Era el 6 de septiembre de 1522 cuando la nao Victoria, junto a un puñado de hombres exhaustos y famélicos, regresaba tras casi tres años de travesía al puerto de Sanlúcar de Barrameda. Cumplían el último objetivo no planeado: realizar la primera circunnavegación al mundo de la historia.
Esta hazaña tuvo sus inicios años atrás, las cinco naves: Trinidad, Concepción, San Antonio, Santiago y Victoria- y sus 239 tripulantes fueron comandadas por el intrépido Fernando de Magallanes, tras un largo periplo marino lleno de inclemencias climáticas, rebeliones y enfrentamientos con nativos.
Quizá estos hombres no eran los más valientes pero tenían la suficiente fe y valentía desmedida para adentrarse en esta empresa de ultramar llena de misterio y peligro. Era una puerta hacia lo desconocido. El mundo medieval de las ideas moría lentamente para dar paso a una época de descubrimientos, del renacer de la ciencia y el arte bajo los parámetros de un nuevo código de valores, el Humanismo en un nuevo periodo histórico, la Edad Moderna.
Sin embargo nuestros héroes poco conscientes de estos cambios que la historia nos daba. Por eso, a caballo entre ambos mundos, el medieval y el moderno, se construye el significado y la naturaleza de la empresa Magallanes-Elcano. La travesía, en cierto modo democratizaba a cada tripulante. Todos, grandes de España y humildes navegantes, sentían miedo, desesperanza, cansancio y desconfianza.
El albor de la Edad Moderna dejaba entrever el nacimiento de su primer imperio, el español. Carlos V, emulando la inteligencia que tuvo años atrás Isabel de Castilla, confió en el proyecto de Magallanes. El portugués, hombre autoritario, mitad soldado mitad navegante, alentaba al monarca a financiar el proyecto. Su propósito, buscar un paso al Oeste en la costa sudamericana y llegar a las Islas Molucas, llena de especias para comerciar.
Toda esta memorable historia empieza en la capital hispalense atravesada por el rio Guadalquivir. Magallanes realiza un pequeño descanso en Sanlúcar de Barrameda y tras ello, dirige sus embarcaciones a Canarias. Con gran astucia, el portugués sigue la ruta Suroeste desembocando directamente en la actual Argentina y Uruguay y evitando así los dominios portugueses.
La tripulación era de lo más variopinta, llena de hombres de orígenes diversos: portugueses, españoles, italianos, griegos y flamencos compartían el viaje. Paradójicamente la fuerte personalidad de Magallanes se hizo necesaria para solventar las conspiraciones. Desde el principio, Juan de Cartagena, quien era general y capitán de la tercera nao, y Magallanes entraron en disputa por la toma de decisiones. Era una lucha de titanes.
En una ocasión, Juan de Cartagena, cerca de la costa de Guinea, con el mar en calma y las naves surcando el océano, saludó desde su nave al portugués que le acompañaba en paralelo:
– Dios os salve, señor capitán y maestre y buena compañía-
– Llámeme capitán general- Magallanes espetó enfurecido.
Días después, esperando el momento propicio se acercó a Cartagena junto a otros capitanes diciendo: – ¡Sed preso!-. Así el portugués zanjaba cualquier atisbo de rebelión y ejercía un golpe de fuerza y autoridad al resto de la tripulación.
Magallanes se muestra intransigente ante cualquier señal de duda sobre sus decisiones. Así, en marzo de 1520, en el llamado puerto de San Juan, se inició una rebelión contra su persona. Gaspar de Quesada y Luis de Mendoza son descuartizados, Juan de Cartagena al destierro. La rebelión nos muestra que esta empresa mostraba la profundidad de la naturaleza humana: desconfianza, doblez, traición y crueldad no eran sentimientos ajenos a nuestros acompañantes. Sin embargo, como toda obra del hombre, la debilidad y la heroicidad generalmente iban cogidas de la mano.
El 13 de diciembre, desembarcan por primera vez en lo que hoy en día es Río de Janeiro. Le siguen territorios inhóspitos y desconocidos a cada paso de la costa oriental del continente americano. Montevideo, Río de la Plata, Punta de Piedras… cada entrante de mar en tierra era una esperanza para los nuestros que buscaban de forma ansiosa el definitivo viraje hacia occidente rodeando el continente americano. La nave Santiago se hundía en la profundidad de los mares que bañaban el puerto de Santa Cruz.
Al fin, el estrecho que lleva el nombre de nuestro navegante, y en adelante, se presentaba un mar enorme sobre todo un conjunto de islas: Filipinas, Islas Molucas, Brunei, Islas de Timor y de ahí hasta Cabo Verde donde finalmente, a pocas millas, le esperaba su ansiado destino: Sanlúcar de Barrameda.
El 27 de abril de 1521 en las Islas Cebú, encontró Magallanes su muerte batallando contra los indígenas en la batalla de Mactán. Su relevo lo toma Juan Sebastián Elcano, hombre inteligente y lleno de temple que comandó la tripulación hasta la llegada a España.
Antonio Pigafetta, noble italiano, hizo las veces de cronista de nuestra expedición. Con pinceladas de fantasía y sorpresa, quizá por el cansancio o por el miedo a lo desconocido, nos cuenta uno de los episodios más legendarios del viaje: ¡Mirad, señor, gigantes! – exclamaba el italiano a Magallanes ante la presencia de los Patagones, el legendario pueblo de gigantes que habitaba la Patagonia. En Pigafetta encontramos al hombre del Medievo que intuye de algún modo el inicio de una nueva época, la modernidad.
Entrando al puerto de Sanlúcar de Barrameda llega la Nao Victoria, mientras las aguas del Guadalquivir acariciaban dulcemente la embarcación como si de una bienvenida se tratase. Al fin, llegaban al destino. Nuestros tripulantes funden en salvas la pólvora que le quedaba y esta melodía acompasaba el leve caminar de los dieciocho, que descalzos en procesión hacia tierra firme, portan cirios, creando así una atmósfera solemne.
Consecuencias del viaje
El hito Magallanes-Elcano se constituye como abanderado de lo que supuso la hispanidad en los albores de la Edad Moderna en el mundo conocido. Tras el descubrimiento de América, se desplazó el foco de atención desde el oriente a occidente, y a partir de ese momento, todo el aparato burocrático peninsular, leyes, instituciones y costumbres fueron emuladas en territorio americano.
La primera circunnavegación de la historia supuso por otro lado, el apogeo del espíritu aventurero que fue iniciado años atrás por Cristóbal Colón, Vasco de Gamma y Vaco Núñez de Balboa. A raíz de lo cual, se establecieron redes de carácter comercial, cultural, biológico y humano. A partir de este momento, los acontecimientos históricos se conciben desde la universalidad enmarcados en “un solo mundo”.
La vuelta al mundo encabezada por estos dos valientes hombres no solo supuso a nivel práctico un avance cultural y civilizador, sino que, por primera vez, las dimensiones terrestres se conocen. La mentalidad medieval -llena de leyendas sobre monstruos marítimos que habitaban los océanos- desaparece, para dar paso al cientificismo del humanismo propio de la modernidad, que proporcionó un nuevo horizonte mental al concebir al ser humano desde una nueva concepción antropológica.
Por tanto, la naturaleza de la Monarquía Hispánica posee una dimensión de la civilización de carácter global e integrador constituyéndose en un imperio generador, tal y como lo definió el filósofo español Gustavo Bueno. Así, la monarquía española extendió su soberanía por las Islas de Filipinas hasta las islas del Extremo Oriente y la Micronesia.
El archipiélago filipino fue centro del comercio transpacífico entre la China de la dinastía Ming y el virreinato de Méjico durante 250 años a través del llamado Galeón de Manila, expediciones comerciales que una o dos veces al año conectaba Filipinas y los puertos de Nueva España.
Esto fue el inicio de una concepción universal-hoy diríamos globalizadora- de nuestro planeta: desde el establecimiento de un primer comercio internacional, un cuerpo de leyes escritas desde la metrópoli para un el conjunto de reinos hispanos, la unicidad lingüística, hasta la catolicidad que unificaba todos los factores sociales, políticos, económicos y culturales de la monarquía española.
Durante décadas, España continuó navegando por el océano Pacífico descubriendo las Islas Salomón, Las Marquesas y Las Vanuatu. Tan evidente fue el dominio español sobre aguas del Pacífico en el siglo XVI, que el geógrafo inglés Oskar Spate definió el pacífico como “the Spanish lake”(el lago español).
Tras décadas de dominio en los mares, el imperio español de los Austrias cedió la hegemonía a Inglaterra -con figuras tan reseñables como el corsario Francis Drake a finales del siglo XVI- y más tarde, ya en el siglo XVII, con el imperio neerlandés y la creación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. A pesar de ello, todavía a fines del siglo XVIII, España era considerada un imperio marítimo, llegando a disputar la hegemonía de los mares hasta los tiempos de la guerra anglo-española (1796-1802).
En cualquier caso, el legado que construyó la monarquía española del siglo XVI es más que evidente, llegando sus consecuencias hasta el presente, con la existencia de la hispanidad, una comunidad de más de quinientos millones de personas que comparten un mismo idioma, unas costumbres y cultura semejantes junto a unos antepasados comunes que nos unen y vinculan mutuamente.
BIBILIOGRAFIA Y WEBGRAFÍA
-Castaño, I. (2002) “Magallanes y Elcano, audacia sin miedos”. Magisterio Casals. Madrid. España.
– Sánchez Sorondo, G. (2006) “Magallanes y Elcano: travesía al fin del mundo” Nowtilus
-Carlos Martínez Shaw “Después de Elcano. Repercusiones de la primera circunnavegación” Sitio Web: http://vcentenario.es/la-historia/el-mundo-despues/contexto/
– Mar Pichel, “La primera vuelta al mundo”. Sitio Web: https://www.bbc.com/mundo/noticias-49693043
-Mazzón Serrano. T. “La primera Vuelta al mundo”. Sitio Web: https://www.rutaelcano.com/la-primera-vuelta-al-mundo