Gracias a la famosa película de Mel Gibson de 1995, Braveheart, el personaje de William Wallace es ampliamente conocido por el gran público. El que quizás haya pasado algo más desapercibido es el rey escocés Roberto I (Robert the Bruce en inglés), quien entre 1306 y 1329 ostentó la corona enfrentándose a las huestes de Inglaterra para asegurar la independencia plena de su reino. Pero, ¿quién fue el «verdadero» héroe de Escocia? ¿Qué legado dejó para la posteridad?
Orígenes
Al igual que los paisajes de la enigmática Escocia, los orígenes de Roberto I están envueltos en una bruma de misterio. El futuro rey escocés llegó a este mundo el 11 de julio de 1274, aunque no se sabe con seguridad su lugar de nacimiento. Hijo de Robert de Bruce, VI Señor de Annandale y de Marjorie, Condesa de Carrick, su vida transcurrió a medio camino entre Escocia e Inglaterra. Perteneciente a un linaje noble, su abuelo había aspirado a la corona escocesa. No obstante, la oportunidad para detentar el poder llegaría mucho más tarde. Junto a las artes de la caballería, el joven Roberto sabía manejarse en varios idiomas, además de tener conocimientos de historia, filosofía y literatura. Pero oscuras nubes se asomaban en el horizonte.
La situación cambió drásticamente con la muerte de Alejandro III de Escocia en 1286. Su heredera más directa, Margarita I de Escocia (también llamada «la doncella de Noruega», pues era hija del rey noruego Erico II), falleció en 1290 tras un viaje desde la lejana Escandinavia. Dicha muerte dejó tras de sí un complejo litigio sucesorio: la «Gran Causa«. ¿Quién debía regir ahora los destinos del antiguo reino de Alba? Muchos posibles candidatos se presentaron ante semejante ocasión. Pero ante la cierta posibilidad de una guerra civil entre los escoceses, Eduardo I de Inglaterra (1272-1307) fue invitado a ejercer como árbitro. Pero las intenciones del rey inglés pasaban por la elección de alguien manejable y que le rindiera pleitesía. Así se haría.
Finalmente fue elegido Juan I de Balliol (1292-1296). Roberto pensó que esta elección había sido del todo injusta, ya que desposeía a su familia de ostentar la tan ansiada corona aunque se mantendría a la espera de los acontecimientos. En 1295, se casaría en primeras nupcias con una noble de nombre Isabella de Mar. Mientras tanto, Eduardo I había pensado en controlar a su antojo el reino de Escocia por medio de la pusilánime figura de Juan I. Sin embargo, el rey escocés trabó una alianza con Francia, eterna enemiga de Inglaterra. Esto significaba una grave ofensa para Eduardo I, quien decidió actuar de forma inmediata e implacable. Era el año de 1296. Había empezado la Primera Guerra de Independencia escocesa.
Guerra de Independencia (1296-1328)
La guerra entre Escocia e Inglaterra comenzó con el saqueo de la ciudad de Berwick por las tropas de Eduardo I y la derrota escocesa en la batalla de Dunbar, hechos ocurridos en 1296. Juan I de Balliol abdicó, fue apresado y la legendaria piedra de Scone, utilizada para la coronación de los reyes escoceses desde antaño, trasladada a la abadía de Westminster (Londres). En aquellos momentos, Escocia estaba a disposición de Inglaterra. Pero las cosas no iban a ser tan fáciles para Eduardo I, apodado «el zanquílargo». El rey inglés encajó una grave e inesperada derrota en la batalla del puente de Stirling en 1297 a manos de William Wallace y Andrew de Moray. Tras esta victoria, Wallace fue nombrado Guardián de Escocia.
Wallace incluso llegaría a atacar York, la mayor ciudad del norte de Inglaterra. Pero Eduardo I no se iba a quedar de brazos cruzados ante tales desastres. En la posterior batalla de Falkirk de 1298, los ingleses derrotaron de forma contundente a los escoceses. A causa de esta derrota, William Wallace perdió el título de Guardián de Escocia y quedó condenado a vivir como un proscrito y a vagar por diversos lugares en busca de ayuda para la causa escocesa. Roberto y el sobrino de Juan I de Balliol, John Comyn, fueron los nuevos guardianes de Escocia, aunque la relación entre ambos nunca fue demasiado buena. Un tercer guardián se añadiría con la persona de William Lamberton, obispo de St. Andrews, con el objetivo de ejercer de intermediario.
En el año 1300, Roberto dimitió como Guardián de Escocia y fue sustituido por Sir Gilbert, I Señor de Umfraville. Finalmente, en el año 1301 quedó John de Soules como único Guardián. En 1302, Roberto se casó en segundas nupcias con Isabel de Burgh, hija del II Conde de Úlster. Una serie de nuevas campañas de Eduardo I ocurridas a principios del siglo XIV, pusieron contra las cuerdas a los nobles escoceses, quienes debieron jurar lealtad al rey inglés. Sin embargo, Roberto pretendía continuar con la lucha. Tras su captura cerca de Glasgow, William Wallace fue juzgado por traición y brutalmente ejecutado el 23 de agosto de 1305 en Londres. Además, sus restos fueron esparcidos por diversos rincones de Gran Bretaña como muestra de escarmiento.
Pero a pesar de este truculento gesto, Escocia distaba mucho de estar completamente pacificada. Roberto ambicionaba hacerse con el trono escocés en contra de las pretensiones de Eduardo I y de otros posibles candidatos como Comyn. Un desencuentro entre John Comyn y Roberto Bruce, propició el asesinato del primero durante una fatídica reunión en Dumfries ocurrida el 10 de febrero de 1306. El motivo del asesinato fue la ruptura de un pacto suscrito entre ambos, ya que Comyn había informado a Eduardo I de las verdaderas intenciones de Bruce. La situación para Roberto era extraordinariamente delicada, pues se había cometido el crimen en el altar mayor de una iglesia y eso suponía la excomunión.
Fue entonces cuando Roberto reunió a un grupo de nobles escoceses todavía fieles a él, decididos a llevar su causa hasta el final. Contra todo pronóstico, el 25 de marzo de 1306 Roberto I fue coronado rey de Escocia en Scone, cerca de Perth. Pero a pesar de ser rey, todavía no tenía reino realmente efectivo que gobernar. Después de sufrir una derrota en la batalla de Methven, Roberto se vio obligado a huir. Se encontraba casi sin seguidores y con algunos miembros de su familia en manos de los ingleses. Aún así, la muerte de Eduardo I de Inglaterra, «el martillo de los escoceses», el 7 de julio de 1307 dejó el trono inglés en manos de su débil heredero Eduardo II (1307-1327). Esto significaba un cierto respiro para los rebeldes escoceses.
Roberto I celebró su primer parlamento en St. Andrews en 1309. Cinco años después, en la emblemática batalla de Bannockburn, se produjo una inigualable victoria para la causa escocesa. Un ejército de unos 6.500 escoceses se impuso a otro compuesto por unos 22.000 hombres. Inglaterra sufrió una terrible derrota de la que ya no se repondría. Atrás quedaban los tiempos en los que Eduardo I imponía su voluntad a sangre y fuego, su sucesor no disponía del ímpetu guerrero que tanto le había caracterizado. Aún así, todavía restaban largos años de guerra hasta la firma de un tratado de paz que pusiera fin a las hostilidades entre los dos reinos de Gran Bretaña. Roberto I iniciaría campañas en Irlanda y en el norte de Inglaterra.
Edward Bruce (hermano de Roberto I) fracasó en su intentó de convertirse en rey de Irlanda tras su muerte en la batalla de Faughart en 1318. Más tarde, en el año 1327 los ingleses depusieron a Eduardo II en favor de su hijo Eduardo III (1327-1377). La guerra llegaba a su fin. A cambio del pago de 100.000 libras, el Tratado de Edimburgo-Northampton de 1328 establecía el reconocimiento de Escocia como reino independiente por parte de Inglaterra, se reconocía a Roberto I y a sus sucesores como gobernantes legítimos y se regresaba a la fronteras del reinado de Alejandro III (1249-1286). Tan solo un año después, Roberto I Bruce se despedía para siempre de este mundo el 7 de junio de 1329 en Cardross. Se había marchado toda una leyenda.
Legado
Tras su muerte, el hijo de Roberto I y de Isabel de Burgh, David II, heredó el trono de Escocia (1329-1371). Este sería de hecho el último monarca de la casa de Bruce, cuando la corona pasó a la familia Estuardo. En cuanto a Roberto, su corazón fue enviado a Tierra Santa respetando su voluntad, aunque solo consiguió llegar a España. Más tarde, retornaría a su tierra natal. Debido a su importancia en la historia, a Roberto I de Escocia se le ha asociado con todo tipo de leyendas: su relación con los caballeros templarios, su posible enfermedad que algunos asocian con psoriasis o lepra, la historia que le inspiró acerca de la araña de una cueva que trataba de construir su tela en un espacio muy reducido contra sus posibilidades… y muchas más.
Actualmente la figura de Roberto I Bruce es muy respetada y admirada dentro del nacionalismo escocés. Su resonante victoria contra un ejército mucho más numeroso en la batalla de Bannockburn de 1314, quedó grabada en los anales de la historia. Este fue sin duda uno de los episodios más recordados de la memoria colectiva de Escocia. Pero incluso después de haber firmado la paz con Inglaterra a través del Tratado de Edimburgo-Northampton de 1328, todavía quedarían algunos cabos sueltos. Pocos años después de la muerte de Roberto I, estallaría la Segunda Guerra de Independencia de Escocia (1332-1357) cuando Eduardo de Balliol (hijo de Juan I de Balliol) reclamó el trono escocés con el apoyo de Inglaterra. Otro conflicto más.
Bibliografía
Bingham, C. (1998). Robert the Bruce. London: Constable
G. M. Abel. (2023). «Robert the Bruce, el heroico rey de Escocia». National Geographic. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/robert-the-bruce-heroico-rey-escocia_16932.
Traquair, P. (1998). Freedom’s sword. University of Virginia.
Scott, W. Exploits and death of William Wallace, the ‘Hero of Scotland’ .
Antes de que te vayas…