Petronila de Aragón, una reina crucial en la Historia de España

El 11 de agosto de 1137 es una de las efemérides más trascendentales en la Historia de España. Una fecha que se considera punto de arranque de la Corona de Aragón que, junto a la Corona de Castilla, será clave en el devenir histórico de la España medieval hasta nuestros días.

Genealogía de los reyes de Aragón. Manuscrito. Petronila aparece con corona, manto, cetro y pomo, atributos de la realeza.

Aquel verano de 1137 se firmaron en Barbastro (Huesca) las capitulaciones matrimoniales entre Petronila, hija y heredera del rey de Aragón Ramiro II, y el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, quien ostentaba por aquel entonces una posición de preeminencia sobre el resto de los ‘condados catalanes’. Aquel acuerdo matrimonial, celebrado 14 años antes de los esponsales, por el cual Ramiro II entregaba a su hija en matrimonio, “junto con todo el reino de Aragón, íntegramente” a Ramón Berenguer IV, cediéndole además el gobierno del mismo, fue el germen de la Corona de Aragón, una unión dinástica que se hizo efectiva con el fruto de aquel matrimonio: Alfonso II.

Un linaje real en peligro

Tres años antes, en Aragón se había producido un acontecimiento notable para los reinos cristianos de la península ibérica del siglo XII: la muerte de Alfonso I el Batallador. El monarca aragonés no dejaba descendencia y en su testamento repartía sus dominios entre las órdenes militares, “congregaciones de monjes soldados” (Eduardo Manzano) movilizadas en Tierra Santa con motivo de las Cruzadas: el Temple, el Hospital y el Santo Sepulcro. Órdenes que sirvieron de modelo para las que se crearon posteriormente en la península: Calatrava (1158) o Santiago (1170).

Aquella decisión del Batallador ponía en peligro el linaje real y el patrimonio aragonés heredado desde tiempos de su abuelo, Ramiro I, hijo de Sancho Garcés III. La nobleza de Pamplona, unida a Aragón desde el fallecimiento de su último rey (Sancho Garcés IV, el de Peñalén. 1076), aprovechó el testamento para separarse de Aragón y eligió a su propio monarca, un descendiente del último rey de Pamplona. García Ramírez IV se convertía así en el nuevo rey de Navarra. Por su parte, los nobles aragoneses creyeron que la mejor solución era que Ramiro, el hermano del difunto rey Alfonso, asumiera el poder regio, a pesar de que acababa de ser nombrado obispo de Barbastro.

Petronila, Reina pero no gobierna

Ramiro II asumió el reto e hizo todo lo que estuvo en su mano para “garantizar la continuidad de la dinastía y la herencia recibida” (Esteban Sarasa): intentó evitar que el Papa hiciera cumplir el testamento de su hermano a favor de las órdenes militares; alejó las pretensiones de Alfonso VII de Castilla y León de hacerse con el reino, alegando derechos al trono por descender de Sancho III el Mayor; y, a pesar de ser clérigo y no contar con la autorización papal, se casó con Inés de Poitiers, “no por lujuria de la carne sino por la restauración de la sangre (real) y de la estirpe” (Carlos Laliena). Fue así como vino al mundo su hija Petronila en 1136.

Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV conde de Barcelona. Este cuadro es una copia hecha en 1634 del original de Filippo Ariosto de 1586-1587.

Petronila de Aragón (1136-1173) fue una de las reinas cuya transmisión de sangre real ha sido crucial en nuestra historia. En el siglo XII, la transmisión del poder real aragonés, aunque no la titularidad del derecho, estaba vedado a las mujeres. Petronila era transmisora de la potestad real heredada de su progenitor. Por su condición de mujer podía ser reina, pero no gobernar. Esta situación llevó a Ramiro II a comprometer matrimonialmente a su hija, de tan solo un año, con el conde de Barcelona, veinte años mayor que ella. El condado de Barcelona “había adquirido una clara supremacía sobre el resto de los condados catalanes, que fueron perdiendo su autonomía administrativa”. Un sistema feudo-vasallático heredado del Imperio Carolingio en cuya cúspide de la pirámide feudal se encontraba la dinastía de los condes de Barcelona, desde ese momento titulados como princeps (Eduardo Manzano). Ramón Berenguer IV no era rey, pero su dominio feudal, autoridad e influencia sobre el territorio que hoy conforma la actual Cataluña, era comparable a cualquier monarca medieval del siglo XII.

Bajo el derecho consuetudinario aragonés del “matrimonio en casa” y con el objetivo de mantener la unidad del reino, Ramiro II transmitió su patrimonio a su hija Petronila, que, a su vez, “tenía la capacidad para transmitir al cónyuge el patrimonio de la herencia, incluso en caso de que no hubiese descendencia”. La potestad real, es decir, el derecho de sucesión, lo transmitía, también a través de Petronila, al conde de Barcelona (Esteban Sarasa). En aquellas capitulaciones matrimoniales de 1137 entre el monarca y el conde, no solo se entregaba una hija y con ella el patrimonio y la titularidad del derecho sucesorio, sino que se traspasaba el dominio íntegro del reino de Aragón al conde de Barcelona: Yo Ramiro, rey de Aragón, te doy a ti Ramón, conde de Barcelona y marqués, mi hija por mujer junto con todo el reino de Aragón, íntegramente”. Ramón Berenguer IV, en el caso de que su esposa falleciera antes que él, obtendría :“la donación del mencionado reino (…) sin ningún impedimento después de mi muerte”, además de conservar el dominio de los condados catalanes.

Ramiro II entregaba así el gobierno de sus dominios al conde, si bien no renunciaba en vida a su condición de monarca de Aragón, posicionándose además como señor de los dominios del conde: “Seré rey, señor y padre en el mencionado reino y en todos tus condados hasta que a mí me plazca”. Tampoco renunciaba al dominio de iglesias y monasterios del reino, ni a la fidelidad de sus súbditos, a pesar de que éstos debían jurarle fidelidad al conde de Barcelona: “te encomiendo a ti todos los hombres del mencionado reino con homenaje y juramento a fin de que te sean fieles (…) salvada la fidelidad debida a mí y a mi hija”.

El gobierno del conde de Barcelona

La boda se celebró en 1151 cuando Petronila fue mayor de edad (14 años). Seis años después Ramiro II fallecía. Tras haber cogido las riendas del reino durante tres años y una vez entregado el mismo a Ramón Berenguer IV, había pasado los últimos veinte años de su vida en un priorato cluniacense de San Pedro del Viejo de Huesca. El ya príncipe de Aragón y conde de Barcelona, comenzó a gobernar y buscó soluciones a los problemas que se habían planteado desde el testamento de Alfonso I el Batallador. Las órdenes militares recibieron tierras y privilegios en compensación por el fallido testamento. Con Castilla primaron las relaciones conciliadoras, aceptando incluso ser vasallo de Alfonso VII y dándole en matrimonio a su hermana. En cuanto al Papa, del que dependía la legitimidad de la dinastía aragonesa, se resolvió con la llegada al trono del nuevo rey. El heredero nació en 1157.

Petronila, «aragonensis regina et barchinonensis comitissa» (reina de Aragón y condesa de Barcelona), abdica en su hijo Alfonso «regi aragonensi et comiti barchinonensi» (el reino de Aragón y el condado de Barcelona). En Barcelona, a 18 de junio de 1164.

Union dinástica: costumbres, instituciones y leyes propias

En 1164 – otra fecha para la Historia – Petronila, tras el fallecimiento de su progenitor (1154) y de su cónyuge (1162) “transmitió el título real a su hijo Alfonso”, creándose así la Corona de Aragón. Alfonso II se convirtió en rey de Aragón y conde de Barcelona “con todas las atribuciones y derechos sobre el conjunto de los dominios de sus padres y de los predecesores de éstos” (Esteban Sarasa).

“El tablero peninsular cambió a partir de entonces, porque dos poderosas coronas, Castilla y Aragón, iban a disputarse la hegemonía, mientras que Navarra quedaba encorsetada entre vecinos tan poderosos y expansivos”, volcando desde entonces su atención hacia Francia (Esteban Sarasa).

Alfonso II, rey de Aragón y conde de Barcelona

La Corona de Aragón fue el resultado de una unión dinástica y de un pacto entre un rey y un conde. No fue consecuencia de una conquista. ni una fusión de territorios, de ahí que tanto el reino de Aragón como el condado de Barcelona, mantuvieran sus propias costumbres, instituciones y leyes. Tres siglos después, otra unión dinástica la uniría a Castilla.

Bibliografía:

Laliena Corbera, Carlos, Ramiro II de Aragón. Real Academia de la Historia.

Manzano Moreno, Eduardo, Historia de España. Épocas medievales. Volumen 2.  (Barcelona: Crítica/Planeta, 2022).

Sarasa, Esteban, La Corona de Aragón en la Edad Media. (Zaragoza: Caja de Ahorros de la Inmaculada, 2001).

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