La historia de Edipo no pudo ser más trágica a pesar de acabar con la misteriosa Esfinge. Su sabiduría le sirvió para salir airoso de los enrevesados acertijos que le propuso el monstruo. Sin embargo, la cruel profecía que se abatía sobre él, le ocasionó el peor de los destinos.
El mito de Edipo
¿Qué fue lo que le ocurrió al desafortunado Edipo? Para saberlo, debemos remontarnos primero a sus orígenes. Un día Layo, el rey de Tebas, decidió recurrir al oráculo de Delfos ya que su esposa Yocasta no le procuraba los hijos que él quería. Pero la profecía del oráculo fue de lo más sobrecogedora: “Tendrás un hijo que te matará y se casará con tu esposa”. Probablemente hubiese sido mejor para todos no haber acudido a conocer el trágico destino que les acechaba.
El caso es que el atribulado Layo regresó a Tebas donde descubrió que Yocasta estaba embarazada. El rey tebano no tuvo más remedio que contarle lo que el destino tenía reservado para el hijo de ambos. Por esta razón, decidieron deshacerse del niño en cuanto Yocasta diese a luz. Layo abandonó a su hijo en el monte Cicerón con los pies atados y atravesados por una lanza. Pero como no quería mancharse las manos con la sangre de su propio hijo, le encargó el trabajo sucio a Polifontes, su criado más fiel.
Sin embargo, Polifontes desobedeció las órdenes de su señor quizás por misericordia y entregó al jovencísimo Edipo a unos pastores que se dirigían a la ciudad de Corinto. Una vez allí, los pastores lo entregaron a su vez a los reyes Pólibo y Peribea, quienes no podían tener descendencia. Al pequeño le dieron el nombre de “Edipo” (el de los pies hinchados) y ellos se encargaron de educarlo y criarlo como un hijo propio y por si acaso, le ocultaron su verdadero origen.
Cuando nuestro protagonista Edipo hubo crecido, acudió al oráculo de Delfos para saber más acerca de su futuro. Como los oráculos no suelen fallar, la oscura profecía volvió a hacer acto de presencia: “Matarás a tu padre y cometerás incesto con tu madre”. Desde luego, nada alentador. Al darse cuenta de lo que les podría ocurrir a los que él creía como sus verdaderos padres, Edipo estimó oportuno exiliarse de Corinto y marchar hacia Tebas.
Cuando se encontraba a medio camino entre Tebas y Delfos, en la encrucijada de Megas, el joven Edipo se encontró con dos viajeros que le increparon que se apartara del camino. No debía de andar muy fino Edipo, pues en un acto de ira desmedida, se enfrentó a esos dos rufianes, que parecían señor y criado, y les dio muerte. Los constantes insultos y el profundo pesar que arrastraba por la terrible revelación del oráculo le jugaron una mala pasada. Pero inconscientemente, la primera parte de la profecía se había cumplido. Sin poder saberlo, Edipo había asesinado a su padre Layo, el rey de Tebas, y a Polifontes, el siervo que le había salvado la vida cuando apenas era un bebé.
Encuentro con la Esfinge y cumplimiento de la profecía
Tras este desgraciado episodio, Edipo huyó de aquel lugar. Algunos meses después, volvió a emprender el camino hacia Tebas, pero un nuevo obstáculo se le interpuso. Aunque esta vez no eran malhumorados viajeros, sino un monstruo que era mitad león, mitad mujer y provisto con alas de ave: la Esfinge. A esta criatura le encantaban los acertijos y aquel que no fuera capaz de responderle correctamente, acababa engullido. Edipo escuchó atentamente los dos enigmas que le planteó la Esfinge. Uno de ellos era el siguiente: “¿Qué animal camina con cuatro patas por la mañana, dos al mediodía y tres al atardecer?”
Edipo sabía lo que le podría ocurrir si daba una respuesta errónea. Más le valía ser rápido. Pero a pesar de sus miedos pudo contestar sabiamente: “Es el hombre, pues de bebé sólo gatea ya que es incapaz de andar, cuando es adulto camina con sus dos piernas y ya en su vejez se ayuda de un bastón”. Al monstruo no le hizo demasiada gracia la contestación de Edipo, ya que eso significaba que se quedaba sin su banquete. Pero todavía le quedaba el segundo acertijo. Edipo se disponía a proseguir su camino cuando la Esfinge le preguntó: “Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por la primera”.
Edipo parecía estar en serio peligro pues miró a todos los lados por si veía alguna manera de escapar. La Esfinge se relamía de gusto al ver que el viajero tardaba en dar con la respuesta. Si se demoraba más, Edipo podía despedirse para siempre de este mundo. Para entonces estaba cayendo la tarde, el sol se había puesto y las primeras sombras empezaban a aparecer en el lejano horizonte. ¡Eureka! A Edipo se le iluminó el rostro: “Esas dos hermanas son el día y la noche, pues durante el amanecer la noche engendra al día y en el atardecer como está ocurriendo ahora, es el día el que engendra a la noche”. Jaque mate Esfinge.
El monstruo no pudo hacer nada ante la sabiduría de Edipo. Totalmente humillada, se despeñó de la roca en la que estaba apoyada y fue a dar, con bastante mala suerte para ella dicho sea de paso, con la espada de Edipo. Este la montó en su carro una vez muerta y entró en Tebas con su trofeo recién conseguido. Por su heroica actuación, fue recibido en la ciudad con grandes aclamaciones de sus habitantes. No era para menos, pues Edipo había conseguido deshacerse de la horrible bestia que tantos incautos había devorado a lo largo de su existencia. Además, según un decreto real, aquel que derrotase a la temible Esfinge podría desposarse con la reina y tener acceso al trono. Todo un honor.
De esta manera, Edipo se convirtió en rey de Tebas y se casó con su propia madre. Aunque él no lo podía saber, claro está. La segunda parte de la profecía se había hecho realidad, para desgracia de Edipo y de sus allegados. Por si fuera poco, encima engendraron a cuatro hijos: Eteocles, Polinices, Antígona e Ismene. Pero lo peor estaba aún por llegar. Los años pasaron y una peste asoló la ciudad de Tebas. Edipo mandó entonces a Creonte a Delfos para saber que diantres estaba provocando semejante infortunio, a lo que el oráculo respondió que la plaga no desaparecería hasta que la muerte de Layo fuese vengada. ¿Pero quién había sido el cruel asesino del rey tebano que además estaba provocando la desgracia de Tebas?
Edipo convocó al sabio vidente Tiresias para que le dijera el verdadero causante de todo aquel desastre. Este personaje trató de ocultar lo que sabía, dadas las circunstancias. Sin embargo, poco a poco, Yocasta y Edipo descubrieron la espantosa realidad en la que estaban inmersos. ¡Oh no, el oráculo tenía razón! Yocasta se suicidó y Edipo se arrancó los ojos al no poder soportar la culpabilidad de sus actos. Desde entonces, el antiguo rey tebano se dedicó a vagar por Grecia como si fuera un mendigo acompañado de su piadosa hija Antígona. Quizás solo así esperaba obtener algún día el perdón de los dioses. Un triste final para todos aquellos que han aparecido en esta historia (monstruos incluidos, eso sí).
Reflexión del mito
Este mito, narrado por Sófocles en su obra Edipo, rey, nos enseña la virtud de la valentía. Dicha virtud nos muestra el camino hacia delante, sin dar marcha atrás, siempre mirando hacia el futuro. En este caso, Edipo ha de enfrentarse a la imponente Esfinge, un ser con intenciones nada amistosas. Los difíciles acertijos que proponía a los viajeros no solían terminar con buen resultado para estos últimos. Hasta que por medio del ingenio y no por la fuerza bruta, Edipo le mostró sus mejores armas, en este caso sus conocimientos. Por ello, fue aclamado como un héroe a su entrada en la ciudad de Tebas. Incluso llegó a ser coronado rey. Todo parecía ir viento en popa para Edipo. Pero como ya hemos observado anteriormente, el destino le había reservado una sorpresa para nada agradable.
Debemos destacar que no existe mayor tragedia en el mundo griego que la de Edipo. En este personaje mitológico se congraciaron las dos acciones más perversas para el ser humano: el parricidio y el incesto. Pero nada ni nadie puede hacer frente a la fuerza del destino, ni siquiera los dioses. Eso es precisamente lo que nos enseñaron los antiguos griegos: a pesar de nuestras acciones, por muy heroicas que estas sean, nunca podremos escapar de aquello que la ley natural tiene reservado para nosotros. En el caso de Edipo, si cabe es todavía peor, pues su desconocimiento le abocó a cometer actos tan deleznables y contrarios a sus principios, que no tuvo más remedio que sacarse los ojos para expiar su culpa. Un hombre, por voluntad propia, no hubiera cometido tales hechos.
En tiempos más recientes, el psicoanalista Sigmund Freud hizo su particular interpretación del mito de Edipo. El llamado «complejo de Edipo» como así le llamó este experto, consiste en que el niño de entre 3 y 5 años de edad, desarrolla ciertos impulsos sexuales hacia su madre y sentimientos de celos hacia su padre. No obstante, estos instintos terminan por desaparecer y el niño acaba por aceptar los valores de sus progenitores. Dichos valores conformarán lo que Freud denominó conciencia moral o super-yo. Estas teorías pueden parecer ciertamente extrañas para aquellos que desconocen los entresijos de la psicología. Sin embargo, el célebre psicoanalista lo que trataba de hacer era acercarse lo máximo posible a una realidad de la infancia observada por él, utilizando el mito que acabamos de conocer. A su vez, esto tiene su contrapartida femenina en el complejo de Electra, aunque con algunas diferencias.
Bibliografía:
Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.
Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.
Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.
Schwab, G. Leyendas griegas. Editorial Taschen