Japón durante más de 250 años, y la restauración del poder imperial. Así empezó la era Meiji, durante la cual un país aislado y feudal entró de lleno en el mundo moderno en el curso de unas pocas décadas.
En enero de 1868 el nuevo emperador de Japón, Mutsuhito, reclamó para sí el derecho a ejercer el poder que desde 1603 había sido delegado en los shôgun del clan Tokugawa. Este suceso, conocido como la Restauración Meiji, cambió de manera radical el rumbo de un país que había estado más de dos siglos aislado del mundo exterior. La Era Meiji, que empezó de manera oficial el 23 de octubre de 1868, duró hasta la muerte del emperador el 30 de junio de 1912, y significó el salto abrupto de Japón al mundo moderno.
Para la sociedad japonesa fue, posiblemente, la transformación más rápida y profunda de su historia. La industrialización y el desarrollo del comercio posibilitaron la migración a los centros urbanos de una población mayoritariamente rural. Las capas sociales más humildes se vieron favorecidos por la escolarización gratuita y el fin de las viejas estructuras sociales. Las influencias del exterior cambiaron la arquitectura, la moda y las costumbres.
Uno de los cambios más importantes fue la construcción de una extensa red ferroviaria, lo segundo, la apertura al comercio internacional, lo que provocó una gran demanda de mano de obra. Y finalmente, la implementación de un sistema de escolarización completa basada en el modelo europeo, desde la escuela privada hasta las universidades. Antes la educación era un privilegio reservado a los hijos de los nobles.
La modernización del país, inevitablemente tuvo que colisionar con las viejas estructuras feudales, en especial con los samuráis, que habían sido la espina dorsal de la burocracia administrativa por más de dos siglos. Se introdujo un sistema parlamentario basado en el modelo europeo y muchos antiguos samuráis entraron en él como políticos o burócratas. Los viejos dominios feudales, cuyos señores gobernaban a su antojo, fueron abolidos y sustituidos por prefecturas que dependían de un gobierno central.
La civilización occidental en el mundo
También Corea del Sur, en la actualidad, pertenece a Occidente según esta visión, no así Corea del Norte. Lo mismo se podría decir de Taiwán, y de muchos países del sudeste asiático, de Nueva Zelanda, Australia, etc. No se pretende sustancializar Occidente, como si se tratara de una unidad clara y distinta, y que todo lo irracional provenga de Oriente. Es cierto que muchos delirios y actitudes irracionales fueron propios o surgieron del mismo mundo occidental, aunque muchas de ellas fueron corregidas desde categorías políticas o morales del propio Occidente.
La civilización occidental no es una sustancia, y en su interior muestra numerosas formas que no se pueden unificar en una unidad armoniosa. Porque fue tan propia de Occidente la institución de la esclavitud como su abolición, lo mismo se puede decir de la existencia de la Inquisición que perseguía a la supuesta brujería así como la herejía. También son propias de Occidente las viejas izquierdas políticas, como la antigua derecha del trono y el altar.
Lo mismo sucede con las nuevas izquierdas culturales que han reemplazado la lucha de clases marxista, de la antigua izquierda, por la lucha de géneros de la actual izquierda cultural. Y no se trata por ello de conjugar todas ellas, sino de dar combate a esas desviaciones como lo hace la actual derecha en el plano cultural, es preciso «desoccidentalizar» de Occidente esas perversiones. Tampoco los llamados valores occidentales fueron los mismos durante toda la historia.
Occidente, ni ayer ni hoy, ha sido una entidad homogénea, sin conflictos internos y definida para siempre, como algo terminado o acabado. La asociación de esos valores con la democracia, la tolerancia, la igualdad ante la ley, o los derechos humanos, no han coexistido desde siempre en el mundo occidental, ni fueron connaturales a la misma. Esos valores no son inmutables, sino que van evolucionando.
La historia misma de Occidente es un camino desde la barbarie a la civilización, porque ha conocido lo peor de la humanidad, el fanatismo, el despotismo, el holocausto, la revolución cultural, porque la reconoce y se enfrenta a ella con autoridad y legitimidad. Porque ha aprendido la lección y no quiere el retorno de la barbarie.
Y no se debe permitir el retorno de la barbarie, propio de ciertas posturas antioccidentales, en un claro desafío a la civilización occidental. ¿Es Ucrania parte de Occidente? Lo es, aunque étnicamente sean eslavos, porque quieren vivir en libertad bajo el mandato de la ley, y no estar sometidos a la prepotencia de autócratas. Lo mismo para Georgia o Moldavia que quieren situarse bajo el paraguas de Occidente. La Turquía de Mustafá Kemal Atatürk fue Occidente y no la actual Turquía islamizada de Erdogan.
Quienes descubrieron la filosofía y las ciencias para el mundo fueron los antiguos griegos. Pues, si de otras culturas y otros pueblos hubiésemos dependido para conocer el dintorno, el contorno y el entorno de nuestro mundo, hubiésemos evolucionado de otra manera. Todos esos valores universales que ha logrado Occidente, no estuvieron grabados en un código genético cultural, sino que fueron construidos con mucho esfuerzo y a lo largo de mucho tiempo.
Bibliografía
Antonio Gramsci. Cartas desde la cárcel. CreateSpace Independent Publishing Platform
Gustavo Bueno Martínez. La vuelta a la caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización. Ediciones B
Henri Massis. Defensa de Occidente. Editorial Osiris (1947)
Johann Gottlieb Fichte. Discursos a la nación alemana. Editorial Tecnos
José Vasconcelos. Estudios Indostánicos. University of Michigan Library
Juan José Sebreli. El asedio a la modernidad. Crítica del relativismo cultural. Editorial Sudamericana.
Marx y Engels. Correspondencia. Biblioteca de autores socialistas
Oswald Spengler. La decadencia de occidente. Tomos I y II. Espasa Calpe (1958)
Samuel P. Huntington, El choque de civilizaciones: y la reconfiguración del orden mundial, Paidós, Barcelona (1997).
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