El 21 de octubre de 1805 tuvo lugar en aguas gaditanas la memorable batalla de Trafalgar. Dicho acontecimiento constituyó uno de los enfrentamientos más importantes de la historia naval como parte de las Guerras Napoleónicas. En esta decisiva batalla se enfrentaron la escuadra franco-española bajo el mando de Pierre Villeneuve y Federico Gravina contra la Armada Real Británica, comandada por el vicealmirante Horatio Nelson. En un duelo de dimensiones épicas, Nelson obtuvo una resonante victoria enmarcada para la posteridad aunque ello le costaría la vida.
Antecedentes
En 1799 el militar francés Napoleón Bonaparte se convirtió en primer cónsul tras el golpe de Estado del 18 de brumario, que puso fin a la experiencia de la convulsa Revolución Francesa (1789-1799). A pesar de su recién estrenado poder, existía un país insular que se oponía frontalmente al dominio de Napoleón sobre Europa: el Reino Unido. Otros países encabezados por Austria y Rusia se sumaron al Reino Unido en la Segunda Coalición en su lucha contra Napoleón. Después de cruentas campañas entre los dos bandos, la victoria de Horatio Nelson en la batalla de Copenhague (1801) permitió a Reino Unido negociar una paz a través del Tratado de Amiens en 1802.
Después de un breve período de paz mediante la firma del Tratado de Amiens, Reino Unido reanudó su guerra naval contra Francia tras la llegada al poder por segunda vez de William Pitt, el Joven. No demasiado contrariado con este nuevo contratiempo, Napoleón se autoproclamó emperador de los franceses habiéndose coronado por él mismo el 2 de diciembre de 1804. Ante semejante muestra de soberbia, los británicos pronto contaron con la ayuda de poderosos aliados temerosos de Napoleón. En 1805, Rusia, Suecia, Austria y Nápoles se unieron al Reino Unido conformando la Tercera Coalición.
En su proyecto de convertirse en amo y señor de Europa, Napoleón necesitaba aplastar de una vez por todas al enemigo británico. La mayor defensa de Reino Unido la constituía el canal de la Mancha, situado entre Francia y la isla de Gran Bretaña. Lejos de amedrentarse por esta barrera natural, Napoleón deseaba asestar un contundente golpe de efecto a su más enconado enemigo mediante una invasión anfibia. Sin embargo, la flota francesa era muy inferior numéricamente en comparación con la Marina británica, la más poderosa del mundo. Napoleón necesitaba contar con aliados si quería derrotar al país que tanto le importunaba.
El emperador francés buscó la ayuda de España para llevar a cabo su plan de invasión al Reino Unido. Por ello, España declaró la guerra al Reino Unido combatiendo del lado de Francia. El objetivo inicial era alejar a la armada británica del Canal de la Mancha mediante una maniobra de distracción en las Antillas. No obstante, este plan fracasó por la aparatosa derrota de la flota franco-española frente a la Armada británica en la batalla del cabo Finisterre en julio de 1805. El ejército francés acantonado en la localidad costera de Boulogne esperó en vano una flota que nunca llegó para embarcarse rumbo a Gran Bretaña. Tras esta derrota, el vicealmirante francés Pierre Charles Silvestre de Villeneuve al mando de la flota franco-española, recibió órdenes de partir hacia el Mediterráneo. Sin embargo, decidió jugárselo todo o nada en un nuevo enfrentamiento naval contra la Armada británica en las aguas de Cádiz. Villeneuve buscaba ante todo poder resarcirse de su anterior desastre en el cabo Finisterre.
Correlación de fuerzas
La flota francesa comandada por el vicealmirante Villeneuve, estaba integrada por 18 navíos de línea. La Marina Imperial de Francia era la segunda en importancia de la época. No obstante, a pesar de contar con poderosos barcos de guerra, la vorágine destructiva de la Revolución Francesa había eliminado a los antiguos oficiales de orígenes aristocráticos dejando a sus navíos en manos de marinos carentes de experiencia. A las fuerzas francesas, se añadieron otros 15 navíos españoles al mando del teniente general Federico Gravina. La escuadra española era la tercera más importante de la época, después de la británica y la francesa. No obstante, su ayuda sería en vano debido a la pobre actuación del mando francés durante la batalla.
Por otro lado, la Armada británica estaba compuesta por 27 navíos de línea al mando de los vicealmirantes Horatio Nelson y Cuthbert Collingwood. La principal ventaja para los británicos radicaba en la amplia experiencia de sus mandos, forjada a base de innumerables combates navales contra sus enemigos. Esto la convertía en la marina de guerra más potente y mejor preparada del mundo, a pesar de contar con desventaja numérica en este enfrentamiento. Por si fuera poco, Horatio Nelson se había convertido en toda una celebridad, ganada a costa de sus victorias en la batalla del Cabo San Vicente (1797), la batalla del Nilo (1798), o la batalla de Copenhague (1801). Aun así, también tuvo sonoras derrotas como su frustrado ataque a Tenerife, en el que perdió la mitad de su brazo derecho.
Desarrollo de la batalla
La señal de batalla fue dada por el vicealmirante Horatio Nelson con un mensaje de gran épica: ‘Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber’. La flota británica atacó al combinado franco-español que se encontraba en posición de ‘U’, mediante dos columnas perpendiculares aprovechando vientos favorables. El objetivo de la primera columna constituía el centro de la línea franco-española y la segunda se enfrentaría en un violento cuerpo a cuerpo. Esta astuta estrategia terminó decantando la victoria del lado británico en muy poco tiempo. Por el contrario, la táctica del vicealmirante Villeneuve fue sumamente desastrosa y cobarde, ya que trató de huir a Cádiz sin apenas presentar batalla a pesar de contar con ventaja numérica frente a la Armada Británica.
El mando español asistió con sorpresa y estupor la escasa inteligencia mostrada por parte del mando francés, que les estaba llevando a una derrota sin precedentes. El fulminante ataque de Nelson dividió a la flota enemiga en tres, capturando tanto barcos franceses como españoles y cortándoles la retirada. El primer ataque de Nelson a bordo del HMS Victory, aniquiló a 200 hombres del Bucentaure al mando de Villeneuve. Posteriormente atacó al Redoutable, aunque un disparo procedente de este navío hirió de gravedad a Nelson, quien falleció poco después tras una lenta agonía. El hecho de lucir todas sus medallas en combate, lo había convertido en un blanco demasiado fácil. Antes de morir, fue informado de la victoria británica, a lo que respondió: ‘Gracias a Dios, he cumplido con mi deber’. Épico hasta el final.
Para mayor desgracia de españoles y franceses, la escuadra de vanguardia había quedado aislada del resto de la flota, sin poder realizar ningún contraataque. El valiente marino Cosme Damián Churruca protagonizó junto con su tripulación, un heroico combate final contra siete navíos ingleses. No obstante, tras escasas horas de combate la mayor parte de la flota franco-española había sido capturada o destruida. Las pérdidas humanas y materiales habían sido catastróficas. Durante los combates, Gravina resultó herido y Villeneuve fue capturado por los británicos. En cambio, la escuadra británica conservó todos sus barcos y la mayor parte de sus marinos. En torno a las seis y media de la tarde se dio por finalizado el enfrentamiento naval. La batalla de Trafalgar había resultado en una derrota fulminante para la gloria de España y Francia.
Consecuencias
Algunos historiadores sitúan la batalla de Trafalgar como uno de los encuentros navales más importantes de la Historia. Como consecuencia de su derrota, la flota franco-española había perdido numerosos barcos así como innumerables marineros. El vicealmirante francés Villenueve fue hecho prisionero y enviado a Reino Unido, siendo liberado poco después. Al año siguiente, fue encontrado muerto en su habitación de hotel en Rennes, en extrañas circunstancias. Aunque la versión oficial dictaminó un suicidio, posiblemente fuera víctima de una ejecución extrajudicial por parte de Napoleón, quien no podía soportar la vergüenza por su derrota. Tampoco hubo suerte para el teniente general Federico Gravina, pues murió de sus heridas meses después.
La batalla de Trafalgar no concedió a Reino Unido el dominio incontestable sobre los mares y océanos como habitualmente se suele decir. La supremacía marítima la obtendría ya bien entrado el siglo XIX. Sin embargo, a pesar de su gran victoria la Armada Real Británica perdió al marino más célebre de toda su historia naval, Horatio Nelson. En su conmemoración se erigió Trafalgar Square en el mismo centro de la capital británica, por iniciativa del arquitecto George Ledwell Taylor, como muestra del ‘orgullo británico’ hacia sus memorables gestas. Los restos de Nelson fueron trasladados a la emblemática catedral de San Pablo de Londres conservados en un barril de brandy, recibiendo a su llegada un glamuroso funeral de Estado.
Por otro lado, la derrota en Trafalgar no supuso el final de España como potencia marítima y colonial. Esto no sería sino después de sufrir las horribles consecuencias de la Guerra de Independencia (1808-1814) contra el ejército napoleónico. Para el Imperio Francés, el episodio de Trafalgar significó un duro golpe, pues desechó de forma definitiva el ansiado plan de Napoleón Bonaparte de invadir o al menos bloquear por mar a Reino Unido. Como resultado de este fiasco, las tropas francesas que tenían como misión invadir la isla de Gran Bretaña, partieron para luchar contra Austria y Rusia donde obtuvieron en cambio sí obtuvieron una victoria inédita en la batalla de Austerlitz. Sin embargo, a pesar de su triunfo en Europa central, el gran problema para el Imperio francés seguía siendo el Reino Unido, que ejercía como bastión de resistencia frente al poder de Napoleón.
Al no poder vencer a los británicos militarmente, Napoleón empleó su astucia para establecer un bloqueo efectivo sobre su comercio con el objetivo de arruinar su economía. Portugal, aliado natural de Reino Unido, fue una de las naciones que se negó a plegarse a las exigencias del emperador francés. Como respuesta a semejante afrenta, Napoleón decidió la invasión del país luso. Para ello, firmó el Tratado de Fointanebleau en 1807 a través del cual se permitía al ejército francés atravesar España para dirigirse a Portugal y de esta manera cerrar el comercio británico. Napoleón cegado por sus ansias imperialistas, aprovecharía esta ocasión para ocupar España militarmente. Sin embargo, cometería un grave error pues lo que él pensaba que sería un mero paseo militar, se acabó convirtiendo en un largo conflicto de desgaste de terribles consecuencias que jamás imaginó.
Bibliografía:
Adkin, Mark (2007). The Trafalgar Companion: A Guide to History’s Most Famous Sea Battle and the Life of Admiral Lord Nelson. Londres: Aurum Press.
Fernández C., J. G. (2004). Trafalgar. Hombres y naves entre dos épocas. Ariel, Barcelona.
Lacave, A. C. (1955). En los días de Trafalgar. Cádiz.
Pérez Reverte, A. (2004). Cabo Trafalgar. Alfaguara.