Costa del Mediterráneo. En la actualidad. Mar, playa, luz, brisa, sol, hamaca, sombrilla… Paz. Mare Nostrum. Mediados del siglo XVI. Barcos, piratas, desembarcos, saqueos, espadas, nubarrones… Terror.
Puede que usted se encuentre en estos momentos disfrutando de su merecido descanso en alguna de playa de la costa valenciana. Puede que esté mirando el mar, que haya dejado su mente en blanco y ante sí solo tenga la visión de un horizonte en calma. La misma visión que tendría hace quinientos años un lugareño de aquel litoral, pero cuyo descanso se vio asaltado por el horror y la muerte. Aquellas aguas en calma de las que hoy usted disfruta, se convirtieron hace cinco siglos en una fuerte marejada provocada por uno de los piratas más sanguinarios que se recuerdan en aquellas aguas levantinas: Turgut Reis, más conocido por los españoles como Dragut.
El temible corsario otomano Dragut mató, esclavizó y saqueó a las gentes que vivían en las costas de Valencia allá por 1550. Las villas de San Juan en Alicante, la Albufereta y Cullera fueron los escenarios donde desató su ferocidad. Arrasó con todo, desde huertas a viviendas, llevándose en el camino esclavos y muerte. Fue el pirata más temido en aquella época después de Jeireddín Barbarroja, su protector. De él aprendió a desesperar al mismísimo Carlos V, quien ordenó al almirante genovés Andrea Doria perseguirlo por todo el Mediterráneo. Fue capturado y enviado como esclavo a galeras, pero poco tiempo duró el sosiego, tan solo cuatro años, los que tardó Barbarroja en rescatarlo previo pago de 3.000 ducados, ¡todo un dineral entonces!
La crueldad va en el sueldo de un pirata
Nacido en la costa del Mar Egeo en Turquía, sus coetáneos lo describían como un corsario ambicioso, valiente, excelente marino, astuto, indisciplinado, vengativo, cruel. ¿Pero qué es un pirata sino cruel? Va en el oficio. Los corsarios, como apunta Martín Corrales de la Universidad Pompeu Frabra de Barcelona, vivían de apoderarse de los bienes y de la libertad de las personas que apresaban, y muchos morían en el intento de seguir siendo libres. Dragut no distinguía entre cristianos y musulmanes, ordenaba matar a quienes defendieran sus casas, fuese cual fuese su religión, si éstas se ubicaban en enclaves estratégicos. Por venganza era capaz de quemar el lugar donde había sufrido una afrenta. Poco dado a cumplir con la palabra dada, para obtener su liberación en 1543 prometió no atacar las costas genovesas, pero seis años después: donde dije digo, digo Diego. Otro ejemplo del nulo valor de sus promesas ocurrió en 1552, cuando hizo cautivas a más de mil personas de una ciudad de la costa italiana tras haberles garantizado su libertad si se rendían.
Dragut no fue un simple pirata, fue toda una autoridad en la armada otomana. Sin embargo, era ambicioso e indisciplinado. Obedecer órdenes no era lo suyo. Si le decían que intentara negociar con el virrey de Sicilia, él saqueaba Calabria desobedeciendo las órdenes de Constantinopla. Tampoco respetaba las treguas. El cristiano debía ser vencido como fuese, aún a costa de engaños.
¿Y cómo se comportaba Dragut con aquellos cristianos a los que esclavizaba? Si de ellos podía sacar beneficio, bien. Téngase en cuenta que algunos eran personajes importantes, cercanos a Carlos V. A ellos procuraba darles un buen trato en espera de un cuantioso rescate. También se comportaba bien con los esclavos remeros a los que hacía participar en los botines por razones tácticas, esto es, para ganarse su colaboración y confianza. Pero no todo esclavo fue tratado con respeto. La visión de Góngora así nos lo deja entrever:
Amarrado al duro banco
de una galera turquesa,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de Dragut
en la playa de Marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena
El cronista de la época, Francisco López de Gomara, lo tenía claro: «los males que este corsario hizo y el miedo que la Cristiandad le tenía» pasarían a la Historia y ocuparían un lugar destacado en la literatura. Porque no solo Góngora nos ha dejado descripciones de las andanzas de Dragut; también Miguel de Cervantes, en su novela bizantina Los trabajos de Persiles y Segismunda, al presentarnos a Dragut como un orejudo en su pequeña galera que azota a los remeros cristianos con el brazo muerto de otro cristiano cautivo:
«Es una galeota de ventidós bancos, cuyo dueño y capitán es el turco que en la crujía va en pie, con un brazo en la mano, que cortó a aquel cristiano que allí veis, para que le sirva de rebenque y azote a los demás cristianos que van amarrados a sus bancos, temeroso no le alcancen estas cuatro galeras que aquí veis, que le van entrando y dando caza. Aquel cautivo primero del primer banco, cuyo rostro le disfigura la sangre que se le ha pegado de los golpes del brazo muerto, soy yo, que servía de espalder en esta galeota, y el otro que está junto a mí, es este mi compañero, no tan sangriento porque fue menos apaleado. Escuchad, señores, y estad atentos: quizá la aprehensión deste lastimero cuento os llevará a los oídos las amenazadoras y vituperosas voces que ha dado este perro de Dragut (que así se llamaba el arráez de la galeota: cosario tan famoso como cruel, y tan cruel como Falaris o Busiris, tiranos de Sicilia)».
Muerto Barbarroja, Dragut se gradúa
En 1546 muere su protector, Barbarroja, y Dragut se pone al frente de una veintena de barcos con los que conquista y amenaza nuevamente diversas plazas del Mediterráneo. Las islas de Córcega, Cerdeña, Malta y Sicilia sufren sus ataques y saqueos.
En 1550 llega a las costas españolas. Primero atacará el litoral de Mallorca, en concreto las cercanías de Pollença donde desembarca, captura y mata a un centenar de isleños. De Mallorca a Valencia y de allí a Cullera. La noche del 25 de mayo de 1550 trescientos turcos desembarcaron por sorpresa en la bahía e hicieron cautivos a casi todos sus habitantes. Sus bienes y sus huertas quedaron arrasados. Todo para ellos, para los piratas. Incluidos los cullerenses. La villa quedó despoblada durante años. Pasó por Alicante en dos ocasiones, en 1550 y 1557 y aún hoy en día sus razzias alicantinas siguen presentes en la memoria colectiva.
Atacar al Imperio cristiano era su oficio. La crueldad, su arma. Y por si hubiera alguna duda, lo acontecido en la isla de Djerba, cerca de la costa de Túnez, vale como ejemplo. En aquella isla, base de operaciones de las galeras otomanas, tuvo lugar una de las acciones más famosas y sanguinarias del ejército otomano. Dragut estuvo allí.
Puede que su destino de vacaciones sea ese, la espectacular Djerba (Yerba), antaño Los Gelves, una isla al sureste de Túnez que destaca por sus espléndidas playas y sus pintorescos pueblos con casas encaladas y cuadradas, bulliciosos mercados y su castillo pirata. Porque si damos marcha atrás en el tiempo, aquí tuvo lugar una de las batallas más importantes entre dos imperios, entre moros y cristianos. Aquí, en las playas de este lugar se dieron y de qué manera. La isla, en medio del mar Mediterráneo, siempre fue lugar estratégico para los españoles y los corsarios otomanos de la época. En 1560 todo saltó por los aires. En el intento por recuperar Trípoli, los tercios españoles de Felipe II, sorprendidos por los turcos, tuvieron que refugiarse en Djerba, donde construyeron un fuerte. Pero no les dio tiempo. Los corsarios, entre ellos nuestro protagonista Dragut, al frente de casi un centenar de galeras atacaron por sorpresa, hundiendo más de la mitad de la flota y capturando miles de prisioneros. En el fuerte quedaron atrincherados unos dos mil hombres. Tres meses después de un asedio sin agua ni comida, la guarnición se rindió. Mil soldados fueron aniquilados. Sus cadáveres se amontonaron en una pirámide macabra de cráneos recubierta con arena, que fue nombrada la Torre de las Calaveras y expuesta en una de sus playas hasta 1848. Las bajas cristianas sobrepasaron los diez mil muertos y los cinco mil prisioneros. Dragut formó parte de aquella colosal victoria otomana y uno de los mayores desastres bélicos del Imperio español.
La cueva de Cullera
Cinco años después, en 1565 mientras participaba en el asedio a Malta, al mando de 16.000 hombres y 15 barcos, un cañonazo se lo llevó a la otra vida.
En la isla de los Pensamientos, al borde de unos acantilados y a pocos metros del mar, en una cueva situada en la pedanía del Faro de Cullera, todas las tardes tiene lugar un espectáculo de luz y sonido. Dragut se hace presente, aunque sea en la imaginación de quienes visitan este pequeño museo, dicen que único en España dedicado a un corsario. Si usted veranea en la zona, pase y recuerde que hace unos cinco siglos por ahí anduvo un pirata histórico.
Referencias:
- www.cervantesvirtual.com
- Eloy Martín Corrales, Universidad Pompeu Frabra, Barcelona. Dragut, un corsario enemigo, admirado y temido
- www.alicantevivo.org
- www.culleraturismo.com
- El desastre de los Gelves en 1560, en www.abc.es/historia.
- Los Gelves y el maestre Álvaro de Sande, en www.elconfidencia.com.