¿Cómo surgen los kamikazes?
La práctica de los Kamikazes sobrecogió al mundo en el momento de su aparición. Aún hoy el concepto sigue siendo muy extendido y suena entre las estrategias más impresionantes de la historia de la guerra. Se trata de una táctica suicida que surge en la guerra del Pacífico cuando los japoneses ya atisbaban su derrota en el marco del final de la Segunda Guerra Mundial. Entre octubre de 1944 y agosto de 1945 pilotos de guerra japoneses adoptaron maniobras suicidas sin precedentes para frenar la fuerza naval norteamericana. Sin embargo, como es sabido, los sacrificios de estos soldados no consiguieron detener la victoria estadounidense.
El primer ataque kamikaze se realizó contra el portaaviones escolta USS St. Lo (CVE–63) el 25 de octubre de 1944 en la batalla del Golfo de Leyte. Un segundo avión nipón impactó en la misma embarcación, por lo que acabó irremediablemente hundida en tan sólo media hora. Las bombas del avión A6M Zero japonés detonaron en la cubierta de hangares del portaaviones. Esto produjo seis explosiones más debido a la gasolina, las bombas y torpedos del propio buque. Los estallidos, las llamas y el hundimiento provocaron la muerte inmediata de 113 personas y de 30 más que fenecieron por las heridas que sufrieron en el ataque.
La misión que destruyó al USS St. Lo contó con un total de cinco aviones que se estrellaron voluntariamente en barcos de la armada de Estados Unidos, escoltados por cuatro unidades más. El tercero de los aviones impactó contra otro portaaviones, al cual incendió, el cuarto consiguió hundir a un crucero ligero y el quinto no consiguió dar al objetivo. Esta exitosa operación militar se realizó a 50 kilómetros al noreste de la isla de Suluan donde un contingente norteamericano fue localizado.
El término Kamikaze se emplea para designar la táctica de combate suicida mencionada, realizada en este contexto bélico en particular. Se trata de una maniobra nunca vista antes. La actuación habitual consistía en tres aviones kamikazes que eran apoyados por dos escoltas, y su objetivo principal era el puente de mando o el ascensor central de los portaaviones.
Los pilotos suicidas japoneses causaron gran impacto en el final de la Segunda Guerra Mundial. Se trataba, como se ha dicho, de una táctica innovadora fruto de la desesperación de la inminente derrota nipona frente al enemigo norteamericano en el Pacífico. Uno de los factores determinantes de la superioridad estadounidense fue su capacidad industrial, pues era capaz de reponer los barcos y los aviones con rapidez. Por este motivo los ataques suicidas no alcanzaron la efectividad esperada, sin embargo, los primeros ataques consiguieron resultados espectaculares, ocasionando grandes daños no previstos.
El nombre japonés con el que eran conocidos es tokubetsu kogeki-tai, que significa escuadrón de ataque especial. Su abreviación, de uso más extendido para nombrar a esta unidad especial de ataque, es tokkotai. Los traductores americanos usaron el término kamikaze para aludir a los ataques suicidas de dicha unidad. Kamikaze significa «viento divino», pues hace referencia a un tifón de 1281 que arrasó una flota mongol que se proponía invadir Japón. Más allá de sacrificios e inmolaciones particulares anteriores, los kamikazes tienen su origen con esta unidad.
La táctica de los pilotos suicidas se hizo oficial con el vicealmirante Takijiro Ohnishi, quien consideró que no era posible vencer o equilibrar la contienda haciendo uso de los métodos ortodoxos y convencionales. Se suelen citar a diversas personalidades como inspiradores de los ataques suicidas, no obstante, fue el mencionado comandante en jefe de la Primera Flota Aérea el que hizo explícita la orden de estrellar sus propios cazas Zero contra los portaaviones enemigos, ya que sus aviones cargaban bombas de 250 kilos.
A las primeras unidades tokkotai no les faltaban voluntarios. El contexto era la defensa de Filipinas, dado que ese territorio era el último obstáculo restante en el camino de Estados Unidos para llegar a Japón. La conocida operación Sho era la estrategia nipona para impedir el avance norteamericano. Para que dicha operación fuera efectiva, era necesario que la Segunda Flota llegase, de modo que pudiesen concentrar toda su fuerza en una batalla naval decisiva contra la US Navy que iba rumbo a Leyte con la intención de invadir Filipinas. Para conseguir que el vicealmirante Kurita (comandante de la Segunda Flota) llegase a tiempo, tenían que provocar un retraso de una semana a la flota de Estados Unidos. Para esta misión se conformaron los primeros cuatro grupos de kamikazes: Shikishima, Yamato, Ashahi y Yamazakura.
Como es sabido, la operación Sho fue un fracaso y los planes de Japón fueron frustrados, puesto que submarinos norteamericanos hundieron las naves capitanas Atago y Maya de la flota de Kurita, y dejaron fuera de combate al crucero pesado Takao. La flota de Estados Unidos aprovechó para atacar a la mermada flota de Kurita al siguiente día, logrando hundir al acorazado Musashi e inhabilitando al crucero pesado Myoko, además de evitar los ataques Kamikazes con el fuego antiaéreo. Dos días después, Estados Unidos arrasó la flota del almirante Shōji Nishimura en el estrecho de Surigao, hundiendo los acorazados Yamashiro y Fuso y tres destructores más. Más tarde, realizaron un segundo ataque a la misma flota en el que hundieron los cruceros Mogami y Abukuma. Ese mismo día, el 25 de octubre, una unidad tokkotai hundió el portaaviones St. Lo y al siguiente día se llevó a cabo la segunda misión Kamikaze oficial.
Además de las de Filipinas, hubo más operaciones de unidades especiales kamikazes en Formosa, en Kanto, en Iwo Jima y en Okinawa. Finalmente, tras la derrota de Japón, el “creador” de los kamikazes Takijiro Ohnishi se hizo el harakiri para morir con honor.
Además de los Kamikazes, los japoneses idearon otras tácticas suicidas llamativas, pero sus resultados no fueron muy relevantes. Entre estas ideas destacan las cargas banzai, las cuales no eran más que cargas de infantería que se realizaban en contextos de inferioridad frente al enemigo. Esta práctica se remonta a la guerra ruso-japonesa en la que, en situaciones límite, soldados armados con sables cargaban gritando “banzai”, que significa “victoria”. También se fabricaron 200 unidades de pequeños submarinos llamados Kairyu, los cuales llevaban en su cabeza 450 kilos de explosivos. Otro ingenio suicida nipón fue el Kaiten, que era un torpedo equipado con mandos y periscopio para que un tripulante dirigiese la trayectoria una vez lanzado desde un submarino. Asimismo, los japoneses usaron en Filipinas lanchas suicidas con explosivos en la proa llamadas Shin’yō, sin embargo, no eran muy efectivas debido a su visibilidad. Se usaron, incluso, nadadores con minas en la espalda, a los que se llamó Fukuyuru. Asimismo, los japonenses fabricaron bombas volantes tripuladas. El artefacto tenía el nombre de Ohka y funcionaba en el aire de forma análoga al Kaiten, pues era un explosivo tripulado que era lanzado por un bombardero. Los soldados estadounidenses lo llamaron baka, que en japonés quiere decir estúpido o tonto. Se fabricaron 852 Ohka y se emplearon 50.
La efectividad de los ataques suicidas no fue muy elevada. A pesar de los éxitos iniciales y de la influencia positiva en la moral nipona, las cifras totales no fueron tan eficaces en la estrategia de guerra global. Además, el sentido original de la unidad especial, que era favorecer el éxito de la operación Sho, fue un fracaso. También hay que decir que no consiguieron frenar la inminente victoria norteamericana en el Pacífico. Los lanzamientos de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki fueron definitivos.
Bibliografía
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