Ulises en el país de los lotófagos: la flor del olvido

Uno de los primeros contratiempos que tuvo que superar Ulises en su regreso a Ítaca no fue la lucha contra un ser mitológico, sino una extraña flor que producía una irremediable pérdida de memoria a aquellos que la consumían. Estamos hablando de la flor de loto, cuyas trágicas propiedades casi echaron a perder la vuelta del héroe griego casi nada más empezar.

Imagen de Ulises. Fuente: agora.xtec.cat

El país de los lotófagos

El valiente Ulises (Odiseo en lengua griega), soberano de la isla de Ítaca, había partido de su tranquilo hogar para participar en la guerra contra Troya junto con el resto de reyes griegos. Tras derrotar a los troyanos mediante el uso del famoso caballo de Troya, Ulises emprendió el viaje de vuelta a su patria, un apasionante relato que conocemos con el nombre de la Odisea.

Habían pasado 10 años desde que viera por última vez a su añorada esposa Penélope y a su jovencísimo hijo Telémaco. Pero el retorno a Ítaca iba a resultar del todo menos sosegado. Para desgracia del héroe griego y de sus hombres, en su viaje de vuelta se las tendrían que ver con diversas criaturas de lo más variopintas. Y no precisamente con intenciones amistosas.

Después de arrasar Ismaro, la ciudad de los cícones, y ser obsequiado con un exquisito vino por parte de su sacerdote Marón, Ulises y sus hombres recalaron en el misterioso país de los lotófagos. Una tempestad les había desviado de su destino hacia aquel indescifrable lugar. ¿Pero quiénes conformaban sus habitantes? ¿Qué enigmas aguardaban a Ulises y su tripulación en aquellas remotas tierras?

Cuando arribaron a sus costas, se encontraron con que las gentes que las ocupaban eran extremadamente pacíficas. Quizás demasiado. Y además existía un pequeño pero importante detalle: se alimentaban de una flor carnosa y blanca llamada loto. Los habitantes de aquella región parecían felices y despreocupados, únicamente vivían en el tiempo presente. Nada hacía presagiar un evento desafortunado para nuestro protagonista, aunque todo era muy sospechoso.

Lotófagos. Fuente: olympic-universe.tumblr.com

A pesar de la inocente atmósfera que los envolvía, había algo ciertamente extraño en todo aquello. Los lugareños eran incapaces de recordar quienes eran o que hacían allí. Tampoco sabían sus nombres, los de sus antepasados o los de sus familiares, ni parecía que este contratiempo les importase demasiado. Los recién llegados fueron tratados con excelente hospitalidad, siendo recibidos como si fueran de su propio pueblo. De inmediato, invitaron a Ulises y a los suyos a comer el delicioso fruto del loto. Pero algo no terminaba de encajar en la mente del héroe griego.

«No comáis nada extraño«-alertó Ulises a sus hombres-«Más nos vale morir de hombre que morir envenenados«. No obstante, algunos miembros de su tripulación no tenían la misma opinión. Por ello, decidieron comer la pulpa de la flor que tan amablemente les habían ofrecido aquellas gentes. Fue entonces cuando al tomar este alimento, se sintieron de pronto embriagados y olvidaron cualquier preocupación que acechara sus pensamientos. Para cuando el resto de la tripulación fue a por ellos, sus obnubilados compañeros no les pudieron reconocer en absoluto. ¿Qué había ocurrido exactamente?

Aquellos que habían desobedecido a su líder ya no sabían quienes eran, ni de donde procedían ni tampoco adonde se dirigían. Los asustados hombres que no habían comido del fruto corrieron a dar la noticia a Ulises de que aquella planta estaba maldita. Si los que quedaban con la cabeza en su sitio también lo hubieran probado, les hubiese aguardado la misma suerte que aquellos pobres incautos. Los hombres envenenados por el loto tuvieron que ser arrastrados en contra de su voluntad maniatados, pues no entendían nada de lo que ocurría. Con el estómago vacío y con varios de sus compañeros en horas bajas, Ulises decidió marcharse de aquel lugar. Por su propio bien y el de su tripulación.

Odiseo recupera a sus compañeros. Grabado del siglo XVIII

Reflexión del mito

Esta historia deja entrever algo siniestro, seductor, como es la flor de loto. Aquí vemos la cautela de Ulises ante una situación desconocida que aguarda muchos peligros. No obstante, algunos de sus hombres cayeron en la imprudencia. El efecto del olvido es mucho más pernicioso de lo que podría parecer en un principio. Pero el verdadero riesgo no era el olvido en sí, sino que al comer ese fruto, se olvidaba también que producía el olvido. Es lo que les acababa ocurriendo a los desdichados lotófagos, prisioneros como estaban de su estado de eterna despreocupación sin poder evitarlo. Pero gracias a las acciones de Ulises, pudieron escapar de allí casi ilesos.

Como hemos podido observar, la memoria es uno de nuestros bienes más preciados. Sin ella perdemos nuestra esencia como personas. Además sin pasado, tampoco hay futuro. Los hombres de Ulises envenenados por la flor de loto, habían perdido no solo sus recuerdos, sino también sus propósitos, el sentido de su vida. Tras comer el fruto, el regreso a sus hogares se les antojaba como algo extraño, irreal y no tuvieron más remedio que ser llevados a la fuerza por sus compañeros. Tal y como nos enseña este relato, el olvido forma parte de nuestra vida cotidiana (¿a quién nunca se le ha olvidado algo?), pero en exceso puede resultar letal.

Flor de loto blanca egipcio

Bibliografía

Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana. La Esfera de los Libros, S.L.

Goñi, C. (2017). Cuéntame un mito. Editorial Ariel.

Hard, R. (2004). El gran libro de la mitología griega. La Esfera de los Libros, S.L.

Schwab, G. Leyendas griegas. Editorial Taschen

Foto de portada de agora.xtec.cat

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