Proyecto Manhattan: el camino hacia la bomba atómica

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Estados Unidos desarrolló un plan secreto apodado ‘Proyecto Manhattan’ con el fin de fabricar la bomba atómica contra las Potencias del Eje, en colaboración con Canadá y Reino Unido. Debido a este controvertido proyecto, el 6 de agosto de 1945 el bombardero Enola Gay arrojó la bomba atómica ‘Little Boy’ sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Tres días más tarde, otra bomba atómica llamada ‘Fat Man’ implosionaba sobre la ciudad de Nagasaki. Estos ataques mostraron los horrores de la guerra de una manera jamás vista. Finalmente, el Imperio Japonés se rindió ante los Aliados el 2 de septiembre de 1945. La contienda había terminado.

Imagen de la explosión de Hiroshima

Antecedentes

El descubrimiento de la fisión nuclear por parte de los químicos alemanes Otto Hahn, Fritz Strassmann y de la física austríaca Lise Meitner en 1938, allanó el camino para la fabricación de la bomba atómica. La fisión nuclear es la reacción por la cual un núcleo de un átomo pesado se divide en dos o más núcleos de átomos más pequeños, liberando en el proceso grandes cantidades de energía. Los países Aliados temieron que el III Reich Alemán pudiese desarrollar la bomba atómica antes que ellos mediante el denominado ‘Proyecto Uranio’. Por esta razón, en agosto de 1939 los científicos Leó Szilárd, Edward Teller y Eugene Wigner enviaron una carta al gobierno estadounidense en la que le urgían a acelerar las investigaciones de Enrico Fermi sobre las reacciones nucleares en cadena. El físico alemán Albert Einstein fue uno de los firmantes de dicha carta. La firma de este célebre científico fue clave para dar el pistoletazo de salida a la financiación del controvertido proyecto.

Proyecto Manhattan

Después de recibir esta carta, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt encargó a Lyman Briggs liderar el Comité Consultivo del Uranio con el objetivo de estudiar la viabilidad del proyecto. Finalmente, el 9 de octubre de 1941 quedó autorizado el llamado ‘Proyecto Manhattan’, con el fin de fabricar la bomba atómica antes que lo hiciera el III Reich Alemán. El Comité S-21 integrado por militares y políticos de alto rango, se encargó de materializar el proyecto de investigación. Para llevarlo a cabo, se destinaron cerca de 2.000 millones de dólares de la época. Esta investigación se llevó a cabo con el mayor secretismo posible con el fin de evitar posibles filtraciones. A pesar de ello, el gobierno británico presidido por Winston Churchill fue informado del proyecto.

El 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos declaró la guerra al Imperio Japonés tras el fatídico ataque el día anterior a la base naval de Pearl Harbor. De esta forma, el ‘gigante americano’ entró de forma definitiva en la Segunda Guerra Mundial, abandonado su anterior postura de asistencia clandestina al Reino Unido. Tres días más tarde, en virtud del Pacto Tripartito (también llamado Eje Berlín-Roma-Tokio) de asistencia y ayuda mutua entre las Potencias del Eje, el III Reich junto con el Reino de Italia declaraban la guerra a los Estados Unidos. Este hecho supuso la condena definitiva de las Potencias del Eje al verse ahora enfrentadas contra tres grandes superpotencias al mismo tiempo: Reino Unido, la Unión Soviética y Estados Unidos.

El general Leslie R. Groves se puso a la cabeza del Proyecto Manhattan mientras que el físico Julius Robert Oppenheimer fue el encargado de dirigir la parte científica. Oppenheimer decidió ubicar sus investigaciones en un sitio lo más remoto posible con el fin de mantenerlo oculto a la opinión pública. El lugar elegido fue Los Álamos con el nombre en clave ‘Sede Y‘, localizado al norte de Santa Fe (Nuevo México). Allí se desarrolló el laboratorio para fabricar la primera bomba atómica de la historia. Por otro lado, en las instalaciones de Oak Ridge (Tennessee) se llevaron a cabo diferentes técnicas para favorecer el enriquecimiento de uranio, la materia prima necesaria para la fabricación de la bomba. También se investigó con plutonio, un material sumamente radiactivo e inestable, en las instalaciones de Hanford Site (estado de Washington).

En este proyecto trabajaron reputados científicos como los ya mencionados Leó Szilárd, Enrico Fermi y Edward Teller (el futuro padre de la bomba de hidrógeno) junto con los químicos Harold C. Urey y Willard Frank Libby, así como los físicos James Chadwick (el descubridor de los neutrones), Isidor Rabi, Hans BetheRichard Feynman, Elda Emma Anderson, Chien ShiungWu y Luis Walter Álvarez, entre muchos otros. Algunos de estos científicos se habían visto obligados a huir precipitadamente de Europa a causa de sus orígenes judíos.

Muerte de Roosevelt y rendición de Alemania

Los acontecimientos posteriores se sucedieron precipitadamente. El 12 de abril de 1945, Franklin D. Roosevelt falleció repentinamente como consecuencia de una hemorragia cerebral masiva, sin poder ver concluida la Segunda Guerra Mundial ni la finalización de su proyecto secreto. Tras la muerte de Roosevelt, su vicepresidente Harry S. Truman asumió su puesto. El secretismo del Proyecto Manhattan había sido de tal calibre, que el mismo Truman no tuvo conocimiento de él hasta poco antes de su investidura como presidente de Estados Unidos.

El 30 de abril de 1945, el líder alemán Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín. Tan sólo ocho días después, el III Reich Alemán firmó su rendición incondicional ante los Aliados. Con la guerra ganada en Europa, muchos analistas se preguntaron qué utilidad tenía proseguir con el Proyecto Manhattan. No obstante, el Frente del Pacífico contra el Imperio Japonés continuaba activo. Por esta razón, el Proyecto Manhattan siguió adelante, tan sólo había cambiado su objetivo. En junio de 1945, Leó Szilárd junto con otros científicos, impulsó el llamado ‘Informe Franck’ con el fin de disuadir al presidente Truman de utilizar la bomba atómica y así evitar sus horribles consecuencias. No obstante, la decisión ya estaba tomada. 

Prueba Trinity

Para garantizar el éxito del proyecto Manhattan, era necesario realizar primero una prueba inicial que recibió el sobrenombre de ‘Trinity’. A las 5:30 del día 16 de julio de 1945, tuvo lugar la implosión de la primera prueba nuclear utilizando plutonio como material radiactivo. Dicha implosión tuvo una potencia equivalente a 20 kilotones de TNT, generando un inmenso cráter de unos 330 metros de diámetro en Alamagordo (desierto de Nuevo México) y una nube de hongo que ascendió hasta los 12 km de altitud. El impacto se escuchó a 160 km de distancia, llegando incluso hasta la ciudad de El Paso (Texas).

La prueba Trinity había superado todas las expectativas. La bomba atómica se encontraba lista para ser utilizada contra el Imperio Japonés. El 26 de julio, el presidente Truman lanzó un ultimátum al gobierno japonés para que aceptara su rendición siguiendo los términos acordados en la Conferencia de Potsdam. Ante la negativa japonesa, el poder destructivo de la bomba atómica se mostraría ante el resto del mundo. Las palabras del propio Robert Oppenheimer citando al Bhagavad Gita, resultaron ser del todo proféticas: ‘Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos’.

Bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki: rendición de Japón

El 6 de agosto de 1945, un bombardero B-29 apodado Enola Gay pilotado por Paul Tibbets y con la bomba ‘Little Boy’ compuesta de uranio 235 en su bodega, despegó desde North Field (Islas Marianas) en dirección a la ciudad japonesa de Hiroshima. Esta importante ciudad industrial constituía el objetivo principal de la misión, siendo las poblaciones de Kokura y Nagasaki la segunda y tercera opción por ese orden. Hiroshima era de las escasas localidades japonesas todavía sin bombardear por Estados Unidos (el anterior bombardeo masivo sobre Tokio en marzo de 1945 había causado más de 100.000 muertos). Al no haber sido bombardeada de forma intencionada anteriormente, el gobierno de Estados Unidos esperaba poder estudiar mejor los efectos que tendría la bomba atómica sobre la ciudad y su población.

A las 8:15 de la mañana, la bomba detonó a unos 580 metros de altitud sobre Hiroshima con una potencia equivalente a 16 kilotones de TNT. Como consecuencia de la explosión, aproximadamente el 70% de la ciudad fue arrasada. Uno de los pocos edificios que quedó en pie en el epicentro de la explosión fue la Cúpula Genbaku. Más tarde quedó renombrada como Monumento de la Paz de Hiroshima, en recuerdo a la destrucción ocasionada a la ciudad y a sus habitantes. Por otro lado, en el momento mismo de la detonación entre 70.000 y 80.000 personas perdieron la vida, quedando otras 70.000 heridas de diversa consideración. La otrora bulliciosa ciudad de Hiroshima se había convertido en un auténtico infierno en tan sólo cuestión de segundos. El copiloto Robert Lewis tras darse cuenta del horror ocasionado, exclamó: ¡Dios Mío! ¿Qué hemos hecho?.

Tan sólo tres días después del ataque sobre Hiroshima, el 9 de agosto otro bombardero B-29 llamado Bockscar, pilotado por Charles Sweeney despegó con la bomba ‘Fat Man’ compuesta de plutonio 239. El objetivo principal constituía la ciudad japonesa de Kokura, donde se guardaba un vasto arsenal militar. Sin embargo, debido a la escasa visibilidad presente en Kokura, la tripulación optó por el objetivo secundario: la población de Nagasaki. Esta ciudad, al contrario que Hiroshima o Kokura, no tenía una orografía plana al estar encajada entre varios valles. Tras varios intentos sobrevolando el área, las nubes se abrieron en el último momento dejando la ciudad en perfectas condiciones para efectuar la operación.

La bomba ‘Fat Man’ fue arrojada a las 11:01 de la mañana a 470 metros sobre el valle industrial de la ciudad. La implosión tuvo una potencia equivalente a 21 kilotones de TNT, bastante superior a la de ‘Little Boy’. Sin embargo, los montes circundantes en torno a Nagasaki protegieron en parte a la ciudad destruyéndose alrededor del 44% de la misma. Entre 35.000 y 40.000 personas murieron instantáneamente. Además otras 60.000 quedaron heridas como consecuencia de la radiación. La misma pesadilla nuclear de Hiroshima se había repetido esta vez en Nagasaki. Como curiosidad, hubo un ciudadano japonés llamado Tsutomu Yamaguchi trasladado de Hiroshima a Nagasaki después del primer ataque, que logró sobrevivir a ambos bombardeos, aunque podrían existir más casos similares no reconocidos oficialmente.

Tras sufrir los devastadores efectos de la radiación, se calcula que otras 70.000 personas fallecieron poco tiempo después. Se estima que en total, entre 180.000-250.000 víctimas perecieron directa e indirectamente entre los dos bombardeos. Los supervivientes de estos ataques recibieron el nombre de ‘hibakusha’ (persona bombardeada), sufriendo la culpa y la discriminación de sus propios conciudadanos. Muchos de ellos se vieron obligados a ocultar su pasado durante años con el fin de poder casarse o encontrar trabajo.

Después de atacar Hiroshima y Nagasaki, muchos se preguntaron cuál sería el siguiente objetivo de los estadounidenses. Sin embargo, el 14 de agosto Japón aceptó su rendición incondicional de acuerdo a los términos de Potsdam. Al día siguiente, el emperador japonés Hirohito dio un discurso por radio a la nación informando del final de las hostilidades y de la posesión por parte del enemigo de un arma poderosísima jamás vista. Muchos militares japoneses prefirieron suicidarse antes que aceptar las vergonzosas palabras de su emperador. Finalmente, el 2 de septiembre de 1945, Japón firmaba el acta de capitulación ante los Aliados en la bahía de Tokio a bordo del USS Missouri. La Segunda Guerra Mundial había finalizado.

Controversia

La utilización de la bomba atómica contra el Imperio Japonés con el fin de acelerar su rendición, sigue siendo hoy en día objeto de los más intensos debates entre historiadores de la Segunda Guerra Mundial. Según la versión oficial de los gobiernos estadounidense y británico, los ataques nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki evitaron una operación anfibia a gran escala que hubiera costado millones de vidas entre civiles y militares. En las cruentas batallas de Iwo Jima y Okinawa de 1945, habían perecido la práctica totalidad de los efectivos japoneses causando cuantiosas bajas al ejército estadounidense. Esto hizo presagiar una resistencia extrema en caso de efectuar una invasión del territorio japonés. La rendición era considerada un deshonor para el soldado convencional japonés, siendo preferible la lucha hasta la muerte o el suicidio.

La ‘Operación Downfall’ había contemplado una hipotética invasión anfibia al Imperio Japonés. Dicha operación se dividía a su vez en dos partes: ‘Olympic’ para ocupar la isla de Kyushu en noviembre de 1945 y ‘Coronet’ para conquistar la isla de Honshu (la principal del país) en la primavera de 1946. El gobierno de Estados Unidos había estimado entre 100.000 y 1 millón de bajas estadounidenses hasta la ocupación definitiva de Japón en 1948, según diversos cálculos de sus más experimentados generales. Esto significaba un esfuerzo mucho mayor que el realizado durante el desembarco de Normandía. Sin embargo, otros autores discrepan del verdadero alcance de las bombas atómicas con el fin de evitar una invasión anfibia a Japón, alegando fines propagandísticos. Hiroshima y Nagasaki apenas tenían importancia militar y posiblemente con una mera demostración de la bomba en la bahía de Tokio hubiese bastado para disuadir a Japón de continuar con la guerra. El general Dwight Eisenhower (futuro presidente de Estados Unidos) afirmó con rotundidad que las bombas atómicas resultaron del todo innecesarias.

A mediados de 1945, la mayor parte del Alto Mando Japonés ya era consciente de su inminente derrota. Durante este período se trató de buscar una salida negociada de la guerra que respetara al menos el carácter divino del emperador. A su vez, la declaración de guerra por parte de la Unión Soviética el 8 de agosto de 1945 pilló desprevenido al Alto Mando Japonés, ya que esperaba que los soviéticos ejercieran como mediadores en las negociaciones entre Japón y Estados Unidos. Esta repentina declaración de guerra hizo temer al ejército japonés un destino similar para su emperador Hirohito al ocurrido al zar Nicolás II, en caso de una hipotética ocupación soviética. Según la opinión de diversos historiadores, fue la rápida victoria soviética en el territorio de Manchukuo (China) lo que más influyó en la posterior rendición japonesa, en lugar de las bombas atómicas. Por el contrario, otros autores como Rubén Villamor, restan importancia a este argumento.

La ocupación japonesa de Asia había dejado un reguero de muerte y desolación, causando decenas de millones de víctimas. Un episodio sumamente cruel fue la masacre de Nankín de 1937. En esta localidad china fueron violadas y asesinadas a sangre fría cientos de miles de personas. Pocos años después, los analistas japoneses calibraron erróneamente una victoria rápida contra Estados Unidos tras su ataque sorpresa a Pearl Harbor en 1941. Al final de la guerra, el presidente Truman quiso golpear a Japón con un arma tan contundente que pudo haber significado su final como nación. Tras su rendición, Japón permaneció ocupado hasta 1952 (Okinawa no se desocuparía hasta veinte años más tarde). Además hubo de consentir ciertos cambios constitucionales en torno a la figura del emperador, la instalación de bases estadounidenses en su territorio y la prohibición de poseer un ejército propio. Con el paso del tiempo, Japón resurgiría de sus cenizas convirtiéndose en uno de los principales aliados de Estados Unidos en Asia Oriental.

El final de la Segunda Guerra Mundial trajo consigo la creación de un nuevo orden bipolar regido por las dos grandes superpotencias vencedoras: Estados Unidos y la Unión Soviética. La bomba atómica sirvió a Estados Unidos como una demostración incontestable de su poderío militar, hasta su posterior fabricación por parte del gobierno soviético en 1949. La era atómica de la Guerra Fría no había hecho más que comenzar.

Cúpula Genbaku (Hiroshima, Japón). Esta fue una de las pocas estructuras que quedó en pie tras la detonación de la bomba atómica de 1945

Bibliografía:

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Millet E. (2020). ‘Proyecto Manhattan: todo por la bomba atómica’. LaVanguardia. https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20200716/482273706283/proyecto-manhattan-bomba-atomica-albert-einstein-robert-oppenheimer-leslie-groves-iigm.html

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Sherwin, M. J. (2003). A World Destroyed: Hiroshima and its LegaciesStanford University Press.

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