Mucho antes del nacimiento de Berenguela I, Isabel I o Juana I, también apodada como «la Loca», reinó en los territorios de León, Castilla y Galicia una mujer que pasaría a la historia. Hablamos de Urraca I de León (1081-1126), conocida por sus coetáneos como «la Temeraria«, la primera reina titular europea la cual ejerció su derecho al trono en plena Reconquista.
Inicios
Hija del rey Alfonso VI de León y de Constanza de Borgoña, Urraca nació hacia el año 1081. Sus dos medio hermanas mayores, Elvira y Teresa, eran fruto de la relación de Alfonso VI con su amante Jimena Muñoz, por lo que Urraca partía con ventaja en la carrera sucesoria. En un primer momento, estaba destinada a heredar los dominios de su padre quien había conseguido, no sin grandes esfuerzos, la reunificación de León, Castilla y Galicia en un solo monarca después de enfrentarse a sus dos hermanos: García de Galicia y Sancho II de Castilla. Aunque pueda parecer curioso a nuestros ojos, la partición de la herencia entre los diferentes vástagos era algo bastante común en la época. Así lo atestiguan los ejemplos de Alfonso III el Magno, Sancho III el Mayor o Fernando I el Grande (padre de Alfonso VI). Pero por lo que más sería recordado el rey leonés fue por la toma de Toledo en 1085. La antigua capital del reino visigodo regresaba a manos cristianas. Un hito de lo más trascendental.
La situación para la joven Urraca cambió drásticamente tras el nacimiento en 1093 de su medio hermano Sancho, hijo de Alfonso VI y de una princesa musulmana llamada Zaida. Ahora Sancho era el legítimo heredero. Urraca había sido desposada con un noble de origen franco-borgoñón llamado Raimundo de Borgoña, con quien tendría dos hijos: Sancha y Alfonso (futuro Alfonso VII). No obstante, la muerte de su marido en 1107 y especialmente la de Sancho en 1108 tras su participación en la fatídica batalla de Uclés, volvieron a poner a Urraca en el centro de la política cristiana peninsular. Por voluntad de su padre, Urraca se casó por segunda vez. Esta vez el afortunado fue Alfonso I de Aragón y de Pamplona apodado «el Batallador», alguien que no era del agrado de Urraca. La muerte del anciano Alfonso VI en 1109, la convirtió en la reina de León. Era la primera vez en la historia de Europa que una mujer ejercía un reinado de pleno derecho. Hasta entonces solo había habido reinas consortes.
Reinado (1109-1126)
Parecía que la prometedora unión entre Urraca y Alfonso iba a dar buenos frutos para la cristiandad. Sin embargo, dicho matrimonio fue un absoluto desastre desde el principio. Por ello, habría que esperar nada más y nada menos que hasta el año 1469, con el enlace de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, para la definitiva unión dinástica entre las coronas de Castilla y Aragón. Pero volvamos al siglo XII. Desde hacía décadas, las tropas de Alfonso VI se habían enfrentado a los temibles almorávides venidos del norte de África en socorro de los reinos musulmanes de taifas. El rey leonés había recibido dolorosas derrotas como la de Sagrajas (1086), Consuegra (1097) o la de Uclés (1108), donde había muerto su hijo Sancho. Por si fuera poco, el Condado Portucalense (germen del futuro Portugal), gobernado por Teresa (medio hermana de Urraca) y por su marido Enrique de Borgoña, aspiraba a la independencia. El panorama era de lo más desalentador para la reina leonesa.
Las desavenencias entre Urraca y Alfonso derivaron en la anulación del matrimonio en 1114, alegando consanguineidad. A pesar de ello, la reina siguió colaborando en algunos momentos con Alfonso en el plano militar para tratar de frenar a los temibles almorávides. El hito más importante de este período fue la toma de Zaragoza en 1118 por el rey aragonés. El reino de Aragón, antaño constreñido en las gélidas montañas pirenaicas, se asentaba definitivamente en el ansiado valle del Ebro. Por su parte, a pesar de las acometidas de los musulmanes, los dominios de Urraca I lograron añadir Alcalá de Henares en el mismo año de 1118. Posteriormente, ya casi al final de su reinado, se alzaría con las plazas de Atienza y Sigüenza en 1124. En cuanto al contexto interno de Urraca, hubo diversas conspiraciones de la nobleza gallega que aspiraba a sustituirla por su hijo Alfonso, que pudo sobreponer. El enfrentamiento con la condesa Teresa acabaría por debilitarla en esta zona limítrofe.
El matrimonio fallido con el rey aragonés la convenció de no volver a casarse, aunque sí tuvo amantes como los nobles Gómez González o Pedro González de Lara, con quien además tendría dos hijos ilegítimos. Urraca I tuvo que lidiar además con diversos planes para acabar con ella, pero pudo salir airosa contra todo pronóstico apoyándose para ello en la nobleza y el clero que le eran leales. Su reinado se caracterizó por las constantes rebeliones y traiciones por parte de aquellos que osaban oponerse a su poder. Pero aún teniéndolas casi todas en contra, pudo mantener su complicada herencia y legarla a su sucesor. La unión entre los reinos de Castilla y de León no dejaba de ser personal y aún distaba mucho de poder materializarse de facto (concretamente hasta 1230 con Fernando III el Santo). Lo que no pudo evitar Urraca I, fue la desconexión definitiva del Condado Portucalense y el nacimiento del posterior reino de Portugal en 1139 en manos de Alfonso I, hijo de su irredenta medio hermana Teresa.
Muerte y legado
En 1126, a la edad de 44 años, Urraca I falleció en el castillo de Saldaña dejando a su hijo Alfonso una herencia un tanto problemática. Atrás dejaba múltiples enfrentamientos internos y externos, luchas de poder e intrigas palaciegas. Fue enterrada en el Panteón de los Reyes de León, al igual que sus antecesores. Este emplazamiento está considerado como la «Capilla Sixtina del arte románico». Aún así, los destrozos llevados a cabo por las tropas napoleónicas en el siglo XIX trastocaron el «eterno reposo» de los reyes leoneses. En el sepulcro de Urraca I, fue grabado el siguiente epitafio en latín:
H. R. DOMNA URRACA REGINA, MATER IMPERATORIS ALFONSI, HOC URRACA JACET PULCRO REGINA SEPULCHRO. REGIS ADEFONSI FILIA QUIPPE BONI. UNDECIES CENTUM DECIES SEX QUATUOR ANNOS MARTIS MENSE ORAVI, CUM MORITUR NUMERA.
El legado de la reina leonesa se divide entre detractores y defensores. La Historia compostelana la acusó de gobernar «tiránica y mujerilmente», sufriendo la damnatio memoriae propia de su época. Para otros es un símbolo de la lucha frente a la adversidad y hoy en día se está recuperando su figura. Su sucesor en el trono, Alfonso VII de León, se haría llamar «Emperador de toda España«, un título sin duda muy prometedor al que aspiraban todos los reyes peninsulares. Aunque para hacerse verdaderamente efectivo, habría que esperar unos cuantos siglos más. Pero esa es otra historia ciertamente digna de contar.
Bibliografía
G.M. Abel (2023). «Urraca de León, la reina batalladora». HistoriaNationalGeographic. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/urraca-leon-reina-batalladora_15555
González, D. M. (2021). «Urraca de León o la condena de ser reina». Lavanguardia. https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20210424/6985806/urraca-leon-reina.html
Pallares, M.ª del Carmen; Portela, Ermelindo (2006). La reina Urraca. Nerea
Reilly, Bernand F. (1982). The kingdom of León-Castilla under Queen Urraca 1109-1126. Princeton University Press.
San Sebástián, I. (2024). La Temeraria. Plaza Janés. Penguin Random House.
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