La guerra no sólo se libra en el frente de batalla sino también en los medios de comunicación. El control de la opinión pública es fundamental para tratar de justificar las acciones militares de uno u otro bando. Ante la apabullante cantidad de bulos o «fake news» que circulan acerca de la reciente Guerra de Ucrania, se hace necesario arrojar un poco de luz sobre determinadas cuestiones.
Bulos sobre la Guerra de Ucrania
A continuación les ofrecemos una serie de bulos o «fake news» que es necesario desmentir con el fin de aclarar algunas ideas sobre el reciente conflicto que estamos viviendo entre Ucrania y Rusia:
1º. El Euromaidán de 2013 fue un golpe de Estado contra Víktor Yanukóvich orquestado desde el exterior por Estados Unidos
El primer bulo que analizamos parece más propio de una teoría conspiratoria. Uno de los antecedentes de la Guerra del Dombás (extremo oriental de Ucrania), es el llamado «Euromaidán» o Revolución de la Dignidad, ocurrido a finales de 2013. Durante este período, tuvieron lugar una serie de protestas masivas de carácter europeísta que después derivaron en una ola de violencia, como consecuencia de la renuncia del presidente prorruso Víctor Yanukóvich al Acuerdo de Asociación y Acuerdo de Libre Comercio que había firmado previamente con la Unión Europea. Este repentino cambio de planes fue motivado por la amenaza del presidente de Rusia, Vladímir Putin, ya que temía que Ucrania pudiese formar parte de la Unión Europea o de la OTAN en un futuro cercano. De esta forma, Rusia hubiese perdido parte de su antigua esfera de influencia, cada vez más debilitada por las sucesivas ampliaciones de la OTAN hacia el este de Europa después del progresivo desmembramiento del Bloque del Este y de la Unión Soviética entre finales de los años 80 y principios de los 90.
Dentro de este contexto, es necesario destacar la enorme división que existía entre la población ucraniana en aquel entonces. En el sur y en el este del país, el sentimiento hacia una mayor asociación con Rusia era primordial mientras que en el oeste de Ucrania incluida Kiev, la mayoría de ciudadanos anhelaba una integración con la Unión Europea más pronto que tarde. Las protestas del Euromaidán tuvieron su origen principalmente en el fuerte descontento popular contra el gobierno de Yanukóvich (sobre todo en el oeste de Ucrania) debido a la elevada corrupción, la falta de libertades y las promesas incumplidas. Dentro de estas protestas, es conveniente señalar que también participaron miembros de extrema derecha de la organización Svoboda, tendentes a la violencia, que desde luego no representaban a la mayoría de los participantes. Pero esto no fue ni mucho menos un movimiento orquestado en la sombra desde el exterior, aunque sí es cierto que contó con el apoyo de Estados Unidos y de la Unión Europea en solidaridad con el pueblo ucraniano contrario a Yanukóvich. El entonces secretario de Estado John Kerry proclamó que «EEUU está del lado del pueblo de Ucrania«.
El presidente Yanukóvich no dudó en calificar los sucesos ocurridos como un ‘golpe de Estado‘, según sus propias declaraciones: «los acontecimientos que vio nuestro país y todo el mundo son un ejemplo de golpe de Estado. Intentan amedrentarme para que presente voluntariamente mi dimisión. Pero no tengo la intención de dimitir«. En otra de sus declaraciones afirmó que la revolución contra su gobierno era «una repetición del nazismo, cuando en los años 30 en Alemania y Austria los nazis llegaron al poder«. Finalmente en febrero de 2014, ante el dramático cariz que estaba tomando el curso de los acontecimientos, Yanukóvich huyó a Moscú y posteriormente fue elegido un nuevo gobierno en Ucrania de la mano de Petró Poroshenko, más crítico con el Kremlin sobre todo a raíz de la posterior anexión de Crimea a Rusia. No obstante, a pesar de los años transcurridos, existen todavía muchos interrogantes y preguntas sin respuesta en torno a los sucesos ocurridos en Ucrania entre finales 2013 y principios de 2014. Pero en todo caso, no fue una conspiración secreta orquestada por parte de la CIA, la OTAN o la UE.
2º. El gobierno de Ucrania es abiertamente pronazi
Esta afirmación resulta insostenible por sí sola. El actual presidente de Ucrania electo desde 2019, Volodímir Zelenski, es de ascendencia judía y su abuelo luchó en el Ejército Rojo contra el III Reich alemán durante la Segunda Guerra Mundial. El propio Zelenski lo confirmó públicamente en un mensaje cargado de emotividad: «Te dicen que somos nazis, pero ¿cómo un pueblo que perdió más de ocho millones de vidas por la victoria del nazismo puede apoyar al nazismo? ¿Cómo puedo ser nazi? Dile eso a mi abuelo, que pasó toda la guerra en la infantería del ejército soviético y murió como coronel en Ucrania». Además parece bastante ilógico que un presidente que no esconde sus orígenes judíos sea supuestamente antisemita, uno de los postulados irrenunciables del nacional-socialismo.
A su vez, el partido político de Zelenski llamado ‘Servidor del Pueblo‘ es de ideología multicomprensiva, caracterizada por su transversalismo, europeísmo, libertarismo y social-liberalismo. En ningún momento, ha demostrado tendencias propias de la ideología nacional-socialista de Adolf Hitler. La extrema derecha representada por el partido Svoboda y el movimiento ultranacionalista Práviy Séctor tiene una influencia nula en el gobierno de Zelenski. Si es cierto que existen ciertos grupos neonazis más o menos activos en Ucrania como lo es el batallón Azov, al igual que los podemos encontrar en otros muchos países de Europa y del mundo (incluida la propia Rusia) y no por ello se califica a sus gobiernos de ‘pronazis‘ y mucho menos se justificaría una intervención militar contra su soberanía por esta razón.
Concretamente en el caso del batallón Azov de ideología neonazi, se trata de una unidad de combate utilizada desde 2014 por las Fuerzas Armadas de Ucrania para luchar contra los separatistas prorrusos de las regiones de Lugansk y Donetsk, pero ni por asomo esto es extensible al ejército entero, a su gobierno o a todo el país. Esta táctica de acusar al gobierno ucraniano de ‘pronazi‘ y de identificarlo de alguna forma con el III Reich alemán, tiene que ver más con la necesidad de reavivar el sentimiento de lucha del pueblo ruso contra un enemigo que les ocasionó decenas de millones de víctimas en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial o como ellos la llaman ‘La Gran Guerra Patriótica‘. En los últimos años ha aumentado el interés por parte de Vladímir Putin por los sucesos de este período de la historia.
3º. Ucrania está cometiendo un «genocidio» en las regiones prorrusas de Lugansk y Donetsk
La palabra ‘genocidio‘ no se ajusta lo más mínimo al conflicto iniciado en 2014 entre el gobierno ucraniano y las autoproclamadas repúblicas populares de Lugansk y Donetsk, localizadas en el Dombás. El genocidio se define como «una aniquilación o exterminio deliberado de un determinado grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos«. De acuerdo a esta definición, el gobierno ucraniano jamás ha tenido la menor intención de exterminar deliberadamente a la población prorrusa de Lugansk y Donetsk, aunque sí han ocurrido diversas acciones militares en este territorio como consecuencia del estallido de la guerra. El conflicto que se inició el 6 abril del 2014, entre las regiones separatistas de Lugansk y Donetsk y el gobierno de Ucrania, jamás ha tenido tintes de genocidio por parte de este último. Es una definición interesada por parte del aparato del Kremlin que no se corresponde para nada con la realidad. A su vez, la política de marginación del idioma ruso a favor del ucraniano llevada a cabo por Ucrania no significa un genocidio, a pesar de los recelos mostrados por la población prorrusa.
El conflicto del Dombás extendido desde el 2014 hasta la actualidad, es una guerra civil ocasionada por la autoproclamada independencia de las provincias de Lugansk y Donetsk (cuya población es mayoritariamente prorrusa), por otro lado nunca reconocida por el gobierno de Ucrania y apoyada desde el exterior por el gobierno ruso mediante el envío de combatientes camuflados o armamento. Aunque existen pruebas irrefutables de este apoyo tácito, el Kremlin siempre ha negado su implicación en el conflicto. Hasta la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, el balance total de víctimas de esta guerra era de aproximadamente 14.000 víctimas de los dos bandos debidas principalmente a fuego cruzado, minas y explosivos y no como consecuencia de un genocidio premeditado a manos del ejército de Ucrania. Por otro lado, la mayor parte de estas bajas tuvieron lugar entre los años 2014 y 2015, quedándose desde entonces como un conflicto congelado en el tiempo con intervenciones militares de los dos contendientes a pequeña escala.
4º. Rusia ha intervenido en Ucrania para «rescatar» a la población rusa de este país
En la línea de los bulos anteriores, la Federación de Rusia ha justificado la invasión a Ucrania para “proteger a las personas que han sido objeto de hostigamiento y genocidio por parte del régimen de Kiev“. Otro de los objetivos, en opinión de Putin, era desmilitarizar y «desnazificar» Ucrania. Como ya hemos abordado, nunca ha existido una intencionalidad de exterminar a la población prorrusa por parte del gobierno de Ucrania. Por esta razón, la justificación de una ofensiva militar relámpago para rescatar a la población prorrusa de Ucrania basándose en esta suposición es totalmente errónea. Además, el ataque ruso no sólo se ha focalizado sobre las regiones prorrusas de Lugansk y Donetsk (donde supuestamente se estaba cometiendo un genocidio) como podría presumirse en un principio, sino que ha alcanzado a la totalidad del territorio ucraniano en una amplia operación por tierra, mar y aire con acciones indiscriminadas como bombardeos masivos o asedios a la población civil en Kiev y otras ciudades importantes (Járkov, Jersón, Mariúpol,…).
5º. Estados Unidos ha provocado la guerra al intimidar a Rusia por querer integrar a Ucrania en la OTAN
Otra afirmación que es sumamente tendenciosa y falsa. Analicemos el porqué. Cada país es libre y soberano de elegir libremente sus alianzas militares en función de sus preferencias y estas nunca han de ser impuestas por parte de un país tercero, por muy poderoso que este sea. Por poner un ejemplo, Cuba y Venezuela son dos países de Hispanoamérica alineados actualmente con la Federación de Rusia y nunca se justificaría una invasión militar por parte de Estados Unidos para derrocar a sus respectivos gobiernos e imponerles uno afín a sus intereses, aun en el supuesto de la escasa calidad democrática observada en estos dos casos. En el caso de Ucrania, también es libre e independiente de integrarse en la OTAN, en la Unión Europea o en cualquier otra organización de ámbito internacional si así lo desea y cumple los requisitos para ello, previa consulta a su población. Incluso aunque comparta frontera con un país contrario a este hipotético ingreso, como lo es Rusia.
Este punto está basado en la acusación de Moscú a la OTAN de haber extendido su esfera de influencia más allá de lo que se le había prometido en un principio al dirigente de la URSS Mijaíl Gorbachov tras la caída de la Unión Soviética. En este delicado asunto existe un intenso debate acerca de las circunstancias reales de aquella promesa, dividiéndose entre detractores y defensores. Occidente considera que en este caso, no se puede incluir a los países que solicitaron su ingreso en la OTAN de forma voluntaria por miedo a Rusia, aunque en otros tiempos dichas naciones pertenecieran al antiguo Bloque del Este de la URSS (un hecho que por cierto no pudieron elegir libremente en su día). Un argumento que se suele utilizar por parte de los seguidores acérrimos de los medios prorrusos, es tratar de visualizar un caso imaginario en el que Rusia instalase misiles balísticos en territorio mexicano o canadiense, próximos a la frontera con Estados Unidos. En este supuesto, se alega sin tapujos que el gobierno estadounidense hubiese actuado de una forma similar a cómo lo está haciendo actualmente Rusia con Ucrania.
No obstante, el hecho o no de colocar misiles nucleares o de cualquier otro tipo de Estados Unidos en Ucrania apuntando directamente a territorio ruso una vez realizado un hipotético ingreso de este país en la OTAN, es un futurible que en todo caso no justifica una invasión militar de Rusia a Ucrania, ya que es un hecho que ni siquiera se ha producido. Además, en caso de existir un desacuerdo en cuanto a esta cuestión de defensa territorial, tenemos un precedente en la Crisis de los misiles de Cuba de 1962, cuando los gobiernos estadounidense y soviético fueron capaces de actuar en conjunto para evitar una guerra abierta a gran escala al desinstalar los misiles rusos ubicados en territorio cubano a la vez que se hacía lo propio con los estadounidenses en Turquía. ¿Se hubiera justificado entonces una invasión de Estados Unidos a Cuba en contra de su soberanía con el fin de garantizar su «legítima» seguridad? La diplomacia y las negociaciones pacíficas deben ser primordiales a la hora de resolver estos contenciosos con el fin de ahorrarnos futuros conflictos y las trágicas consecuencias que de ellos se derivan.
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