La percepción del tiempo o cronocepción no es solo un concepto filosófico, sino un proceso neuronal.
¿Qué es el tiempo?
El continuo progreso de la existencia, desde el pasado hasta el presente y el futuro, también conocido como la cuarta dimensión, es lo que conocemos como el tiempo, y no es igual para todo el mundo.
La teoría de la Relatividad General de Einstein nos enseña que el tiempo forma junto con el espacio la curvatura espacio-tiempo. El tiempo se describe como una cuarta dimensión, con la distintiva peculiaridad, de que no permite el desplazamiento en sentido negativo. En otras palabras, sólo se puede avanzar o detenerse en la dimensión temporal. El tiempo depende del estado de movimiento y del campo gravitatorio del observador. Es decir, cuanto más se aproxime la velocidad de movimiento a la velocidad de la luz o cuanto mayor sea el campo gravitatorio, más lento se percibe el paso del tiempo. Este fenómeno lo hemos visto en el cine y la literatura y nos llama mucho la atención.
De todas formas, hay una corriente filosófica que considera que el tiempo es una invención humana y para algunos físicos no es necesariamente indispensable para hacer física. Es cierto que ayuda a describir ciertos procesos, pero también complica el entendimiento de otros.
Pero ¿qué mecanismos hay en nuestro cerebro para detectar el paso del tiempo? La percepción del tiempo puede estar sujeta a muchos factores psicológicos y neurológicos. Todos sabemos que 60 segundos son un minuto, y 60 minutos una hora, pero ¿lo podemos sentir como sentimos el sabor salado, el color rojo o el aire caliente? Es decir, ¿tenemos un sentido especial para percibir el tiempo? Sí, pero es complejo. No se ha encontrado un órgano especializado en la percepción del tiempo. No obstante, podemos percibir la duración de una imagen o de un sonido, y si vemos y oímos a la vez, obtendremos una percepción más precisa.
Además, la memoria tiene un papel importante; si recordamos el tiempo que tardamos en hacer una determinada actividad, por asociación, podemos determinar el tiempo necesario para realizar otra actividad. Como cuando hervimos agua mientras sacamos la basura. La noción del tiempo mejora durante la infancia porque es cuando se desarrolla la memoria a corto plazo, proceso que ocurre en los lóbulos frontales del cerebro.
Se han hecho muchos estudios sobre cronocepción y se han concluido e hipotetizado muchas cosas. No obstante, quedan preguntas sin resolver y muchos estudios por realizar. De momento sabemos que tanto factores psicológicos como neuronales tienen un papel importante.
Factores psicológicos
Desde el punto de vista psicofísico, sabemos que las experiencias pueden tanto expandir como contraer la duración del tiempo percibido. Por ejemplo, la repetición de un estímulo induciría una contracción del tiempo que percibimos: si volamos con frecuencia entre una misma ciudad y otra, el viaje se nos hará más corto cada vez. Las emociones, la memoria y la atención también afectan la noción del tiempo. Por lo tanto, si una persona está concentrada esperando un determinado acontecimiento sin prestar atención al tiempo, contraerá el tiempo percibido; esto es, notará que ha pasado menos tiempo. Sin embargo, el tiempo percibido se expande cuando la persona siente emociones desagradables.
Factores neuronales
En neurología se ha estudiado que el juicio de la duración de tiempo está mediado por una red neuronal. Esta red incluye el lóbulo frontal y el parietal del cerebro. Estos lóbulos están relacionados con las emociones, la capacidad de razonar y las percepciones externas como la temperatura, los sonidos o los olores.
El catedrático Warren Meck describió un modelo que sugiere que la representación del tiempo depende de la actividad oscilatoria de unas células localizadas en la corteza prefrontal. Esta oscilación tiene un ritmo específico que es detectado en el cuerpo estriado (zona del cerebro responsable de la toma de decisiones, la motivación o la percepción de recompensa). Cuando el cuerpo estriado detecta un patrón oscilatorio previamente guardado en la memoria, percibimos el tiempo.
Nuestra noción del tiempo, además, depende de si estamos estimando un lapso temporal (tiempo implícito) o si valoramos la duración de un estímulo (tiempo explícito). Una explicación puede ser que cuando nos interesamos por un intervalo de tiempo, lo que nos interesa es saber si podemos lograr un objetivo. Por ejemplo ¿Me dará tiempo a tomarme un café mientras espero el tren? Por otro lado, usamos la estimación explícita para conocer la duración de algo en sí misma. En cada caso participan diferentes regiones neuronales que afectan la cronocepción.
Pese a los avances en neurología y en psicología, la percepción del tiempo sigue siendo un enigma que tal vez resolvamos pronto o tal vez no. Pero como el tiempo es relativo, “pronto” o “tarde” nos es igual.
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