En el año 1138, Geoffrey de Monmouth, un clérigo de origen britano, escribió Historia Regum Britanniae, una ficticia relación de los reyes que habrían gobernado la isla de Bretaña desde la más remota Antigüedad. Esta obra, abiertamente fantástica y cuajada de anacronismos, presenta a los hermanos Aurelius Ambrosianus y Uther Pendragon acaudillando a los nativos para enfrentarse a las invasiones sajonas llegadas del continente. Tras ser asesinado el primero, Uther «Cabeza de Dragón» logra derrotar a los sajones y convertirse en rey. Será su deseo hacia Ygerna, la esposa de Gorgois, el duque de Cornualles, el desencadenante de una nueva guerra. Uther, empleando una poción del mago Merlín, adopta la apariencia de su adversario y, de esta forma, consigue acceder al castillo de Tintagel, donde consuma sus intenciones y engendra a Arturo. Cuando, años después, los sajones envenenan a Uther, el joven Arturo debe acudir desde Armórica, la actual Bretaña francesa, para defender al reino. Una sucesión de exitosas campañas militares le permitirá, no sólo acabar con la amenaza de sajones, pictos y escotos, sino extender sus dominios hacia Irlanda, Noruega, Dinamarca y la Galia. Alcanzada la paz, Arturo desposa a una hermosa joven, llamada Ginebra, y es coronado como rey de reyes. No obstante, su éxito despierta los celos del aún poderoso Imperio Romano, de modo que Arturo y sus caballeros deben cruzar de nuevo el Canal de la Mancha con un formidable ejército para librar una guerra de dimensiones colosales. Finalmente, el rey britano se alza con la victoria, pero, durante su ausencia, su esposa le ha sido infiel con su sobrino Mordred, por lo que ha de regresar a Britania, donde el usurpador acaudilla a todos sus enemigos. En un apoteósico enfrentamiento a orillas del río Calmann, Mordred y Arturo mueren, tras lo cual el cadáver del monarca britano es sepultado en la isla de Avalon.
Tras la conquista normanda de Inglaterra, la historia de Geoffrey de Monmouth, la de un héroe britano enfrentado a los sajones, ejerció una enorme fascinación entre los nuevos dominadores de la isla e incremento la popularidad de unos relatos que componen el Ciclo Britónico de la mitología celta. Los sajones no sólo eran los enemigos tradicionales estos pueblos célticos, sino que, además, una parte del ejército de Guillermo de Normandía procedía de la Bretaña francesa, donde se había refugiado parte de la población expulsada de la isla. A partir del siglo XII, comenzaron a proliferar las adaptaciones al francés de tales obras y los escritos sobre Arturo y sus caballeros se difundieron por todo el continente europeo, enriqueciéndose con nuevos personajes y tramas, como Lancelot y Galahad, o la búsqueda del Santo Grial, hasta que los miembros de la Mesa Redonda encarnaron el ideal caballeresco en obras como Le Morte d’Arthur de Thomas Malory, redactada en 1485. A la postre, esta versión bajomedieval del legendario artúrico ha servido de canon para las adaptaciones a la gran pantalla, como Los caballeros del rey Arturo (1953) de Richard Thorpe, o Excalibur (1981) de John Boorman, en las que los héroes visten armaduras góticas.
¿Existe alguna base histórica real tras el personaje más famoso de la mitología medieval europea? En el siglo V, el Imperio Romano de occidente se hallaba en proceso de descomposición. Acosado por las invasiones de los bárbaros, sus esfuerzos militares se concentraron en la defensa de los territorios más ricos y poblados de la cuenca mediterránea. Cuando las últimas legiones abandonaron Britania, en el año 407, la desmilitarizada sociedad britano-romana se vio sometida a los ataques de sajones y anglos, procedentes de Germania, además de las incursiones de los gaélicos irlandeses —conocidos como scoti— y las expediciones de los pictos desde más allá del Muro de Adriano. Hacia finales de esta centuria, los germanos controlaban buena parte del sureste de la isla —territorios como Mercia, Anglia, Lindsey, Kent o Wessex—, y su avance parecía imparable…, hasta que fueron derrotados por el rey Arturo.
Desde un punto de vista cronológico, la primera mención a un personaje con este nombre procede del poema Y Gododdin, escrito por el bardo britano Aneirin hacia el año 594. Otras tres composiciones similares de su contemporáneo Taliesin aluden, de forma igualmente breve, a este dux bellorum britano-romano, y es Viaje a Deganwy el que presenta a Arturo como el responsable de la victoria en la batalla del Mons Badonicus, o Monte Badon. La literatura galesa también nos ha legado un conjunto de relatos artúricos de tradición oral, como Culhwch y Olwen, muchos de los cuales fueron incluidos en una recopilación conocida como Los Mabinogion, que por desgracia sólo conocemos gracias a transcripciones casi coetáneas a la obra de Geoffrey de Monmouth, o bastante posteriores, por lo que algunas referencias sobre Arturo podrían interpolaciones tardías.
Es De Excidio et Conquestu Britanniae, del monje Gildas, la primera fuente estrictamente histórica que nos habla de la batalla de Mons Badonicus, que habría tenido lugar el mismo año de su nacimiento, el 494. Aunque no menciona el nombre del dux bellorum que derrotó a los sajones, gracias a la Historia Britonum, redactada por el cronista galés Nennius en 830, sabemos que fue la batalla más importante de las doce que ganó Arturo. No será hasta el año 960, cuando un manuscrito galés, los Annales Cambriae, nos hable por primera vez de la batalla de Calmann, acaecida en el año 537, en la que Arturo y Mordred —mencionado como Medraut— perecen, aunque no se puede asegurar, tal y como hacen algunas fuentes posteriores, que ambos combatieran en bandos enfrentados. Ya en el siglo XII, Arturo aparece en varias vitae de santos, la mayor parte escritas en el monasterio de Llancarfan. Así, la Vida de San Gildas narra cómo Arturo dio muerte a Hueil, el hermano del propio Gildas, pues ejercía como pirata en la isla de Man. Por último, en 1125, William de Malmesbury menciona algunas leyendas sobre Arturo en su Gesta regum Anglorum, lo cual supone un indicador de la popularidad que había adquirido el personaje incluso en la sociedad anglosajona. En definitiva, aunque Geoffrey de Monmouth asegura basarse en un antiguo códice galés para su historia, todo parece indicar que su relato es una composición realizada a partir de leyendas britanas y datos extraídos de las obras anteriores.
Los elementos más conocidos que conforman el legendario artúrico se fueron incorporando a los relatos a lo largo de todo el Medievo. Así ocurre con Excalibur, la celebérrima espada de Arturo, capaz de cortar el acero. Las primitivas leyendas galesas recogidas en Los Mabinogion la llaman Caledfwlch, que había sido empleada por Llenlleawg, uno de sus guerreros de origen irlandés. Este arma tal vez tenga su origen en Caladbolg, la legendaria espada que perteneció a varios héroes de Irlanda, como Fergus mac Róich, hermano de leche de Cúchulainn, el protagonista del Ciclo del Ulster. Geoffrey de Monmouth asegura que la espada de Arturo había sido forjada en Avalon y su nombre sería Caliburn, término después adaptado al francés Excalibor y cuyo significado Thomas Malory interpreta como «que corta el acero», debido a su semejanza con el latino chalybs. En el poema Merlin de Bobert de Boron, escrito ya en el siglo XIII, aparece por primera vez el famoso tema de «la espada en la piedra», según el cual Arturo tuvo que extraer su arma de una roca para ser reconocido rey. Por su parte, El Ciclo de la Vulgata afirma que este arma le fue entregada por la Dama del Lago, por lo que quizá sea un invento de Robert de Boron, tal vez inspirado en otros relatos mitológicos. Así, dentro de la mitología nórdica, la Volsunga Saga relata cómo Sigmund, el padre de Sigfrido, tuvo que extraer su espada después de que Odín la clavara en el tronco de un árbol a modo de prueba. Según la mitología irlandesa, la raza de los Tuatha Dé Danann contaba con cuatro grandes tesoros, siendo uno de ellos la espada de Nuada y otro Lia Fáil, la Piedra del Destino, que aullaba cuando se aproximaba el auténtico rey de Irlanda.
Otro tanto sucede con Merlín, el mago-vidente. Geoffrey de Monmouth había escrito Prophetiae Merlini o «Las Profecías de Merlín», un relato que después incluyó en su Historia Regum Britanniae. Más adelante, entre los años 1149 y 1151, redactó Vita Merlini, una ficticia biografía que sirvió de base para escritos posteriores. Merlín había sido engendrado tras la unión de una princesa con un incubo y emplea sus poderes de adivinación para aconsejar a los distintos reyes britanos. Seguramente, Geoffrey se inspiró en la vida de un bardo britano del siglo VI llamado Myrddin Wyllt y en hechos protagonizados por el líder britano-romano Ambrosius Aurelianus. Varias leyendas galesas aseguran queMyrddin Wyllt, también llamado Merlinus Caledonensis,enloqueció a causa de la muerte de su rey Gwenddoleu en la batalla de Arfderyddl, acaecida en el año 573, tras lo cual se refugió en un bosque para vivir desnudo entre las bestias, lo que al parecer le otorgó el don de la profecía.
La identificación de Arturo, un dux bellorum o ameraudur —término galés tomado del latín imperator—, con algún personaje histórico conocido gracias a las fuentes clásicas ha sido objeto de infinidad controversias a lo largo de más de un siglo. Uno de los más sólidos candidatos es Ambrosius Aurelianus, un poderoso líder britano-romano de familia senatorial que, según Gildas, fue la única figura en toda Britania que permaneció en pie ante las invasiones sajonas. Tras alcanzar el poder en el 479, obtuvo algunas victorias sobre los invasores, aunque después no le sonrió la fortuna. Geoffrey de Monmouth asegura que era hermano de Uther Pendragon y, por consiguiente, tío carnal de Arturo, aunque es posible que nos encontremos ante la duplicación de un personaje, algo habitual en los relatos orales. Otro posible «Arturo» podría ser Riothamus, a quien Jordanes describe como «rey de todos los britanos» en su obra centrada en la historia del pueblo godo, elaborada unos ochenta años después de la muerte de éste. A petición del Imperio, Riothamus habría enviado un ejército contra el rey visigodo Eurico, tras lo cual fue traicionado por Arvandus, el prefecto de la Galia, por lo que tuvo que retirarse hasta una ciudad llamada Avallon. La tercera opción es Magnus Maximus, un general romano destinado a Britania quien, en el año 383, se autoproclamó imperator y se hizo con el control del Imperio Romano de Occidente tras derrotar a Graciano, hasta que Teodoro I le dio muerte cinco años después. Este personaje protagoniza una historia en Los Mabinogion bajo el nombre de Macsen Wledig, y es citado por Geoffrey de Monmouth como uno de los reyes que precedieron a Arturo.
En las últimas décadas, ha ganado popularidad la teoría propuesta por Kemp Malone en 1924, según la cual Arturo habría sido Lucius Artorius Castus, un militar romano del siglo II d. C. a quien sólo conocemos gracias a una estela funeraria hallada en Podstrana (Croacia) que enumera los distintos cargos que ejerció el difunto, incluido su ascenso a praefectus de la Legio VI Victrix y, más adelante, a dux de las cohortes de caballería de Britania durante una campaña frente a los armóricos. Gracias al historiador griego Dion Casio sabemos que la Legio VI Victrix estuvo acantonada en Eboracum, junto al muro de Adriano, por lo que Lucius Artorius Castus debió participar en una serie de desastrosas campañas militares libradas entre los años 180-185 frente a los pictos. En ellas se sucedieron toda suerte de actos de rebeldía, por lo que parte de sus oficiales fueron ejecutados o trasferidos a otras unidades, aunque Artorius obtuvo el ascenso a dux de caballería en la ya citada campaña de Armórica. Sin demasiados datos para respaldarse, Malone identificó a tales tropas con una guarnición de auxiliares sármatas adscritos a la VI Victrix que hubo en Bremetennacum (Lancashire, Inglaterra). Este pueblo iranio, que habitaba en las inmediaciones del Mar Negro, era famoso por contar con una letal caballería pesada que empleaba estandartes con forma de dragón, por lo que Malone consideró que pudieron dar lugar al mito de los caballeros de la Mesa Redonda.
Pese a lo sugestiva que pueda resultar esta teoría, no logra salvar el abismo cronológico existente entre el Artorius del siglo II y el personaje que varias fuentes del siglo VI consideran coetáneo y presentan combatiendo a los sajones. No sólo el nombre Artur/Arthur, deriva de la raíz celta *art («oso»), sino que además es latinizado como Arturus y no Artorius. Más allá de la homofonía con el nomen de la gens Artoria, tampoco resulta plausible que un simple praefectus castrorum, el tercer mando de una legión, pudiera haber alcanzado semejante renombre en toda Britania, en especial durante una campaña tan desastrosa. Las menciones a los caballeros de la mesa redonda son de hecho añadidos tardíos al mito, posteriores incluso a la propia obra de Geoffrey de Monmouth. Aun así, las hipótesis de Kemp Malone sirvieron de base a la película El rey Arturo (2004), dirigida por Antoine Fuqua, que, bajo el subtítulo de «La verdadera historia que inspiró la leyenda», ostenta la virtud de recrear el contexto tardorromano en el que se desarrollaron los hechos. Por el contrario, el trabajo histórico del resto de adaptaciones recientes, como El primer caballero (1995) o King Arthur: Excalibur Rising (2017) ha sido tan limitado que, incluso, una película cómica como Los caballeros de la mesa cuadrada (1975) está mejor documentada.
Todo parece indicar, en definitiva, que el mito artúrico tuvo su origen en un personaje histórico real, un líder britano-romano de finales del siglo V y principios del VI que se enfrentó a los sajones, y al que, posteriormente, la tradición oral fue añadiendo elementos fantásticos, a veces tomados de otros ciclos mitológicos. El patrón argumental de un poderoso rey engañado por su esposa con uno de sus más destacados guerreros posee antecedentes dentro de la mitología irlandesa, tanto en el Ciclo del Ulster, donde la hermosa Deirdre es obligada a desposar al anciano rey Conchubar antes de fugarse con el guerrero Naoise, como en el Ciclo Osiánico, donde es Grannia quien abandona al rey Finn tras enamorase de otro hombre, lo cual acarrea la ruina de todo un reino.
¿Existe, en definitiva, alguna evidencia física de la existencia de Arturo? Tal vez sólo una. Diversas fuentes aseguran que Arturo fue concebido en el castillo de Tintagel, erigido sobre una península rocosa de la costa de Cornualles. En 1998, durante el transcurso de unas excavaciones arqueológicas, fue descubierta una inscripción en latín que dice: «Artognou, descendiente de Coll, ha hecho construir esto». Artognou es la primitiva forma de Arthnou, nombre que en galés describe a una persona con aspecto de oso.
Antes de que te vayas…