En la noche del 30 de junio de 1934 se desató la barbarie en Alemania. Diecisiete meses después de que Adolf Hitler se hiciera con el poder del país al ser nombrado canciller por el presidente Paul von Hindenburg, mientras se implantaba en el país un estado totalitario, el Führer decidió fortalecer su poder dentro del Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP) purgando a los elementos considerados disidentes, los integrantes de las Sturmabteilung o las SA. Conocida como la Noche de los Cuchillos Largos (en alemán Nacht der langen Messer), fue una matanza atroz, sentando un precedente más de las monstruosidades nazis que vendrían, y consolidando el poder de Hitler como líder indiscutible del naciente III Reich.
Contexto histórico y antecedentes
Las discrepancias, tanto ideológicas como estratégicas, dentro de las filas y grupúsculos integrantes del Partido Nazi habían sido moneda corriente desde su fundación en el año 1920, más aún si cabe a partir del gran crecimiento que vivió el partido durante el transcurso de la década, pasando de ser un partido minoritario y marginal a convertirse en un partido de masas de la mano de su líder, Adolf Hitler. A pesar del fallido y ridículo intento de golpe de Estado en el Putsch de la cervecería de Múnich (noviembre de 1923) y el breve paso de Hitler por la cárcel, el éxito de sus escritos en el «Mein Kampf» (Mi lucha), su carisma, su exaltada oratoria y sus firmes dotes de liderazgo, le convirtieron poco a poco a ojos de la sociedad germánica en el ansiado líder que salvaría a Alemania de la situación en la que se encontraba.
Una de las grupos más destacados de este nazismo emergente eran las Sturmabteilung o las SA (en alemán «destacamento de tormentas»), las denominadas secciones de asalto del partido. Conocidos como los Camisas Pardas (por el color de sus uniformes), estas fuerzas paramilitares, especialmente violentas y eficaces en las terribles luchas callejeras, eran en la práctica todo un ejército particular del NSDAP. Perfectamente jerarquizado y estructurado con rangos y cuadros, fue una formación clave para lograr la conquista nazi del Estado. Integradas sus filas por gran cantidad de personas pertenecientes a las clases bajas (obreras) depauperadas de tendencia socialista, eran considerados como el ala izquierdista del nacionalsocialismo. Para 1933, año de la subida de Hitler al poder, las SA eran una potente fuerza de choque, integrada por más de tres millones de personas, maniobrando al margen de la ley, al servicio de la causa nacionalsocialista y de una deseada «revolución social» que debía llevarse a cabo. Eran anhelos mucho más extremistas, si cabe, que los que promulgaba el propio Führer.
Mención especial requiere su líder, Ernst Röhm. Violento e impredecible, como le definía el propio Hitler, pero a la vez amigo muy cercano y leal colaborador del jerarca nazi, Röhm era el típico fanático de los muchos que aprovecharon la difícil situación social del país para ascender en la escala. Veterano, al igual que Hitler, de la Primera Guerra Mundial, sirvió como oficial en el ejército de Bolivia entre 1928 y 1930 antes de regresar a Alemania y unirse a las filas del nazismo. Era un firme defensor de la violencia como la herramienta para alcanzar objetivos políticos, y se tomaba muy en serio, casi como un dogma de fe, las promesas del NSDAP de reconvertir por completo a la humillada Alemania. Su abierta homosexualidad no resultaba un obstáculo para su labor al frente de esta feroz maquina de destrucción. No así sus ambiciones políticas, puesto que propugnaba la idea de que las SA absorbiesen al propio ejército alemán, muy inferior en número, y quedase él bajo el mando de esta nueva fuerza militar.
Lejos de ocultar sus ambiciones, Röhm aprovechaba cualquier oportunidad para expresar abiertamente sus intenciones, valiéndose de su amistad con Hitler, y declarando que las SA harían frente a cualquier obstáculo, incluido al propio Führer. Muchas eran las voces que advirtieron al canciller del peligro que Röhm y las SA significaban para las aspiraciones del propio régimen nacionalsocialista. Los altos mandos del ejército y otros líderes políticos del NSDAP, como Hermann Göring, Rudolf Hess y Joseph Goebbels, enemigos acérrimos de Röhm, al igual que el vicecanciller Franz von Papen (cercano a Hindenburg), veían que podía plantearse una contrarrevolución a la propia revolución nazi. El mundo industrial, empresarial y financiero alemán, que había apoyado a Hitler como un mal menor que eliminase el peligro comunista y pusiera orden en el país, tampoco estaba dispuesto a aceptar una revolución social que, en la práctica, no se distinguiese de la amenaza roja. Fue entonces cuando Hitler, ya convencido, decidió organizar la purga dentro del nazismo.
Desarrollo de los hechos
Durante el año 1933 y comienzos de 1934, mientras Hitler iniciaba su plan de nazificación total de Alemania con la neutralización y eliminación de los grupos opositores (comunistas, socialdemócratas, liberales, conservadores, etc.), empezó a gestarse la conspiración para eliminar a Röhm y a sus colaboradores más cercanos de las SA. Conocida con el nombre en clave de Operación Colibrí, en teoría, la purga se haría pasar por una medida preventiva de emergencia ante un inminente golpe de Estado («putsch«) de Röhm y sus secuaces por hacerse con el poder. Para llevar a cabo el plan, se valdría de otra fuerza de choque del partido, las Schutzstaffel, las SS, escuadrón más pequeño y autónomo pero eficaz, al mando de Heinrich Himmler, que buscaba ocupar el lugar de las SA.
Valiéndose de la labor de espionaje de Reinhard Heydrich, jefe del servicio de inteligencia del partido, se recopilaron todo tipo de datos e informaciones posibles de las personas que había que eliminar, haciendo pasar noticias de escasa importancia, o simples rumores, por pruebas fehacientes de un complot en marcha orquestado contra Hitler. Comportamientos considerados como depravados, pervertidos y viciosos, como la ya citada homosexualidad de Röhm, fueron una prueba más para llevar a cabo el proceso contra las SA.
La acción fue fijada para la madrugada del 30 de junio al 1 de julio. Esa noche, acompañado de grupos escogidos de las SS y de policías, el propio Hitler se dirigió al encuentro de los altos cargos de las SA, Röhm incluido, reunidos en un hotel del balneario de Bad Wiessee, en Baviera. La acción fue rápida y sumamente eficaz. La mayoría fueron asesinados súbitamente, algunos incluso se encontraban en la cama acompañados de jóvenes miembros de las SA. Röhm, en cambio, fue detenido y conducido a prisión a la espera de dilucidar que hacer con él. Siguiendo las ordenes marcadas por el Führer, por toda Alemania cientos de miembros de las SA especialmente escogidos eran detenidos o directamente eliminados, sin que mandos inferiores de la formación planteasen ninguna resistencia.
Respecto a Röhm, dados sus valiosos servicios al Partido Nacionalsocialista Alemán, Hitler abogó inicialmente por él, dada su antigua amistad. Pero, fuertemente presionado por Göring y Himmler, se dio cuenta de que su opinión era minoritaria, y que era inútil mantenerle indefinidamente encarcelado o hacer un posible juicio, por lo que accedió a la ejecución de su antiguo camarada, confinado en la prisión muniquesa de Stadelheim. El mismo 1 de julio, los oficiales de las SS Theodor Eicke y Michael Lippert, siguiendo instrucciones, se presentaron ante la celda de Röhm con una pistola cargada, instándole a que se suicidara. Al negarse a ello, fue cosido a balazos, terminando con su vida. Los arrestos y ejecuciones continuaron durante los días siguientes.
Consecuencias
La Noche de los Cuchillos Largos se saldó con el asesinato de unas 85 personas, los más destacados miembros de las SA. Aunque esta no fue la única purga interna durante los doce años que duró el nazismo, supuso la primera y más señalada de todas. La eficaz labor de censura y propaganda llevada a cabo por Goebbels desde su ministerio, acalló las posibles voces discordantes al hecho consumado, aceptándose la idea de que las SA tenían preparado un golpe de Estado contra Hitler, habiendo salvado este a Alemania. Descabezada de sus líderes, la formación paramilitar no fue desmantelada y seguiría formando parte del engranaje del estado nazi durante la década siguiente hasta su desaparición en 1945, pero totalmente relegada y reemplazada por las SS, dejando de ser una fuerza paramilitar importante.
Por su parte, tras este golpe de fuerza, señal de la naturaleza autoritaria y violenta del nuevo régimen, Hitler fortaleció su liderazgo absoluto dentro del NSDAP y dejó el camino despejado hacia su conquista del poder total en Alemania. La muerte del presidente Hindenburg apenas un mes después (2 de agosto) dejó el campo libre para Hitler, haciéndose con la jefatura del Estado y culminando así la transformación del país más importante de la Europa continental en un estado totalitario.
Bibliografía
-Gallo, M. (1976). La Noche de los Cuchillos Largos. Barcelona. Editorial Bruguera.
-Kershaw, I. (2010). Hitler: una biografía. Barcelona. Editorial Península.
-Vich Sáez, S. (2004). La Noche de los Cuchillos Largos en Historia y vida, nº432, págs. 74-85.