El conde de Romanones

Álvaro de Figueroa y Torres, más comúnmente conocido por su título nobiliario, el conde de Romanones, fue uno de los personajes políticos más característicos de la España de la Restauración. Líder del liberalismo político durante el reinado de Alfonso XIII, ejemplo por excelencia del caciquismo, durante lustros fue uno de los hombres políticos más poderosos del país. Ocupando múltiples carteras ministeriales y tres veces la presidencia del Consejo de Ministros, influyó sobre manera en los avatares políticos y sociales que vivió la Nación.

Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones. Obra de José María López Mezquita (1912). Fuente: congreso.es

Camaleónico y astuto político, supo salir indemne de los turbulentos años de la Segunda República y la Guerra Civil, adhiriéndose en sus años finales al régimen de Franco, aunque ya en una irrelevancia política. A pesar de sus claroscuros, tanto su figura como el sistema que representó, no exentos de fuertes críticas, merecen ser conocidos, dada su relevancia histórica.

Primeros años

Álvaro de Figueroa y Torres nació en Madrid el 9 de agosto de 1863, en la Casa de Cisneros, palacete situado en la simbólica Plaza de la Villa. Era el cuarto hijo del matrimonio formado por Ignacio de Figueroa y Mendieta y Ana de Torres Romo, hija de los marqueses de Villamejor. Perteneciente a una importante y rica familia de la alta nobleza española, su padre era un acaudalado empresario, propietario de innumerables inmuebles, negocios y posesiones rurales, muy especialmente en la provincia de Guadalajara, la cual haría las veces de su feudo.

Sus primeros años de vida, en los momentos finales del reinado de Isabel II, el desarrollo del Sexenio Democrático (1868-1874) y el comienzo de la Restauración borbónica, fueron los típicos de un aristócrata de la época, recibiendo una somera educación. Un duro accidente de coche que sufrió le aquejó de una cojera permanente, circunstancia que le marcaría característicamente a lo largo de su vida. Decantado en un principio por la abogacía, estudió derecho en la Universidad de Madrid (actual Complutense), doctorándose más adelante en la universidad de Bolonia (Italia). Sin embargo, no llegaría a ejercer como abogado, centrándose en sus negocios particulares y en la política, hacia donde decidiría dirigir definitivamente su vida.

Vida política temprana. Diputado y alcalde

Apadrinado e impulsado por su suegro, el célebre jurista y varias veces ministro Manuel Alonso Martínez, Romanones inició su vida política en tiempos de la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena (1885-1902), establecida tras la prematura muerte del rey Alfonso XII y la minoría de edad de su sucesor, Alfonso XIII. Integrante en las filas de uno de los dos partidos dinásticos, el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta, en 1888 fue elegido diputado en las Cortes por la circunscripción electoral de Guadalajara (su gran feudo electoral). Ejecería su cargo parlamentario de forma ininterrumpida hasta el final del sistema parlamentario en 1923.

Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, alcalde de Madrid. Obra de Manuel Arroyo (1898).

A la par que ocupaba su escaño en la carrera de San Jerónimo, compaginó el puesto con la política municipal, siendo elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid en 1890. Su ascenso político fue rápido, ocupando durante dos períodos el cargo de alcalde de la ciudad (1894-1895,1897-1899). La gestión que realizó como primer edil de la capital no fue especialmente reseñable, siendo la alcaldía de la Villa y Corte más bien un trampolín político a otros puestos más elevados de la política nacional.

Cada vez más reconocido y valorado su papel dentro del sistema político de la Restauración, en enero de 1893 recibió, por concesión real, el título nobiliario y hereditario de conde de Romanones. Se hacía referencia al pequeño pueblo alcarreño, el cual había formado parte del patrimonio familiar. A partir de entonces, este título sería la forma más común para referirse al propio Álvaro de Figueroa, siendo llamado y conocido simplemente como Romanones.

Política nacional. El gran cacique de la monarquía

Para 1902, año del final de la regencia y comienzo efectivo del reinado de Alfonso XIII al alcanzar la mayoría de edad, Romanones formaba parte del último gobierno de Sagasta (1901-1902). A lo largo de la siguiente década, formaría parte de los gabinetes liberales que se irían sucediendo, incluidos los tres suyos, desempeñando los cargos de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, Gobernación, Gracia y Justicia, Instrucción Pública y Bellas Artes, Estado, etc., además de ocupar la presidencia del Congreso de los Diputados (1910-1912). Todos estos gabinetes fueron breves e irregulares, una tónica general del régimen monárquico.

Proclamación de Alfonso XIII como rey de España. Obra de Manuel Fernández Carpio (1902).

Hombre de su tiempo, Romanones supo maniobrar a la perfección en el sistema que había establecido en 1876 Antonio Cánovas del Castillo. Este se basaba en el turnismo de los dos partidos dinásticos (Partido Liberal y Partido Conservador), el caciquismo, el fraude electoral (pucherazos, falsificación de actas, compra de votos, etc.) y en unas sofisticadas redes de clientelismo, malversación de fondos públicos, tráfico de influencias y cobro de favores. Aun siendo todo un surtido de irregularidades, el sistema canovista conseguía estabilizar el régimen, evitando que el Ejército se inmiscuyese en la vida política. Sin embargo, este execrable sistema no podía resultar algo perdurable, dado el rechazo en progresivo aumento de la sociedad española y la crisis identitaria que sufrió el país después del desastre del 98. Muchas fueron las voces críticas que querían la necesaria regeneración del la Nación española (regeneracionismo).

Caricatura del semanario satírico Gedeón en donde se representa al conde de Romanones «moldeando» diputados provinciales a su gusto. Obra de Joaquín Moya Ángeles (1911).

Dada su importante influencia política, Romanones fue uno de los participes de la ascensión de José Canalejas al la jefatura del Partido Liberal y del gobierno en 1910. Tras el asesinato de este en noviembre de 1912, Romanones se convirtió en el líder de una de las facciones del partido, en ardua lucha política contra su rival, Manuel García Prieto, además de ser nombrado por vez primera presidente del Consejo de Ministros el 14 de noviembre de 1912.

Al igual que el resto de gobiernos de la época, el suyo fue también breve, durando hasta octubre de 1913. Lo más destacado fue el establecimiento efectivo, cumpliendo con los acuerdos internacionales, del protectorado español en el norte de Marruecos (el Rif). Sabedor del potencial económico del territorio, que le proporcionó pingües beneficios, principalmente en la extracción minera, Romanones dispuso una política exterior de acercamiento a Francia, en vísperas también del estallido de la Gran Guerra.

El conde de Romanones, presidente del Consejo de Ministros, junto al rey Alfonso XIII. (Fotografía de 1913). Fuente: elpais.com

Al desencadenarse la Primera Guerra Mundial (julio de 1914), España declaró una estricta neutralidad, continuando aislacionismo impuesto tras la derrota de 1898 frente a EE.UU. La guerra potenció la industria nacional y multiplicó las exportaciones, pero tuvo consecuencias negativas: el aumento de la demanda exterior hizo subir la inflación, que no fue compensada con un aumento equivalente de salarios. En diciembre de 1915, Romanones volvió a formar gobierno, manteniendo la neutralidad, pero mostrándose cercano a los aliados. Tras el hundimiento de varios barcos españoles por submarinos alemanes, Romanones se dispuso a romper relaciones con Alemania, paso previo a la declaración de guerra. Sin embargo, las duras criticas del posicionamiento germanófilo predominante en las élites conservadoras auguraban una fractura social.

Aunque su gobierno cayó en abril de 1917, Romanones siguió formando parte de los gobiernos de los siguientes años, en una situación muy delicada de crisis terminal: al malestar del Ejército por la escasez de medios (Juntas de Defensa), se sumó el auge de la conflictividad obrera con el estallido de una Huelga general revolucionaria en agosto de 1917 (al albur de la Revolución rusa) y el establecimiento de la Asamblea de Parlamentarios (julio-octubre de 1917), formada por republicanos, socialistas y nacionalistas catalanes, buscando un proceso constituyente. Esta grave crisis de 1917 pudo haber hundido el sistema.

Gobierno del conde de Romanones (con él sentado en el centro) en diciembre de 1918.

Si bien el régimen pudo sobreponerse con varios gobiernos de concentración nacional, y gracias a la desorganización de los grupos enfrentados, a partir de entonces se sucedieron los gabinetes, cada vez más breves e ineficaces, incluido el tercero y último de Romanones (diciembre de 1918-abril de 1919). La cuestión marroquí, con el desastre de Annual (1922) vino a sumarse a los problemas, significando el golpe de gracia de la Restauración. En septiembre de 1923 se produjo el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera, rompiendo con el acuerdo tácito de no intervención militar en la política desde 1874. El apoyo manifiesto del rey al pronunciamiento provocó su triunfo, derogándose la constitución de 1876, disolviéndose los partidos dinásticos y estableciéndose una dictadura militar.

Reducto monárquico durante la República.

Durante los años de la dictadura primorriverista (1923-1930), Romanones, al igual que el resto de líderes políticos del sistema monárquico parlamentario, se mantuvo estrictamente apartado de la escena política, centrándose en sus negocios y empresas. Aún así, se mostró contrario al dictador, participando en varios conspiraciones político-militares que buscaban derribar la dictadura, como fue la fallida intentona de la Sanjuanada (1926), que se saldó con una multa económica para el político.

Firme partidario del rey Alfonso XIII, al producirse la caída de la dictadura y el exilio de Primo de Rivera en 1930, y el fallido gobierno del general Dámaso Berenguer (la Dictablanda), Romanones integró como ministro de Estado el último gobierno de la monarquía, entre febrero y abril de 1931, presidido por el almirante Juan Bautista-Aznar. Este gobierno intentó mantener la iniciativa frente a la oposición republicana y restablecer el régimen previo a la dictadura mediante un proceso electoral, dándose las elecciones municipales del 12 de abril. Aunque las candidaturas monárquicas se impusieron mayoritariamente, la causa republicana arrasó en las ciudades. Ante la situación de crisis, Alfonso XIII decidió abdicar y exiliarse, contando con Romanones como intermediario para lograr una entrega de poder pacífica. El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República Española.

Alegoría de la Segunda República Española. Fuente: juntadeandalucia.es

Con la proclamación de la República, el conde de Romanones pasó a tener un perfil forzosamente inferior y marginal, dado el protagonismo de los nuevos y distintos actores y grupos en el panorama político español. Sin embargo, se mantuvo en la política, reorganizando su entramado clientelar-caciquil de la circunscripción electoral de Guadalajara y consiguiendo ser elegido diputado monárquico independiente durante las tres legislaturas que tuvo el régimen republicano. Siendo su importancia política totalmente irrelevante, solitario y aislado, aún así realizó una destacada defensa de la figura del exiliado monarca cuando fue públicamente condenado en sesión parlamentaria en noviembre de 1931, ganándose, sino la simpatía, por lo menos sí el respeto de los diputados.

Últimos años y fallecimiento

Aunque no formó parte de las conspiraciones militares que llevaron al fallido golpe de Estado del 17-18 de julio de 1936 y el consecuente estallido de la Guerra Civil Española, Romanones se adhirió firmemente a la causa nacional. Sorprendido por el estallido de la contienda veraneando en Fuenterrabía (Guipúzcoa), fue trasladado bajo custodia a San Sebastián, logrando pasar la frontera francesa gracias a sus contactos diplomáticos. En 1937 volvería a España, a la zona nacional, integrando una comisión de juristas que elaboró un irregular informe que dictaminó la ilegalidad del régimen republicano y la justificación del golpe de Estado.

Público congregado en la capilla ardiente del conde de Romanones el 12 de septiembre de 1950. Fuente: efeservicios.com
Monumento al conde de Romanones en Guadalajara. Obra de Miguel Blay y Fábregas (1913).

Al finalizar la fratricida contienda, el provecto político se dedicó a sus negocios y a la elaboración de sus memorias, buscando justificar su obra política. Entre 1937 y 1949 ocupó el cargo de director de Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (que ya ocupó entre 1910 y 1937) y realizó varias actividades culturales en la Real Academia de la Historia (RAH). También tuvo cargos institucionales en el régimen franquista, siendo procurador en las Cortes Españolas entre 1943 y 1945, aunque no fue un acérrimo seguidor. Finalmente, fallecería por causas naturales el 11 de septiembre de 1950 en su palacete de Madrid, a la longeva edad de 87 años. Paradigma del caciquismo, fue un protagonista de primerísima mano y un testigo de toda una época de la convulsa historia contemporánea de España.

Bibliografía

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-Moreno Luzón, J. (2000). Romanones, cara y cruz de la Restauración en La aventura de la Historia, nº25, págs. 28-34.

-Rodríguez Labandeira, J. (2007). España antes del odio. Calvo Sotelo en la política de su época (1902-1931). Madrid: Editorial Claudia.

-Suárez Cortina, M. (2006). La España Liberal (1868-1917). Política y sociedad. Madrid: Editorial Síntesis.

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